Lectura obligatoria
La formación humanística universitaria solicita a sus aplicantes el interés irrestricto por la lectura. Se asume la lectura como una de las herramientas fundamentales en la consecución del saber, como un recipiente cultural sobre el cual se vierte información, con el fin de extenderla más allá del espacio y del tiempo que la produjo. Durante una gran parte de la historia humana distintas formas de saber se transmitían a través de la oralidad. En algunos casos, como el religioso en Asia durante el siglo II, la escritura era considerada inclusive como un trabajo inferior, destinado a la contabilidad de los comerciantes o a los asuntos del gobierno. Los discursos, cuando eran escritos, estaban destinados aún a su recitación pública, por lo cual su forma de presentación escrita era explícita con factores que más adelante en la historia humana se tornaron problemáticos, el ritmo y los acentos. El desarrollo de la oralidad así como de la escritura forman parte de la experiencia universitaria, no obstante, la última adquiere con el paso del tiempo, preeminencia sobre la primera. Las siguientes líneas proponen una breve exploración a tal desplazamiento, pretenden circundar una problemática antigua donde, en el contexto de la educación superior, el llamado a su realización se fundamenta en el deber.
La experiencia universitaria nos emplaza frente a muchas contextos así como a diversas maneras para adquirir conocimiento. En el aula sucede, en el marco de una relación cara a cara, la transmisión de información oral, la cual es ejercida por el responsable de la cátedra en primera instancia El responsable de la cátedra puede mantener el carácter informativo del encuentro a través de la clase magistral o extender el mismo hasta su posibilidad comunicativa promoviendo la discusión y la participación de la audiencia. La dinámica de la clase magistral opera a través de un único discurso, el del orador, detrás del cual subyacen muchos más. Las fuentes del discurso pueden proceder desde las experiencias personales de quien lo declama, hasta una suerte de síntesis del conocimiento escrito leído por el mismo. El orador universitario cumple una función de médium desde esta postura; coloca en el cosmos de su audiencia conocimiento al cual pueden acceder directamente a través de la lectura, así como suscita pensamientos desde su postura como investigador.
En referencia al conocimiento que coloca frente a su audiencia para su acceso escrito voluntario, el orador cumple un primer papel interpretativo. Su lectura, y posterior elocución pública, abre un camino entre, y desde muchos otros. En algunos casos, ese camino puede parecer el único por el papel social que cumple el orador como representante de una institución o por su propia persuasión retórica o erística, no necesariamente por el contenido de su elocución. La escritura trasciende la singularidad de la noción del recipiente, extendiéndose como una fuente multívoca sobre la cual no sólo se extrae conocimiento, se coloca también durante el acto de la lectura. La lectura obligatoria universitaria no es una invitación a recorrer un singular sendero en la montaña del conocimiento, es una invitación a una multiplicidad de caminos. Algunos se consiguen, por su constante recorrido, señalizados, otros apenas se pueden ver entre lo tupido de la montaña y requieren solo la voluntad de un lector que profundice sobre tales senderos.
Desde otra perspectiva, la lectura puede concebirse como un sitio de encuentro. El libro es un sitio de encuentro que fomenta el diálogo que somos, un diálogo que en algunas oportunidades no tenemos conciencia de su existencia y que podemos estimular tanto en la relación cara a cara con los otros asi como a través de la lectura. El encuentro al leer no es sólo con lo desconocido o el autor de lo escrito, es un encuentro con el propio lector, el cual conforma temáticas desde lo que ya conoce, de alguna manera reescribiendo y apropiándose de lo escrito. La lectura dentro del contexto universitario propone diversas maneras para el encuentro. Los textos convocan a un pensar en conjunto, entendiendo este pensar no como el resultado de una computación, sino en tal caso, como el proceso en sí. La pluralidad es la consecuencia de una lectura variopinta, por lo cual si la audiencia universitaria no la ejerce, la experiencia en el aula puede derivar en la adaptación al único discurso a través de técnicas como la memorización.
A través de la lectura es posible regresar o acceder a lo común. Leer puede llevarse a cabo en dos direcciones, en una dirección de intención acumulativa o en una dirección de carácter comprensivo. La postura acumulativa plantea una suerte de conocimiento que se reune a través de años de lectura dedicada, expresando la noción de la infinitud. El conocimiento se acumula en algún sitio y además tal sitio además no posee fondo. La dirección comprensiva expresa como el conocimiento que se adquiere a través de la lectura revela nuestra propia finitud, y en este sentido cultivar tal actividad crea un cosmos común del cual, como lectores y autores formamos parte de. La acumulación es insuficiente como categoría desde la postura comprensiva ya que cuando leemos no conocemos más, conocemos diferente. Por otro lado, no sólo conocemos sobre y acerca de, conocemos con, y desde, no en vano nuestro inmediato circundante es también conocido como contexto y como tal nos plantea y demanda constantemente el asunto de su interpretación y su apropiación.
Por último, es preciso acentuar como leer no es ningún sustituto a pensar. La invitación concreta de este breve texto es a comprender la graduación necesaria que solicita el desarrollo del criterio propio. Se ha mantenido hasta aquí la potencia e importancia de la lectura como excitante del pensamiento, sin embargo, dedicarse a la lectura en exceso puede acarrear todo lo contrario a tal intención. Como bien señala Schopenhauer una excesiva lectura puede llevarnos al olvido propio, los libros se transforman en atajos y medios, y de tanto andar a caballo prestado, olvidamos como caminar con nuestras propias piernas. Descartes en su famoso Discurso del método iba un poco más allá, expresando como quien se dedica afanosamente a la lectura es como alguien que de tanto viajar, deviene en extranjero en su propio país, desconectandose del presente. Leer expande el lenguaje así como los problemas, el reto se encuentra en poder expresarnos de una manera auténtica y en sintonía con nuestro mundo circundante.