Hay factores básicos para resolver un problema, reconocerlo, tener el interés, la voluntad y la disposición para resolverlo, y tener o buscar las herramientas para hacerlo. Si uno de estos factores no se cumple o se rompe es incluso hasta poco probable que se llegue a una solución del problema, y una cosa distinta sería, sabotear la búsqueda de soluciones y propiciar factores adversos incluso, para que dicho problema no pueda ser solucionado.
En el actual panorama social, político y económico de Venezuela, hoy Caracas 20 de enero de 2016, esto es exactamente lo que está ocurriendo, es decir, hay un problema, por calificarlo en singular y englobarlo como un solo elemento, pero en realidad lo que debe aplicar es el plural, ya que no hay un problema sino varios, en el campo social debería hacerse incluso un estudio sociológico y antropológico para acercarnos lo más posible a los rasgos actuales de la sociedad venezolana, sus cambios, sus rasgos negativos y sus rasgos positivos, con el propósito de dar un diagnostico y entender los rasgos que nos redefinen en la actualidad, con el fin de redescubrirnos y quizá aplicar una campaña dirigida a corregir y mejorar nuestros aspectos, capacidades y actitudes como venezolanos y como seres humanos.
En el campo político, el gobierno instaurado hace 17 años, atornillado y negado a transferir el mandato, entiéndase el actual gobierno chavista-madurista, nos tiene como entre las aguas de Escila y Caribdis, esto es, creer o no creer en ellos, confiar o no confiar, ya que ambos suponen sendos riesgos, sin embargo, la ya larga historia de discursos, promesas, compromisos, acuerdos y reuniones que luego no quedan en nada concreto ni palpable, nos dan pie y razones suficientes para no creer y no confiar en todos esos cuentos que se convierten en miríficos por un corto periodo de tiempo, pues los voceros de este gobierno cuando hablan de planes que plantean soluciones que parecieran sensatas, lógicas, coherentes, plausibles y generadoras de confianza, son los mismos que nos hacen caer en cuenta que se trata de un gobierno con discursos históricamente antagónicos, anfibológicos, felones, paradójicos y cargados de animadversión a todo lo que sea contrario a sus ideas y forma de hacer las cosas, de modo, que caemos en cuenta rápidamente y generalmente encontrándonos aún en un punto del discurso, que ya son cuentos repetidos, solo que versionados, pura fantasía, al final. Y en el campo económico, sería extendernos demasiado en el escrito.
Es cuando a uno se le crean interrogantes que lo llevan a preguntarse ¿No será que esta gente padecerá de algún trastorno, Síndrome de Tourette, Síndrome de la mano ajena, Ceguera al movimiento, Negligencia hemisférica o todas las anteriores? Porque si no es simple cinismo, en definitiva algo sucede en sus cerebros que no podemos entender con facilidad el resto de los mortales, pero el problema con eso es que nos perjudican a todos, y en mucho incluso a ellos mismos, por lo que habría que determinar seriamente, si se trata de un trastorno o de simple cinismo, lo que me hace recordar a Carlo María Cipolla y su teoría de la estupidez, Cipolla identificaba a cuatro grupos de individuos, los inteligentes, que son los que benefician a los demás y a sí mismos, los incautos, que benefician a los demás y se perjudican a sí mismos, los estúpidos, que perjudican a los demás y a sí mismos y los malvados, que perjudican a los demás y se benefician a sí mismos; y ellos quizá creen que están en el grupo de los malvados.
Entonces, el gobierno plantea un plan de “Emergencia económica”, lógico es, que la Asamblea Nacional (siendo oposición) lo reciba, lo estudie, lo interprete, lo debata y le haga las observaciones pertinentes y lógico es que el gobierno nacional lo explique, lo argumente y le haga las correcciones pertinentes, dicho sea de paso, que por parte del gobierno, a través de sus voceros, no terminan de coincidir en las razones que llevaron a tal Emergencia económica, la derecha, la baja de los precios del petróleo, la guerra económica, el imperio o todos los anteriores, como bien diría el Diputado Henry Ramos Allup “…Que sea un dialogo con resultados con medidas concretas…” “…Cuentas claras y chocolate espeso, la guerra económica, el enemigo anterior, el enemigo interior y el enemigo exterior, el enemigo anterior la 4ta., el enemigo interior la derecha, la oligarquía, etc., etc., y el enemigo exterior el imperialismo…” (15 ene. 2016) esto es la conocida psicología del adolescente, él o ella, nunca tienen la culpa o la responsabilidad de nada, ellos o ellas, nunca fueron, lo niegan todo hasta el final, en ocasiones incluso ante las pruebas irrefutables del hecho, sumado a eso, el gobierno pareciera ser incapaz de rectificar, obviamente si no son capaces de reconocer que hay un problema y/o un error, no tiene cabida la solución o la rectificación. Dicho sea de paso, que lo lógico no aplica en Venezuela cuando ello afecta al gobierno y que lo más probable es que se genere otro conflicto entre gobierno y oposición y se desate otra lucha de poderes a raíz del Decreto de Emergencia Económica.
Se entiende, que para los integrantes de este o cualquier otro gobierno, que se encuentre en una posición de dudosa reputación, venga a representar una especie de salvo conducto para ellos mantenerse en el poder y controlar todos los demás poderes, por razones lógicas, no les conviene ser auditados, investigados o supervisados por nadie contrario a su filosofía de “Revolución socialista del siglo XXI anti capitalista, anti imperialista y profundamente humanista, para el pueblo, con el pueblo y por el pueblo mismo”.
Por lo tanto, el problema aquí no es, léase bien, no es, que este actual gobierno chavista-madurista sea difícilmente tendiente a reconocer sus errores y debilidades y que los problemas que son capaces de identificar sean solo los que causan los demás y que las soluciones las deban aportar y aplicar solo ellos, con sus métodos que prueban una y otra vez, en lo posible sin consensos o diálogos a los que son muy reticentes a propiciar o aceptar, el problema de verdad aquí es que este actual gobierno chavista-madurista no está en realidad dispuesto a ceder el poder que ostentan, sea que acepten y reconozcan el problema que afecta a este país o no, su interés no está en buscar soluciones y/o aportarlas o a dejar que los demás las busquen y/o las aporten o buscarlas y/o aportarlas entre todos, no, su interés es de otro tipo, de otra índole, de otra naturaleza, es harina de otro costal.
De modo, que lo ideal para solucionar los problemas de este país pasa por un cambio de gobierno, mediante los mecanismos y herramientas que nos proporciona la Constitución y las leyes de Venezuela y las que nos dan derecho a ejercer nuestras demandas, otro camino más tortuoso es seguir creyendo en la «buena y verdadera voluntad del gobierno», cosa que es un tanto utópica y soñadora, pero que al parecer es a lo que volveremos a apostar una vez más.
El gobierno de Nicolás Maduro difícilmente convencerá a sus contrarios con desgastados discursos, promesas, compromisos, acuerdos, reuniones, planes, restructuraciones, etc., este gobierno no puede, no es capaz, de generar confianza sino con hechos inmediatos, inéditos, concretos, de facto y palpables que sean sostenibles en el tiempo y desmonten toda la maquinaria de incapacidad, ineficiencia y paja a la que nos tienen acostumbrados, lo que pudiera suponer un inminente cambio de gobierno a corto plazo en un ambiente de paz o una nueva vida para el actual gobierno de Maduro a largo plazo. Lo que parece cierto, es que las innumerables pruebas de ensayo y error de los Socialismos llegaron a su fin con la puesta en práctica del último de los socialismos, el también fracasado “Socialismo del siglo XXI”.