El venezolano que emigró al inicio de la revolución no es el mismo que emigra con Maduro en el poder, eso no es noticia, pero resulta interesante saber cuáles son las aristas sobre este tema y así analizar más a fondo lo que ocurre en ese venezolano que se va. Les presento una entrevista realizada a la psicóloga Felicidad Marín Torcatt, egresada de la Universidad Central de Venezuela, que hoy vive de cerca el proceso de la emigración desde Chile:
1.¿Cómo concibe la idea de emigrar el venezolano?
Recientemente, el venezolano ha adoptado la estrategia de emigrar por diferentes razones, muchas de ellas relacionadas con la situación política, social y económica del país; si antes era una opción emigrar entre muchas otras maneras de desarrollarse, ahora muchos venezolanos lo perciben como la única opción. En mi opinión hay dos tipos de emigrantes venezolanos y la diferencia radica en las razones de su migración.
Los que se mudan: Por un lado están los que deciden viajar y radicarse en otro país porque consideran que es una buena opción para mejorar su calidad de vida, desarrollarse profesionalmente, continuar sus estudios o vivir un estilo de vida que les parece atractivo, probablemente porque Venezuela no puede ofrecérselos o porque quizás lo han intentado sin éxito y piensan que en otro país podrían lograrlo; así, por ejemplo, escogen un país que les ofrece estabilidad económica, fuentes de empleo en su profesión u oficio, opciones para estudiar una carrera o área particular, avances tecnológicos o de investigación en algún área, o quizás un estilo de vida en cuanto a arte, comercio, turismo, historia, etc., que le gusta y le gustaría experimentar. Estos por lo general investigan sobre el país a donde van, disfrutan de conocer cosas nuevas e interesantes porque era su motivación principal, han analizado los pro y los contra de vivir en ese nuevo país –y los pro son más- y han contemplado el esfuerzo o riesgo que contempla esa mudanza; seguramente han pensado en algunas estrategias planteándose un plan «a» y un plan «b», e incluso hasta un plan «f» si los anteriores no resultan, en definitiva, ellos quieren vivir donde viven.
Los que huyen: Por este otro lado están los que salen de Venezuela huyendo, escapando de algo (real o imaginario) que les hace terrible su vida en el país y deciden que es en otro lugar donde pueden vivir o al menos sobrevivir porque en su país de origen es imposible. Estos quizás escogieron mudarse al país que pudieron, la única opción o la más fácil; es probable que hayan tomado en cuenta que en ese nuevo país existiera una nutrida comunidad de venezolanos para sentirse como en casa, porque tal vez ellos no querían mudarse de Venezuela, ellos tuvieron que hacerlo. Estos son los migrantes que más se resisten a las cosas nuevas, porque es un sacrificio que tienen que asumir por la subsistencia pero que no tiene por qué ser agradable; ellos asumen que el proceso está plagado de sufrimiento, de soledad y que lo más probable es que no se adapten pero es que cualquier cosa es mejor que estar allá. También son estos los que esperan ser ayudados, acogidos o encontrar a alguien que les facilite el trabajo, alguien que –como ellos- este sobreviviendo en esta dura realidad y deba apoyar a otros en su dura realidad. En mi opinión personal este tipo de migrante se asume más como una víctima de sus circunstancias que como el resultado de sus decisiones.
La diferencia entre estos dos tipos de migrantes se ve en sus acciones, no necesariamente en su éxito, es decir, ambos tienen la misma capacidad de conseguir un buen empleo y tener una vida tranquila y exitosa en Chile o en su nuevo país, pero quizás tengan procesos diferentes, unos más livianos, felices y armónicos que otros; la diferencia radica en el “locus de control” es decir, dónde colocan la responsabilidad de lo que les pasa. Los primeros colocan la responsabilidad en sí mismos, en sus decisiones, opciones, investigaciones, cambios, intereses, carácter, etc.; los otros colocan la responsabilidad de su destino en los otros, en el gobierno, en las circunstancias, en los extranjeros, en los chilenos, en lo que pasa alrededor. Es probable que cuando tengan éxito tampoco se adjudiquen ese logro y eso reduce las posibilidades de ser feliz.
2-¿Qué espera conseguir el venezolano fuera de su país?
