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El Status Quo de la Guerra contra las Drogas

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(Juan Manuel Santos, actual Presidente de Colombia, oliendo cannabis (marihuana) incautado. Foto: Periodismo sin fronteras.

En su primer discurso en las Naciones Unidas el Papa Francisco hizo mención sobre la “conflictividad no siempre tan explicitada, pero que silenciosamente viene cobrando la muerte de millones de personas, otra clase de guerra que viven muchas de nuestras sociedades con el fenómeno del narcotráfico. Una guerra asumida y pobremente combatida.” El Pontífice reconoció con otras palabras lo evidente: la guerra contra las drogas es un fiasco. No obstante, se opone a medidas alternativas como la legalización, la “descriminalización” o la sustitución de una droga por otra en rehabilitaciones.

El Papa ha defendido su tesis reaccionaria en varias oportunidades: “La droga es un mal y con el mal no puede haber cesiones ni compromisos” (La Nación, 20.06.14). En ese sentido, para la Iglesia Católica la solución sigue siendo la sobriedad y la abstinencia. Son objetivos nobles pero tan utópicos e irresponsables como prohibir y condenar el uso del preservativo en pleno siglo XXI y asumir la abstinencia como bandera de lucha en contra de enfermedades de transmisión sexual.

Después de cinco décadas de fracasos (Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes) el líder religioso más influyente de nuestra actualidad apuesta por la misma receta – pero, con más vehemencia. Los “expertos” y puritanos preocupados supuestamente por “la salud física y moral de la humanidad”, como lo indica el preámbulo de la Convención Única, apoyaban las fumigaciones con glifosato para erradicar los cultivos de coca. Remedios más perjudiciales que la misma enfermedad.

Según el Informe Mundial de Drogas del 2015 de la Oficina de las Naciones Unidas sobre Estupefacientes, hay aproximadamente 246 millones de consumidores de sustancias ilícitas en el mundo. Sin embargo, 1 de cada 10 consumidores de drogas en el mundo es un consumidor problemático que sufre trastornos ocasionados por el consumo de drogas o drogodependencia. En otras palabras, hay aproximadamente 27 millones de personas que actualmente son consumidores problemáticos en el mundo y prácticamente la mitad de esos consumidores consumen drogas inyectables. Asimismo, se estima que 1,65 millones de este último grupo eran cero positivo en el 2013.

Estos datos representan una evidente carga para los sistemas de salud pública. No es un secreto el considerable déficit que hay en los presupuestos públicos y en especial en el área de salud en América Latina. En ese sentido, otro elemento importante de la adopción de medidas equilibradas consiste en asegurar la disponibilidad de drogas para fines médicos y científicos. En otras palabras, “las tres cuartas partes de la población mundial no tienen acceso suficiente a medicamentos que contengan estupefacientes y sustancias sicotrópicas, o carecen totalmente de acceso a dichos medicamentos, lo que se traduce en dolor y sufrimiento innecesarios”, revela el Informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes del 2014. Mientras los Estados no garanticen la disponibilidad de medicamentos para mitigar el dolor no solo de adictos sino también de pacientes con enfermedades crónicas, delegan esa función a vendedores inescrupulosos orientados únicamente por el lucro.

Los escuálidos esfuerzos de prevención, tratamiento y atención de los trastornos vinculados con el consumo de estupefacientes, así como el aumento mundial – sin precedentes – del cultivo de adormidera y de la producción de opio generan preocupación mundial. Sin embargo, la droga que más preocupa en América Latina y el Caribe sigue siendo la cocaína.

La importancia de las cifras publicadas en el Informe Mundial de Drogas reside no solo en reconocer que los resultados no son satisfactorios, sino en reconocer de igual manera que lograr ese legítimo, pero radicalmente ambicioso, objetivo se vuelve cada vez más difícil por la proliferación de nuevas sustancias, la pobreza y desigualdad mundial, la carga económica para los Estados, la imprevisible modernidad, y la falta de desarrollo o actividades laborales alternativas para la población, entre otras razones.

Asimismo, es menester detectar las políticas contraproducentes como “cero tolerancia”, las cuales han ocasionado involuntariamente terribles consecuencias. Para citar un ejemplo, el gobierno de Bill Clinton rechazó un programa alternativo de intercambio de jeringas, bajo la excusa que podría incitar al consumo: la consecuencia fue el lamentable aumento de personas que contrajeron el VIH.

El consumo de drogas ilícitas en las cárceles deja al defensor más radical de los actuales tratados de fiscalización de estupefacientes en un completo estado de confusión e impotencia. Es decir, el consumo y comercio de todo tipo de estupefacientes – o, incluso, la fuga de detenidos en centros penitenciarios controlados por policías, militares y seguridad privada – a nivel mundial deja en evidencia el fracaso del modelo “prohibicionista” – incluso en entornos «micro».

Por otro lado, el cannabis sigue siendo la droga ilegal más consumida a nivel mundial, dentro y fuera de las cárceles. Por esa realidad incontrovertible, surgen cada vez más iniciativas que buscan regular la comercialización de la planta, ya sea con fines medicinales o recreativos, para evitar lidiar con estructuras o mercados negros paralelos, que ponen en riesgo no solo la vida, la salud, la paz, la estabilidad económica y la conservación del ambiente, sino también la credibilidad de nuestros gobernantes e instituciones.

Por último, sorprende el carácter tendencioso y reaccionario del mencionado Informe Mundial de las Drogas, especialmente al hacer desesperadas insinuaciones a pesar de asegurar que existen limitados “indicios y escasa información”. Por ejemplo, señalan que el cannabis “podría ser [aun] más perjudicial” que lo esperado, inexplicablemente en momentos cuando la mayoría de la comunidad científica e intelectual del mundo ofrecen otra versión sobre la planta y su comercialización. Aun observando un estancamiento en el análisis de dicho informe, la Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre el problema mundial de las drogas en abril del próximo año (UNGASS 2016) podría generar algunas sorpresas, siempre y cuando se adopten algunas soluciones alternativas legítimas y legales logradas o por lograr en regiones con conflictos armados y/o con sociedades civiles progresistas.

 

Twitter: HaroldRHS.

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