RUTA 6 – Viaje N° 2 (De reencarnaciones en pajaritos y formas evolutivas de Chávez)
«Estudio Medicina pero al mismo tiempo estudio cosas abruptas, concesiones obtusas de la gracia de los dioses de todas las religiones. Algunos hablan de un refrán que reza que de que vuelan, vuelan. Yo estudio más que la enfermedad, la simbiosis establecida por la vida y la muerte. Un respiro se convierte en existencia o eternidad. Una sílaba, un momento, el aire, la luz, la oscuridad, todo significa algo en una sala de emergencia. Los gritos, el llanto desmedido, las instrucciones, el frío, el calor, los pensamientos, las profecías… todo sabe a guerra titánica entre la muerte y la vida. La primera en combate es la que siempre gana en un hospital venezolano.
La salud pública significa una suerte de burla con carteles publicitarios hartos del rostro de gobernadores pasados, de los nuevos y de un hombre que significó atraso. Hasta ahí llega la salud: una palabra en una valla publicitaria. “La salud es nuestra prioridad” dicen en cada lustro renovado. ¿Tú crees que eso es justo? ¿Es un práctica imparcial que te mientan sin importar nada, sin vergüenza alguna? Las estadísticas acalladas dan un panorama sombrío, apocalíptico.
Tranquilo que nadie puede callarme. Es cierto que la libertad de expresión aquí es tergiversada a libertad de callar pero la genealogía de la gerencia coprológica impuesta me ha llenado de tantas interrogantes, rabia ulcerativa y halitosis socialista que necesito explotar. El estudiar se parece más a una guerra de supervivencia que a una temporada de libertad. Esta marca, Estudiante made in Venezuela, más bien parece un estigma. Aquel que se instruye y cree en el futuro es un paria de este proceso del olvido, desidia y venganza al ser inteligente, porque al intrusismo intelectual aquí se le conoce como oligarquía parasitaria. ¿Qué oligarquía puede existir si todos somos unos escarabajos trabajadores que recibimos espurios sueldos, si somos agentes de un sistema decadente dependientes de un quince y un último? Ellos fueran, quizás, la Oligarquía si tuvieran gente inteligente, pero todos los asiduos son mentes llenas de caca de cerdo. ¿Cómo ellos me pueden decir burgués en un país donde ser estudiante significa objetivo de muerte, sacrificio y donde mi vida no vale nada aunque de por sí, entre nosotros, no tengo nada? Yo no soy nadie chamo. Estudio todo el día y cuando llego a la casa en la tarde sólo es cuestión de paso porque, tras un cambio de uniforme a otro, me voy a trabajar hasta la una de la mañana para recibir una miseria de sueldo. No mantengo a nadie: mi esposa se fue, mi hijo… bueno mi hijo murió. El proceso necesita de niños que no posean sesos, que sean masa perfecta para moldear plastas, sí, plastas. A ellos, que se jactan de buscar la vida del pueblo, no les importó que mi hijo se muriera. Claro, era un bebé de dos años apátrida, burguesito, mariposón, majunche.
Algunos dicen que Chávez murió por minutos y luego resucitó, que está en coma, luego que está en recuperación. Seguidamente comentan dicharacheros que bailó la macarena, meneó la cadera y hasta se fumó un habano con su papá Fidel. También dicen que se fue a tomar un whisky escuchando a Willie Colón, otros que venció la muerte, que es todo un roble. Mucho se habla en los pasillos del hospital, como con todos los pacientes, de una muerte más irreversible que de tal calidad vida, o sobrevida querrán decir. Si llega a morir saldrán almas desprovistas de salvación, tristeza convertida en alabanza porque lo que sucedió es que él se coló como un parásito y se instaló hasta convertirse en una especie de deidad aupado por el rancho mental de la mayoría de aquí. ¿Quién no veneraría a un tipo que te regaló la casa (¿o rancho?), la nevera llena de productos (vencidos), la cocina, el fuego, la computadora; te paga cada mes por aplaudir y gritar sandeces sin sentido y de paso hasta te da la mujer preñada, lista, para que ni siquiera te molestes en acostarte con ella para que no te esfuerces? Un dios populista te da eso y más, te envenena, te infecta con la falta de futuro, con el germen de vivir del presente y del dicho de como vaya viniendo vamos viendo. Algunos aparecerán diciendo que se les apareció en mitad de la noche como los santos anunciadores (o los demonios violadores) o aparecerán testimonios necios de personajes que digan escucharlo en el canto de un ave. Digo yo, ¿no es un síntoma de esquizofrenia socialista el escuchar a los pájaros hablar como Chávez? Eso debe ser un nuevo diagnóstico: Esquizofrenia Chavezoide.
Es que si ese hombre llega a morir, la resurrección será inminente. Claro, una resurrección nominativa: habrá miles de papeles firmados a computadora, imágenes de visitas de todas las familias lame-botas, decretos de medianoche y discursos dados a través de un enviado desde los paradisíacos cielos de la cuban island. Nadie sería capaz de contradecir las señales metamórficas de su espíritu porque un ser con un complejo mesiánico puede cualquier cosa, y cuando lo digo es porque puede hacer cualquier cosa.