Depende se sus interés, el venezolano espera conseguir lo que siente o percibe que no tiene en su lugar de origen. Para algunos será estabilidad económica, para otros seguridad personal, tranquilidad, libertad financiera, libertad política, mejor nivel de vida. Todo va a depender de cuanta información o qué tipo de expectativas. Si la investigación previa ha sido efectiva y completa (porque le han preguntado a otros que ya están aquí o han hecho una búsqueda acuciosa) seguro encuentren lo que esperan encontrar; si por el contrario se han quedado cortos en las preguntas o han generado expectativas diferentes a la realidad, quizás esperen algo que no encontrarán.
3-¿Cómo se define la relación del venezolano con sus compatriotas en el exterior?
En mi opinión la relación con los compatriotas debería cimentarse sobre los mismos principios de la relación con cualquier persona indiferentemente de su origen, es decir, una persona debería relacionarse con quienes considere afines a sus intereses, necesidades y estilo de vida, indiferentemente del lugar donde hayan nacido.
Si en su país se relacionaba con personas de su localidad, o de su estrato social, o de su gusto musical, aquí debería ser igual; pero en este punto surge una contradicción. Cuando un venezolano (creo que le pasa a otras nacionalidades también) emigra, podría querer relacionarse con sus compatriotas porque -se supone que- coinciden en gustos, intereses y características personales, y esta cercanía y parecido generan comodidad; básicamente porque una de las cosas más estresantes de la migración son las brechas de lenguaje y culturales con la nueva ciudad. No obstante esto podría llegar a convertirse en una limitación para adaptarse al nuevo país y podría tender a aislarlo del medio social y alejarle de una posible adaptación satisfactoria. Yo creo que esto ocurre en muchos emigrantes latinoamericanos, así vemos colonias muy consolidadas de peruanos, colombianos, ecuatorianos, etc., que se relacionan entre ellos, y a veces, sólo entre ellos.
En el venezolano pasa algo adicional, debido a múltiples prejuicios, podrían haber dos extremos en cuanto a esta relación: por un lado quienes sólo se relacionan con venezolanos, en algunos casos rechazando la amistad con chilenos, sus costumbres, vocablos, intereses, etc.; y por otro lado quienes rechazan la amistad con venezolanos, rechazando sus costumbres y gentilicio (aunque suene un poco insólito). Estos últimos aluden que las características e idiosincrasia del venezolano son cosas que han perjudicado al país y por eso lo rechazan. Ambos extremos son perjudiciales y representan en sí mismos una contradicción, pues si queremos evitar la discriminación y la xenofobia no tendría sentido discriminar y segregar a quienes son de una nacionalidad, cualquiera que esta sea. Adicionalmente es nocivo para la adaptación, ambos extremos se basan en juicios, predisposiciones y generalizaciones que la mayoría de las veces, son falsas.
4-¿Consideras que el venezolano ha adoptado la cultura migratoria?
Creo que se está comenzando a construir una cultura migratoria. Venezuela históricamente ha sido un país que recibe gente, debido a su posición geográfica, bienestar económico o riquezas naturales, nuestro país siempre ha sido un magnifico anfitrión. De hecho en algunas subculturas venezolanas el inmigrante es sobrevalorado y (como cuentan que paso en la época de la colonización) es llamativo todo lo que trae el extranjero: su acento, su conocimiento, su experiencia de vida, etc. No obstante no tenemos mucha costumbre de emigrar, debido a todas las características ya sabidas, no habíamos tenido necesidad de salir.
En este momento para algunos es difícil la postura del emigrante, que trae consigo bastante de humildad y de flexibilidad. Pero creo que tiene que ver con los tipos de emigrantes que comentaba anteriormente; si tu interés es conocer, vivir, experimentar y cambiar estarás abierto al cambio, si tu interés es huir no generas cultura migratoria, realmente no generas ningún tipo de cultura.
5-¿Cuál es la diferencia del venezolano que emigró hace 10 años al que emigra ahora?
La diferencia creo que tiene que ver, por un lado, con las razones de la migración y con el tipo de migrante. Hace diez años probablemente emigraba quien podía hacerlo y quien quería hacerlo por razones varias; esta vez hay muchas personas que emigran porque sienten que deben hacerlo, porque no tienen otra opción. La situación económica, social y política ha hecho que el nivel de vida del venezolano decayera y la calidad de vida prácticamente desapareciera, así que la población económicamente productiva y profesionalmente despierta ha decidido migrar por interés personal, familiar o social.
