Érase una vez un hombre que quiso gobernar un país. Lo logró por las buenas después de intentarlo por las malas. Lo eligieron Presidente; pero nunca le dio la gana de serlo. Se convirtió en Comandante y varios títulos a cual mas ridículo de quienes le aguantasen sus divagaciones y su ansia de poder, fuera por convicción o por negocio. Érase un hombre que quiso mandar toda su vida… bueno, parece que lo oyeron en algún Cielo porque el deseo se cumplió. Fue la vida la que se le quedó corta, sin embargo. Érase un hombre que sabiendo que estaba gravemente enfermo se aferró al poder y se presentó a reelección indefinida. Si eso no fue un suicidio —asistido por sus allegados, partidarios y mentores— qué fue? Érase un pueblo que pudiendo pensar y saber prefirió creer e ignorar… van y reeligen a un hombre muerto para que los gobierne. Si esos no son unos tronco de… —mejor me contengo—, qué son? Gracias a ellos tenemos que padecer a su sucesor y su combo, y cuidado si no al sucesor de su sucesor y su respectivo combo.