Come on little mac, get up!
Los paros universitarios en Venezuela fueron una constante durante el siglo XX. Sin embargo, las paralizaciones fueron de diversa naturaleza, algunas sucedieron motivadas por reivindicaciones internas así como otras por conflictos directos con el patrón. Actualmente la Universidad Central de Venezuela se encuentra frente a un inminente cierre técnico, quizás inclusive, el primero de este tipo. ¿Qué hace a este cierre diferente a los demás? ¿Quienes se benefician con el mismo?
A dos meses de un evento electoral que pareciera poseer toda la atención financiera del régimen bolivariano, cualquier tipo de disputa le conviene en términos de atizar la guerra eterna legada por el comandante. El conflicto universitario actual le permite al régimen tomar una posición privilegiada. Por un lado, distrae a la ciudadanía de otros conflictos circundantes, donde el estado, conformándose a la fuerza en patrón, replica la misma y exacta actitud indolente frente a sus trabajadores. Por el otro, la disputa permite la disgregación de la propia comunidad universitaria, colocando a todos sus gremios (estudiantes, profesores, administración y obreros) en pugna entre sí. El papel de los medios del estado, así como el de sus grupos de choque a lo interno de la universidad, es la estimulación infinita del conflicto con el fin de extinguir cualquier forma de organización. La única organización válida para el gobierno bolivariano se resume a conmigo o en mi contra.
Uno de los argumentos más replicados por los seguidores del régimen bolivariano se fundamenta en que gobiernos anteriores clausuraron efectivamente a la UCV. De 1912 a 1922 estuvo cerrada por orden de Juan Vicente Gómez y luego nuevamente en 1969 durante el gobierno de Rafael Caldera. Este último cierre trajo como consecuencia, además de la inactividad del recinto universitario por dos años, la clausura definitiva de las residencias estudiantiles dentro del campus. Traemos a colación ambos cierres porque a través de una lectura de sus contextos históricos es posible abordar la cuestión subyacente, el propósito de la universidad. En el caso del primer cierre no es necesario explayarse sobre el carácter autocrático de Juan Vicente Gómez. Venezuela creció técnicamente durante el mandato del benemérito, sin embargo tal crecimiento dependía de la contratación extranjera. Vale la pena recordar también el positivismo como la concepción dominante del momento en latinoamérica, por lo cual el conocimiento, al menos durante la primera mitad del siglo XX, estaba avocado expresamente a su potencial instrumental. El segundo cierre ocurre en la segunda mitad del siglo XX. Durante la década de los sesenta los paradigmas educativos clamaban mundialmente una transformación y Venezuela hacía eco de ello. En un abierto intento por distanciarse de la educación instrumental para ir en dirección hacia una reformación humanística, la Universidad Central de Venezuela se transforma durante esa década en el hervidero de ideas revolucionarias que incomodaron al aparato gubernamental del momento..
Se puede intuir como en ambos cierres la Universidad Central de Venezuela cumplia la función de generar en su interior una posición abiertamente en contra de cualquier forma de autoritarismo. En el primer caso nos encontramos, de una manera más evidente, frente a la noción bien conocida del conocimiento es poder, poder que no conviene que esté repartido libremente entre sus ciudadanos. En el segundo caso, nos conseguimos con la universidad que se desborda más allá de la formación que ocurre en sus aulas. La clausura definitiva de las residencias dentro del campus apuntaba a la dispersión estudiantil, dentro de tales corría libremente conocimiento peligroso al oficial. La Universidad Central de Venezuela durante el siglo XX representó el sitio de la formación del libre pensamiento, asunto que desde la polarización política actual, se eleva como la propia razón para su reformación y sumisión al proyecto bolivariano, enmarcando su propósito en la antigua trampa mental liberalismo versus comunitarismo. Para el régimen y todos sus voceros la Universidad que demanda el pueblo es una Universidad con un único propósito: la formación del hombre nuevo, un hombre sumiso al criterio vertical que desde el alto buró político llega para su cómoda digestión en forma de tweets y programas de televisión.
El cierre técnico de la UCV se desempeña de manera velada para no afectar la fachada populista de la muy mal llamada revolución. Opuesto a un sólo ataque al mejor estilo Caldera, el plan apunta al desgaste mediante un cerco presupuestario puesto en práctica desde el 2013. Al parecer el régimen bolivariano se tomó muy en serio el concepto de carrera universitaria y al no poseer el apoyo interno democrático para tomar la institución, no le quedó más que efectuar la estrategia del cansancio. La crisis universitaria toma protagonismo en el 2015 a razón de la inflación desatada producto de las políticas gubernamentales. Sin querer, el plan se les aceleró producto de su propia incompetencia. No obstante, para una situación de este calibre, el cierre técnico aún para muchos venezolanos es uno entre tantos de los problemas que demanda su atención.
Puede comprenderse la restricción educativa bolivariana en su fundamentación por la búsqueda de la valoración. El régimen acostumbra a reducir todas las opciones múltiples de la vida del venezolano a la dualidad, afincandose siempre que puede en el antagonismo. Las opciones en pugna, que vale la pena acotar, sólo están en pugna desde la visión reduccionista del régimen bolivariano, se expresan en el propósito de la universidad como la formación de la profesión versus la formación de los valores ciudadanos. La primera opción refiere a los contenidos necesarios para el desarrollo de una práctica profesional mientras que la segunda, expone la formación para el reconocimiento de la otredad. Desde la otredad como categoría elástica el régimen bolivariano fundamenta su proyecto país, empujando a la primera opción como la consecución de la individualidad y por ende, desintegración de la solidaridad.
A partir de este antagonismo forzado surge una pregunta muy interesante la cual puede arrojar luces en la comprensión de la tematización light que existe sobre esta asunto crítico ¿Tiene sentido la profesionalidad en el contexto bolivariano? Esta áspera pregunta toca los cimientos inclusive del propio proyecto bolivariano. La formación educativa que se ejerce en Venezuela está siendo reconocida fuera del país producto de la emigración a la cual han sido empujados muchos profesionales: Lamentablemente el régimen bolivariano transformó al profesional venezolano en materia de exportación pero para el desarrollo internacional, no para el desarrollo local. La consecución de estudios universitarios, que se expresaba con aquella frase de antaño ve a la universidad para que seas alguien, ha perdido todo su sentido dentro la era bolivariana.
El cierre técnico de la Universidad Central de Venezuela pasa por debajo de la mesa para muchos porque poco a poco la universidad se ha transformado en una institución que no es pertinente para el ritmo de vida que demanda la revolución. Vivir en Caracas ya no depende de un título universitario y mucho menos del desarrollo de una única profesión. Sobrevivir en Caracas solicita un esfuerzo mayor que depende en muchos casos del capricho de los gobernantes y la ausencia de información. La situación actual muestra con toda claridad como la Universidad ha sido reducida a un simple medio, donde el llamado al reinicio de actividades que parte de los sectores oficialistas, así como de oposición, es sólo un llamado al reinicio de las evaluaciones, no las clases. La revolución llegó para colocarle fin al paradigma educación como salida, colocando en su lugar el culto al líder y la sumisión eterna.