Venezuela. Al escuchar esa palabra muchos extranjeros aún se sienten confundidos, casi cansados. Muchos venezolanos aún no tienen claro que hacer o que votar. Me dirijo a estos dos grupos.
La confusión puede venir, en ambos casos, de no poder decidirse entre apoyar lo que consideran bueno de fondo, o rechazar lo que ha resultado ser un problema mayor que el que quería enfrentar.
La respuesta no es fácil, pero hay un modo de salir de esa parálisis: mirar a las víctimas. Jesús de Nazaret puede que no supiera de finanzas o de ideologías, pero de víctimas sabía.
Un día andaba Jesús por un callejón, de un barrio, de una ciudad de Venezuela. Vio desde lejos a una mujer joven llorando con un niño en brazos, sentada en un escalón.
El discípulo más joven le preguntó:
–Maestro, ¿de quién es la culpa que esta mujer esté así? ¿Quién pecó?
Otro discípulo, que sabía de teología de la liberación, añadió:
–¿Verdad, Maestro, que es culpa del capitalismo imperialista que junto con la burguesía siguen azotando este país?
Otro, que era más de Juan Pablo II, dijo:
–¿No es cierto, Rabí, que es culpa de la dictadura comunista que implantó Hugo Chávez con ayuda de Fidel Castro?
Otro pensó para sí:
–La verdad no entiendo porque paren tan temprano.
El más joven, confundido, terminó preguntando:
–Entonces, ¿por qué está ella en esa miseria, quizás desde que nació? ¿quién pecó, la izquierda o la derecha? ¿O fue ella la pecadora?
Jesús les contestó:
–Ni ella, ni la derecha ni la izquierda pecaron lo suficiente; ha sucedido así para que se muestre en ella la acción de Dios, que no la deja sola. Al contrario, su amor quedará claro en cuanto la quiere y trabaja por ella.
Todos sabemos que la mujer no tendría porque estar llorando a su marido muerto por quitarle la cartera, ni porque no le alcanza la vida para conseguir comida. No le alcanza el dinero con una inflación de tres dígitos, y no le alcanza el tiempo de ir de sitio en sitio hasta que consigue una cola donde quizás logre comprar leche.
Todos lo sabemos pero hay que hacerse cargo.
Un día estaba Jesús sólo en una plaza. Los discípulos habían ido por el centro de la ciudad.
Llego uno contando:
–Hemos sabido de un chico que estaba protestando contra el gobierno. Fue detenido, llevado a una cárcel y torturado. ¡Debemos denunciarlo!.
–Pero es que fue sorprendido –añadió otro– conspirando contra el gobierno popular y democrático que tanto bien ha traído al pueblo. Además, la Ley de las Ideologías dice que no se puede denunciar demasiado fuerte la situación, no sea que los Estados Unidos se aprovechen.
Jesús les respondió:
–Esa Ley fue escrita por la dureza del corazón de ustedes. Las ideologías son para el hombre, no el hombre para las ideologías.
Las ideas políticas nos han ayudado a ver luz en momentos de gran oscuridad. A reconocer que un asesino también tiene derechos, que no todo vale en la guerra, que el nacer pobre y morir pobre no es sólo una casualidad.
Pero las ideas políticas también nos paralizan, nos impiden ver claro lo que es evidente.
En el caso de Chávez hay que ser honesto con los resultados de sus acciones prácticas, más allá de su retórica social. Lo cierto y triste es que la Venezuela chavista es en la práctica fracaso y destrucción.
Fracaso, porque Chávez tuvo el capital político y económico más grande de toda nuestra historia. No exagero. Pero después de todo este viaje de más de 15 años, hemos vuelto a los niveles de pobreza de antes de su primer período presidencial.
Destrucción porque Chávez carcomió nuestra ya antes débil democracia. En la era chavista no se puede hablar de asuntos públicos sin ser automáticamente calificado de apátrida o chavista. Las instituciones están en las más completa ruina. Los magistrados del Tribunal Supremo, que tomaron posesión de sus cargos gritando Uh Ah, Chávez no se va, han pedido ahora su prejubilación, en vísperas de las elecciones del 6 de diciembre. La Asamblea Nacional ni vigila al gobierno ni hace leyes. El gobierno imparte justicia por los medios y decreta directamente las leyes. El hilo constitucional se rompió, finalmente de tanto tensarlo, cuando tras la muerte de Chávez, Maduro asumió la presidencia, y se presentó a las elecciones sin separarse del cargo. Casi todos los grandes medios de comunicación están controlados o censurados en la práctica. En el reciente caso de los 800 kg de cocaína vinculados al entorno de Maduro, casi ningún medio impreso importante en Venezuela cubrió la noticia en su portada.