El parasitismo que este señor engendró se puede llamar Chavismo o Chaviosis, hermana de la Naegleria Fowleri, te diré el por qué: se presentó en tres formas evolutivas efectivas para surtir su efecto. Primero como un hombre en forma de trofozoíto flagelado, de forma que entró de manera sigilosa en el pensamiento ayudado por los flagelos que representa el Socialismo del Siglo XXI, una forma de pensamiento contaminante en heces literarias y filosóficas. Luego este parasitismo puede observarse en forma de quiste, cuando él ya estaba blindado por el apoyo popular, el de los barrios y alimentándose de la esperanza de los más necesitados de todo, con hambre de atención, con un sueño denominado por él mismo como lo mismo debe tocar para todo el mundo por igual. Estamos claro que simplemente esa condición no aplicaba para ellos. La pared quística estuvo formada por toda esa gente que estuvo resteada con él y por él, qué mejor defensa que el desalojo de toda inteligencia y echar a germinar en terreno baldío pensamientos prefabricados. Por último, su forma infectante fue el trofozoíto ameboide, su imagen de hombre todopoderoso, jefe del monopolio comunista latinoamericano, el libertador de las fuerzas de las guerrillas colombo-venezolanas, el mesías de los pobres. Luego se liberó como un pensamiento envenenado en la psique venezolana, infectando damas, caballeros y niños, de todas las edades y de todas las clases sociales para que, cuando los años siguieran su curso, causara una hemorragia económica y moral, una de las incontenibles. La hipertensión social complicaba la mejora y por el contrario, anunciaba la muerte de un país alguna vez concebido como un paraíso. La hemorragia creció, una de las formas crónica, con necrosis del aparato productivo. Otros lo llamarían la Tormenta Perfecta, yo lo conozco como Socialismo. A veces creo que Chávez fue un enfermo terminal del Sindrome de Hubris. No lo sé, simple conjetura, pruebas varias, delirios indistintos, discursos escatológicos de libertad…
Pero él si se puede dar el lujo de vivir nuevamente, por él hasta le venden el alma de todos los venezolanos a los santeros. Él es el inmortal, el Dios y Señor de todos los poderes de la tierra, y entre ellos la vida y la muerte. Desde que decidí la Medicina como disciplina para mi vida entendí que, aunque no tenemos derecho alguno, nosotros los médicos somos los que tenemos el poder final de adjudicar la vida y la muerte, pero somos todos los venezolanos los que tenemos el poder de la vida o la muerte de un grupo parasitario y con esto no hablo de la oligarquía imaginaria, hablo de los verdes, de los idiotas disfrazados de gobierno.
¿Ellos merecen la vida pero mi Sebastián no? Yo apenas hoy me reincorporo al hospital, o mejor dicho a todo. Aquí donde estoy llevo a un hijo asesinado, asediado por el olvido socialista. Él sí merecía vivir, tal vez sería el próximo presidente o el médico que le salvara la vida a uno; o el ingeniero, chef, profesor, quién sabe. Sebastián salió herido de una balacera cruzada en un atraco. Como pude lo protegí pero la herida en el brazo era grave. Yo, recibí el impacto como tal pero en su camino, la bala encontró primero la humanidad inmaculada de él. No mejoró para nada, una infección le corrió como pólvora. Se complicó el cuadro cuando nada se conseguía y yo perdía el poder de darle vida, sólo dependía del poder del gobierno, de su ayuda populista, del ripio que les dan a las multitudes.
Nadie apareció, nada se le suministró porque existencia no había. La infección no conoce de justicia, eso está seguro. ¿Por qué Chávez tendría más razón de vivir que Sebastián? ¿Qué lo hace pensar que tiene el derecho a la vida si deja morir a miles de personas? Medicinas no había, ni gazas, ni sutura, ni salud, ni nada… ni vida. Este es un país de Patria, Socialismo y Muerte. Me quitaron el poder, el todopoderoso ego de un hombre disminuido por su complejo de inferioridad parasitaria me quitó la vida, mi hijo, mi todo. ¿Quién me dice si un parásito merece vivir en su hospedador? ¿Quién me explica cómo vivir con la imagen de mi hijo respirando por última vez a causa de la negligencia socialista?
¿Quién dirá que escuchó a Chávez en el canto de un pájaro, en el rebuznar de un burro o que lo sintió en el viento, susurrándole las coplas de una poesía llanera, de Barinas? ¿Quién podrá despertar del padecimiento de una parasitosis tan letal? ¿Habrá cura para la mente baldía?».
Me abraza con efusión. No le conozco, ni lo necesito. Es un venezolano, un caso típico. Todos reciben el mismo nombre y un número de estadística imaginaria. Él sigue su camino hacia el Hospital Universitario de Maracaibo. Mientras el colector pide que se acomoden en el pasillo, espalda con espalda yo miro al muchacho, de unos veinticinco años secarse las lágrimas. Son las 2:45 p.m. del martes cinco de marzo de 2013.
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NOTA DEL AUTOR: resumí el punto del medio que nos envolvía por ser irrelevante dentro de la historia, con el monólogo preciso fue necesario para llenar el espacio de una columna. Fue una historia difícil pero real. No sé el nombre del médico y fue una experiencia vivida por una gran amiga, yo sólo me encargué de eliminar a través de palabras (difícil eh) un poco la rabia contenida en la historia real. Pero la exposición estuvo elegante, perfecta, comedida, llena de ese algo que me hizo sacarla a relucir en este viaje N° 2.
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VIAJE N° 3: MARIÍTA Y MARIO.