Friedrich Von Hayek en su libro ”Camino de servidumbre” hace una disección del totalitarismo exponiendo el carácter represor de las dos tendencias políticas de la época que a su juicio lo encarnaban. Uno, el nazismo que le tocó padecer y del que se vió en necesidad de huir para ponerse fuera de su alcance. La otra era el comunismo; Von Hayek, palabras mas, palabras menos expresaba que ambas aparentemente irreconciliables y enemigas a muerte, a juzgar por los virulentos discursos de unos contra otros y a la acción alemana de invadir la entonces URSS cuya batalla fundamental por la importancia del lugar, por su nombre y lo sangriento del ataque fue la de Stalingrado, sobre la que se han escrito océanos de tinta y filmado kilómetros de película sin poder asir en su trágica dimensión humana lo acontecido en ese lugar. Ambos se distinguen por la exaltación de lo nacional, el reparto generoso de culpas de la coyuntura que los afecta a enemigos externos, el fin de las libertades públicas, el desdén por la la institucionalidad democrática, el feroz control sobre la iniciativa privada y el acoso a la oposición. Actualmente, está planteado el debate sobre la conveniencia del proceso de integración europeo, que para algunos se encuentra en peligro por la insondable crisis fiscal griega y el ascenso al poder de la agrupación política Syriza encabezada por Alexis Tsipras quién luego de ofrecer una plataforma alterna a las recomendaciones de la troika del mal conformada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional , teniendo todo el respaldo político de la sociedad griega proveniente de un referéndum consultivo aceptó el paquete de ayuda financiera atada a un plan de ajuste estructural con la intención de recuperar el equilibrio perdido de las cuentas fiscales y externas así como el retorno del país a la senda del crecimiento económico; pero (Oh sorpresa!!) desde cierta distancia, en las islas británicas; concretamente en la mayor de ellas, en Inglaterra sale la voz disidente contra la Unión Europea, el UKIP que colocándose a la derecha del espectro político denosta contra las políticas de integración del viejo continente con un discurso cuyo objetivo es el de convencer al electorado británico de la conveniencia de cortar todo nexo con Europa en ese sentido y que no pocos asocian con el nazismo particularmente por la xenofobia implícita en sus párrafos. Muy parecido por cierto al comunismo anacrónico de la cúpula que se ha dedicado sistemáticamente a destruir a Venezuela. Donald Trump, se embarca en la ola de la desintegración europea, descarga toda su furia contra México y los mexicanos, hace comentarios en los que denigra de manera vergonzosa de una dama perdiendo su condición caballero si alguna vez la tuvo y ahora hace de la reciente devaluación del yuan el objeto de su furia al considerarla contraria a los intereses de los Estados Unidos. La combinación de xenofobia con la consecuente oposición a los procesos de integración, la discriminación de género y su acendrada crítica a las decisiones de política económica de otros países tiene la intención de hallar un punto de conexión con las masas depauperadas a consecuencia de la mudanza de industrias emblemáticas de los Estados Unidos hacia afuera de su frontera al sur o que se han visto desplazadas por la avalancha de bienes baratos Made in China o productos agrícolas subsidiados provenientes de Europa que resulta un segmento identificable del electorado que posee un bajo nivel educativo, con empleos precarios cuando no desempleados localizado en el campo o en la ciudad en barrios de clase obrera. Exactamente el segmento del electorado que el chavismo ha promocionado y sobre la cual ha basado su acción de gobierno. El segmento que busca un ángel vengador que castigue a sus enemigos y los redima de la decadencia en la que viven con una diferencia que no es menor: El chavismo no tiene a su alcance el botón o el código que desencadenaría una versión aumentada y corregida del holocausto nuclear de 1945, que Mr. Trump en su postura supremacista no dudaría en utilizar ante cualquier país que le resulte molesto a los intereses de su nación.