Hay una subclase en este momento, que quizás no existía hace 10 años: el que emigra porque es común, está de moda o muchos de sus amigos o conocidos lo han hecho; la emigración está en el tapete, es una solución plausible para mejorar el nivel de vida y se han generado múltiples estrategias que la facilitan – por aquello de la ley de la oferta y la demanda-. Hace 10 años no despedías a 8 amigos en un año, quizás a uno porque ganó una beca, a otros porque tienen dinero o sus papas lo mandaron a estudiar al norte, o a aquellos porque son descendientes de extranjeros y fueron a la patria de sus padres, pero ahora es mucho más común y algunos encuentran en la emigración “masiva” la solución a sus problemas.
6-¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades del venezolano que emigra?
En cuanto a las fortalezas (y arriesgándome a generalizar o “ingeneralizable”) la primera es la educación, en nuestro país es mucho más barato estudiar que en otros lugares de Latinoamérica, por lo cual mucha gente estudia en la universidad, hace postgrados, cursos, etc. Esto hace que seamos reconocidos como un grupo de migrantes profesionales y con amplio nivel de experticia.
Otra fortaleza es su buen humor, jovialidad, energía vital, esto -para los que saben aprovecharlo- es una ventaja en las relaciones con otros, bien dice el dicho: es mejor caer en gracia que ser gracioso, y en nuestro caso caben los dos. En palabras del chileno, una fortaleza es que “hablamos bien” el buen uso del castellano, el buen léxico de muchos profesionales hace que los otros se encanten con nuestra manera de expresarnos y eso puede ser una ventaja. Otros valores, que no siempre son compartidos por todos los que nacimos en la misma patria, como la solidaridad, amabilidad, cooperación, cordialidad son una gran ventaja en cualquier circunstancia de la vida y más cuando eres extranjero.
Las debilidades son igualmente muy personales, y tienen mucho que ver con las fortalezas, en mi opinión son el lado oscuro de la luna. La sombra de la profesionalización puede ser la sobrevaloración de las propias capacidades que a veces es recibido como prepotencia o soberbia. De igual manera el buen humor y forma de ser relajada podría tener el lado negativo de la falta de límites, extrema confianza o comportamiento “tropical” que lejos de acercarte al chileno, te aleja. Quizás la mayor debilidad, con la que tenemos que lidiar todos, es la conciencia de corrupción de la cual ha sido difícil mantenerse al margen; en nuestro país es tan común utilizar los caminos cortos, saltarse las normas y hacer trampas que es muy común que ese comportamiento se traiga al país que nos recibe, y si es uno tan normativo como Chile, se convierte en una gran limitación y es perjudicial para todo el gentilicio.
7-¿De qué manera ha afectado la situación de Venezuela al ciudadano que sale del país?
De muchas maneras, empezando por la motivación a emigrar. De la situación venezolana, en mi opinión, el elemento que más provoca la emigración es la inseguridad personal y social, y esto es lo primero que se ve satisfecho al llegar al nuevo país; la sensación de seguridad es evidente y se agradece,este es tema aparte.
Ahora las otras causas económicas y políticas, creo que afectan cuando estas en Venezuela y estando ya en Chile siguen afectando. La situación económica y política ha generado cambios estructurales en el venezolano, cambios en su manera de comprender las relaciones con las autoridades, las instituciones, las leyes y las normas de convivencia. Tenemos 15 años viviendo en un mundo al revés y nos hemos adaptado a él y ahora nos proponemos desadaptarnos para incorporarnos a una sociedad organizada y “normal”; este puede ser un trabajo aún más duro.
Quienes han asumido como normal una sociedad enferma como la venezolana, traen consigo costumbres y visiones de la convivencia que ha sido distorsionadas con el tiempo, y para ellos no es solo mudarse de país habría que mudarse de conciencia para aprovechar los beneficios que una nueva sociedad les da (una nueva sociedad que también tiene fallas y distorsiones). Para quienes la forma de vivir venezolana siempre fue incorrecta (porque tienen más edad, vivieron la época antes del 1998, o porque han tenido la experiencia de vivir en otro país) quizás esos efectos de la situación sean más fáciles de soltar. Pero en ambos casos son huellas profundas que tocará curar poco a poco, tomando conciencia de los que somos y de lo que tenemos, no para rechazarlo sino para integrarlo. Nuestras dificultades para salir no son sólo las de divisas, boletos, maletas, son las de salir de una realidad para vivir una realidad diferente, y ese cambio ocurre dentro de nosotros mismos no afuera.