Es una oraci
El problema con una amenaza, es que quien la profesa es quien mejor sabe si en realidad pretende hacerla realidad, cuando, cómo y de qué forma, es decir, tiene todos los datos y aparentemente sabe y por lo tanto, tiene a su favor esa herramienta perturbadora en que puede convertirse una amenaza, y lo tratamos como problema porque viene justo a convertirse en eso, yo diría que para ambas partes, tanto como para quien amenaza como para quien es amenazado, pues al momento que somos amenazados o amenazamos, está la palabra de por medio, la palabra del amenazante, la cual va o puede ir acompañada de intenciones que pueden convertirse en reales o no, y por su parte, quien es amenazado, queda entonces en esa posición abrumadora e incierta de pensar “¿Lo cumplirá? si es así, lo que me espera”, ante esa incertidumbre, que nos impacta y nos asusta, tenemos dos opciones, no tomarlas en cuenta o tomarlas en cuenta, por consiguiente, no hacer nada o actuar en consecuencia, gran parte de la decisión de tomar o no tomar en cuenta una amenaza, vendrá dada del hecho de analizar algunos factores, como quién está profiriendo la amenaza, bajo que circunstancia, por qué motivo y en que entorno, entre otros.
Pasa igual que cuando un economista, un estadístico, un adivinador o simplemente cualquier ciudadano que proyecte el futuro basado en cualquier herramienta para hacerlo, nos dice: «Lo que nos espera», seguido de eso, está nuestro impacto, nuestro susto, nuestro análisis (a veces no hay análisis), creer o no creer y luego nuestra decisión ¿Lo tomamos o no en cuenta? con lo que, si no lo hacemos, quizá todos los pasos previos desaparecerán, pero si decidimos tomarlo en cuenta sigue la cuestión de si hacer o no hacer algo, y en el caso de que hayamos decidido hacer algo, viene entonces la pregunta que literalmente nos invade ¿Qué hacer?
La sensación ante ese caso es de incertidumbre y probablemente de cierta angustia, aunque es prudente destacar en este punto, que una amenaza puede tornarse en advertencia cuando quien amenaza o advierte lo hace para protegerse o defenderse del otro, y en ese caso, es quien amenaza o advierte quien estaría más cargado de angustia e incertidumbre, sin embargo, lo que con mayor certeza logra una amenaza en la mayoría de los casos, es causarnos impacto y asustarnos, cuando éstas son negativas obviamente, ya que podríamos decir que hay también amenazas o advertencias de acciones positivas, aunque quizá ya esas no se llamarían amenazas o advertencias sino más bien promesas o habladurías, como aquello de «si me miras te doy un beso», ahora con las amenazas de violencia más específicamente, sucede que por más escépticos que seamos ante ellas, o por más «ligera» que tratemos de llevar nuestra vida, o por más malandros, guapos y apoyados que seamos, una amenaza de tipo violenta nos puede al menos descuadrar el día.
Esto es parecido al comportamiento estúpido, decía el Sr. Carlo María Cipolla (1922 – 2000) quien fue un historiador económico (él estudió historia de la economía en Londres), lo siguiente: “Nuestra vida está salpicada de ocasiones en que sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad y buen humor por culpa de las dudosas acciones de alguna absurda criatura a la que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daños, frustraciones y dificultades, sin que ella vaya a ganar absolutamente nada con sus acciones. Nadie sabe, entiende o puede explicar por qué esta absurda criatura hace lo que hace. En realidad, no existe explicación ―o mejor dicho― sólo hay una explicación: la persona en cuestión es estúpida”.
Sin embargo, el hecho cierto, palpable, real y bien sabido, es que siempre hemos creído, seguimos creyendo y probablemente seguiremos creyendo en profecías, predicciones, estadísticas, encuestas, proyecciones, promesas, adivinaciones, cálculos, cuentos y amenazas, y ante todo eso me surge una última pregunta ¿Será que nosotros los seres humanos independientemente de razas, creencias, épocas, circunstancias y entornos, en su gran mayoría, somos estúpidos por defecto o seremos todos grandes visionarios?