Y no nos equivoquemos: Maduro continuó y continua las políticas concretas de Chávez, que fue quien lo ungió “de todo corazón”. Fue el mismo Chávez quién convirtió a la revolución popular en autoritarismo, y a la participación y beneficios sociales en maquinaria chantajista al servicio de ganar elecciones.
No se trata entonces de seguir discutiendo de ideologías. Es hora de mirar a las víctimas, y afinar los criterios mirándolas a ellas.
Estaba Jesús crucificado junto a la mujer que lloraba, y seguía llorando. Los rodeaban otros crucificados.
A la izquierda de ellos otro crucificado le gritó a la mujer:
–¡Escuálida apátrida! ¡Quién te mandó a traicionar al comandante votando a la oposición! Te dejaste convencer con sus mentiras de libertad egoísta y de prosperidad burguesa.
Del otro lado, otro crucificado gritaba:
–¡Chaburra pata-en-el-suelo! ¡Ahí tienes el resultado de todas las veces que votaste por Chávez y también de las veces que no fuiste a votar! El resentimiento y la envidia te castigaron.
–¡Déjenme en paz! –se defendió la mujer– ¡Yo quise algo mejor para mí y para mi hijo! ¡Pero después me cansé de ver como todo se convirtió en insultos, corrupción y escasez!
Jesús le dijo a la mujer:
–Te aseguro que esto mejorará y tú estarás hoy conmigo en el paraíso.
No lograremos hacer el paraíso en la tierra. No lo logrará ni la izquierda ni la derecha. Primero porque somos frágiles, y segundo porque ni siendo buenos e inteligentes sabríamos como hacerlo bien del todo. Además, siempre quedará el esposo asesinada de la mujer, las heridas que la miseria dejó en el niño.
En cada crisis histórica los pueblos hacen lo que pueden, desde el lugar en que están. La única posibilidad sana para Venezuela es el cambio de gobierno. El chavismo estará llamado al diálogo para sobrevivir. La oposición pasará por hacer bandera de valores que han sido arrinconados: la pluralidad y la convivencia.
Por una o dos generaciones muchos venezolanos sospecharán de todo lo que suene a izquierda. El chavismo lo ha logrado a pulso, ha sido su propio peor enemigo.
El verano pasado en Taizé hablábamos en un taller sobre la riqueza y el evangelio. Los jóvenes del este de Europa se ponían muy nerviosos y no paraban de hablar del esfuerzo propio y del trabajo, de su dignidad. Las cosas se calmaron cuando una chica dijo que el texto de la biblia que leíamos sólo se refería al pobre Lázaro y al rico en cuya puerta estaba cada día (Lc 16, 19-31).
El evangelio es minúsculo, débil. Esa es su fuerza (2 Cor 12, 8-10).
Nota final a mis compañeros de iglesia que están pendientes en mente y manos de los pobres:
A varios he dicho la inmensa soledad y dolor que me produce el silencio del progresismo mundial sobre las víctimas de los gobiernos de izquierda. No estoy pidiendo una lectura clara de cada situación. Sólo pido que se denuncie explícitamente, por ejemplo, que en Cuba no es posible hacer una manifestación de ningún tipo contra el gobierno, ni siquiera dar un concierto, o que al menos atiendan las denuncias de Amnistía Internacional (Video).
Particular dolor me produce la ambigüedad de los teólogos de la liberación frente a estas situaciones, por su vocación pública. No pido que no sean chavistas, pero que se les pegue la lengua al paladar si se olvidan de algunas víctimas (Sal 137). Su silencio en estos repetidos casos escandaliza a los que tienen fe en un mundo más justo. «Sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar» (Mc 9, 42).
Un caso cercano para mi fue cuando José Ignacio González Faus escribió sobre Venezuela justamente para compararla con la mujer adultera del evangelio, a punto de ser apedreada por los Estados Unidos y otras naciones.
José Ignacio, las víctimas del evangelio son primeramente las personas concretas, no los gobiernos. Así como el título de Vicario de Cristo sólo se puede usar si se reconoce primeramente en los pobres, así poner a un gobierno como víctima sólo es posible después de haber dicho claramente cuales son las víctimas primeras. Así como había que denunciar a las víctimas del Caracazo, había que denunciar que estudiantes acampando sean acusados de rebelión y conspiración para delinquir y acaben en la cárcel, habría que denunciar el acoso a la alteridad política, a la existencia del otro, al punto de ser considerados escoria por pensar distinto. Incompetencia y mala educación son palabras leves, que además no atañen a la realidad de las víctimas concretas.
No les pido que tengan respuestas para todo. Pero, por favor, no hagamos distinción alguna entre las víctimas.
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Apareció primero en Raya y Palabras: Jesús y la venezolana que llora.