Jorge trabaja de lunes a viernes, de 8 a 5. O al menos eso dice su contrato. La desocupación y el desespero le han hecho aceptar un trabajo de mierda mal remunerado. El 8 a 5 de la semana de inducción se transformó rápidamente en un 8 a 10 la siguiente semana, y en pocos días se extendería también a sus domingos. Su cabello, entonces negro como el de su padre, se ha convertido en tan solo un par de años en una sucesión bien combinada de cabellos oscuros y blancos. Las ojeras hacen mella en su rostro, y la motivación con la que inicio su periplo en la empresa ha mutado en un letargo sólo combatido por la llegada del 15 y último. Jorge es Ingeniero industrial y su familia lo cree un ejecutivo exitoso en la capital marabina. Tiene 28 años, pero el alma quebrada y aparenta 35. Gana 40 mil Bs al mes en medio de la crisis inflacionaria venezolana de mediados del 2015.
Al otro lado de la ciudad, Yanis se levanta a las 6AM. Viene de Biscucuy, un pequeño pueblo de Portuguesa que nadie sabe ubicar en el mapa. Llegó a la ciudad hace dos años para estudiar comunicación social en una universidad privada de la capital zuliana. Su padre chavista, negando la situación económica del país, no le ha aumentado la mesada en un año. Para sobrevivir, Yanis ha combinado sus labores estudiantiles con la profesión más antigua del mundo: la prostitución. En su foto de Whatsapp aparece con la cara tapada por un celular Samsung S5. En su estado, una sola palabra: feliz. Se hace llamar Gabriela, tiene 21 años, pero dice tener 25. Gana 100 mil a la semana y no entiende que es la inflación.
Después de dos años, la frustración ha hecho renunciar a Jorge: le esperan 80mil Bs. de liquidación en RRHH. “¡Qué coño! Me lo gastaré en caña y putas”, dice al salir de la oficina, no sin antes agradecer con modales andinos la oportunidad laboral recibida. Después de dos horas de transporte público, regresa a su habitación de 10 m2 que alquila desde su época de estudiante. Allí, después de reiniciar 3 veces una mini laptop con Windows XP, consigue un aviso en Internet:
“Gabriela. 25 años. Hago tus fantasías realidad: busto grande, cintura pequeña y piernas gruesas. Sólo mayores de 35 años, preferiblemente ejecutivos. Días de trabajo: martes a viernes, de 6 a 10 PM. Sólo atiendo en hoteles 5 estrellas. 100% satisfacción”
“Esta es, de paso la muy hija de puta no se peló ni una sola tilde” – Dice antes de escribirle al Whatsapp. Acuerda la cita para el otro día a las 8 PM. La gracia le saldrá en 20 mil Bs la hora. También tendrá que pagar el taxi y la habitación: total, total – como diría Guillermo “Fantástico” González – 30 mil Bs. Hace las maletas y se tira en el colchón: “Qué cagada, vale verga la vida, 5 años de estudio y dos años de trabajo para que esta hija de puta se lleve la mitad de mi liquidación en dos orgasmos”. Saca cuentas. Le sobra para cenar fuera el resto de la semana y comprar el pasaje de regreso a su pueblo natal.
Al otro lado del teléfono, Yanis no es feliz como su estado anuncia. Quiere dejar la prostitución, pero la situación económica y sus gustos caros no se lo permiten. Se caga en Maduro, se caga en Chávez y se caga en su chavista padre. Saca cuentas. Con los 20mil Bs pagará sus deudas, sacará unas copias y comprará pasajes para viajar a Biscucuy este fin de semana. Lo repite cual mantra tres veces: “este será mi último cliente”. Hace las maletas, se tira al colchón y toma el teléfono: “hablaré con mamá, le pediré el número de mi primo Jorge que seguro me ayudará. Después de todo es Ingeniero y un exitoso ejecutivo”