Perromundo es la primera novela del escritor Carlos Alberto Montaner (CAM), reputado intelectual cuya obra y carrera se caracteriza por ser una de las voces disidentes más notorias contra regímenes comunistas y gobiernos de izquierda en el mundo, especialmente el de Cuba, su país de origen. Aunque en principio apoyó la revolución cubana, poco tiempo de ser instaurada la dictadura y al ver los fusilamientos y juicios amañados contra disidentes y “traidores”, Carlos Alberto entró en desacuerdo con el régimen, siendo capturado y condenado a 20 años de prisión. De alguna forma logró escapar y asilarse en la embajada de Honduras, y por medio de salvoconductos y ayudas diplomáticas llegó a Estados Unidos, desde donde sigue escribiendo sus artículos de opinión, ensayos y demás obras sin perder la irreverencia que lo caracteriza.
En primera instancia, la novela nos presenta a Ernesto Carrillo, un insurgente revolucionario que fue apresado y es acusado de asociación ilícita, intento de asesinato y terrorismo, entre otros cargos; en un país que no se nombra –lo que da carácter universal a la obra- y juzgado por un gobierno también sin nombre. Ernesto es confinado en una cárcel ubicada dentro de un inmenso cuartel militar, cerca del mar, junto con 1200 hombres acusados de crímenes similares y que llegaron ahí siendo culpables o no. Durante su estadía en la cárcel, Ernesto debe presenciar ejecuciones, vejaciones, torturas y vivir de manera deshonrosa e indigna en húmedas y calurosas barracas, a merced de las alimañas y enfermedades de todo tipo, además debe emprender una lucha psicológica consigo mismo y sus demás compañeros, algunos de los cuales manifiestan trastornos que naturalmente surgen en el encierro. En un punto de la novela, las autoridades deciden dar inicio al programa conocido como La Doctrina, una especie de adiestramiento al que deben someterse los reclusos a cambio de obtener la libertad física y ser reinsertados en la sociedad. La mayoría se niega de los presos se niega, y el argumento principal de la novela gira en torno a la confrontación que tienen los presos con los militares y custodios de la prisión.
Los eventos principales son ordenados cronológicamente hacia adelante y la narrativa uniforme funge como la columna vertebral de la historia, pero a través de las distintas voces y narradores, Montaner crea diversos ambientes emocionales y psíquicos que ponen al lector en los zapatos de los protagonistas; con la primera persona se dan concesiones al lector para adentrarse en la mente de los presidiarios, recreando de una manera muy acertada lo que podría pensar alguien sometido al cautiverio y la tortura. Con la voz de narrador omnisciente, se lleva de la mano al lector a través de los hechos y con la remembranza, el flashback, la voz interior, se contextualizan los eventos y se definen las causas que llevaron a Carrillo y a otros presidiarios a estar en esta situación, de manera que se responden estrictamente las preguntas necesarias para la consumación de la trama principal. Creo que el autor tiene un pleno dominio de las estructuras convencionales de narración y cambia el sujeto narrador en múltiples ocasiones. Montaner tiene una manera de adjetivar muy ilustrativa, certera, pero también experimenta con nuevas e disruptivas formas de escritura, dándole valor a lo orgánico y onomatopéyico sobre lo académico y correcto, cambiando el ritmo narrativo con frecuencia. Es una narrativa muy temperamental, apasionada, ceñida a los sentimientos de los protagonistas y el autor.
CAM, en la flor de su juventud, tiene muy en alto el talante revolucionario y contestatario, demostrándolo en el empleo del humor mordaz e irónico con el que acuña los eventos suscitados en el libro. De pluma filosa, incisiva y con una gran sensibilidad poética, es evidente -por el ímpetu juvenil con el que se desenvuelve-, que el autor no solo escribió esta novela antes de cumplir los 30 años de edad, sino que la novela es muy autobiográfica: el escritor cubano fue condenado a 20 años de prisión en 1961 por supuestos delitos de terrorismo y al poco tiempo logró escapar de la cárcel. Es más, en algún punto del libro, Carrillo dialoga con otro prisionero y este le manifiesta el deseo de escribir en una novela no lo que sucede en la cárcel, sino la huella que la cárcel ha dejado en su alma. Carrillo también se siente protagonista de esta novela de algún modo, y eso se puede apreciar en sus diálogos internos y la forma en que recuerda su vida antes de ser apresado y cómo analiza lo que sucede a su alrededor. No me extrañaría que CAM pensara precisamente en esto cuando estuvo preso.
Con una acuciosa y precisa descripción y llana crudeza, se pueden apreciar los distintos episodios de violencia de la novela. Montaner narra dichos eventos de una manera realista, no en el sentido de simplemente contar lo que pasa, sino que no se le escapan los elementos que hacen de una ejecución a sangre fría un momento de tensión, de indignación y trauma; añadiendo también reflexiones que giran en torno al absurdo, sentimiento desolador que sospecho se genera en condiciones carcelarias y podría estar influenciado por la obra Albert Camus, a quien se le menciona incluso en algún momento de la novela. Las tensiones entre militares y presidiarios están muy bien descritas y se pueden palpar al momento, hechos que dan a esta novela la emoción y aventura necesaria para no consumirnos en el aburrimiento como si estuviéramos pudriéndonos en la misma galera que Carrillo y sus compañeros.
A pesar de los elementos autobiográficos, considero que Perromundo tiene aires distópicos. La aparición de La Doctrina, un programa de reforma y reinserción de los terroristas en la sociedad, me dejó levemente sorprendido, recordándome en su similitud a 1984 de George Orwell, donde también se sugestiona psicológicamente al personaje principal con la finalidad de que abandone sus ideales y se adapte a las reglas bajo amenaza de muerte. Al referirme a la muerte, no hablo solo de ser ejecutado: el gobierno ofrece la desaparición, exterminación de la persona y sus ideas insurrectas. La novela desarrolla una crítica –sí, soy muy observador- contra el gobierno de Fidel Castro (cosa que Montaner ha hecho durante toda su vida), pero principalmente contra el modelo comunista, opresor y tiránico que se impuso en la isla desde 1960. De manera que por extensión ideológica y de facto, podría hacerse la misma crítica y observaciones con la situación de los presos políticos en Venezuela y cualquier parte del mundo donde existan presos de conciencia.
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