Poeta chileno Vicente Huidobro a cien años de la aparición del creacionismo

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Por Omar Pérez Santiago, escritor chileno. Cartagena, Chile, Enero, 2016.

Se cumplen 100 años del Creacionismo, una corriente poética de la imaginación que se vincula a la primera época de lo que se dio en llamar las vanguardias, un imparable terremoto, más potente que cualquier otra cosa que se hubiese creado entonces, para que se imaginaran y dijeran cosas nuevas, buscando palabras para provocar una ruptura. La labor –dijo Vicente Huidobro- es crear, imaginar e inventar o ficcionar el mundo.

El chileno Vicente Huidobro tenía cabeza libre sobre sus hombros y con su virulencia y su pasión y su desenfado y en relación a una intensa interacción con otras almas libres, inventó el Creacionismo, junto a individuos que estaban muy cansados de los límites que imponía una sociedad corrupta, endogámica, oligárquica, completamente equivocada. Vicente Huidobro odiaba a su clase social decadente y le dio la guerra a la estupidez de la oligarquía.

Huidobro dio el debate y se lanzó contra la campanilla de los monaguillos, que decían cuando uno debía sentarse o hincarse. Una sociedad parroquial muy podrida, -tan podrida como lo está la nuestra-.
Saldría, con las luchas de años, una sociedad sustentada en ficciones más modernas, más inclusivas. Vicente Huidobro quería imaginar e inventar el mundo, un deseo sencillo y patente. Tal como nosotros creemos que hay que imaginar e inventar o ficcionar el mundo nuestro.
No había manera de detener a Huidobro.
Y Huidobro permanece y está vigente hoy porque la sociedad ahora también está podrida, y es una muy extraña e indeseable sociedad distópica de relaciones cruzadas anti-éticas en que domina el poder del dinero. Una sociedad que hay que reimaginar y reinventar y ficcionar.

Por otro lado, Vicente Huidobro combatió también las estrechas visiones nacionalistas, patrioteras, de corto plazo.  A él lo acusan de afrancesado, de no hablar de la patria, de ser un escapista. De haber copiado de aquí y de allá. Visiones nacionalistas han querido coartar la necesaria  libertad de relacionarse y cooperar con las corrientes intelectuales y artistas internacionales, la única forma en que surgen las grandes ficciones poéticas y las corrientes artísticas flexibles y poderosas.

Vicente Huidobro fue en busca de esa galaxia poética y ficcional, viajó y luego dio vueltas varias veces a esa galaxia poética. Esa Vía Láctea poética y ficcional –a la que pertenecen los escritores y los poetas vivos y muertos- una corteza que cubriría el globo y conecta a toda la galaxia poética y ficcional en un único sistema nervioso.
Vicente Huidobro se movió, viajó y activó los ambientes poéticos creativos, las colonias de creadores que interactúan y se influencian unos con otros. Vicente Huidobro sabía que la teoría de los genios poéticos aislados no existe, o era falsa. Vicente Huidobro creía que las ideas poéticas se producen en ambientes poéticos creativos, flexibles y colaborativos, en escenas creativas y apasionadas,  redes colaborativas abiertas donde las ideas diferentes pueden conectarse.

ULTIMA CAMINATA DE HUIDOBRO
Vicente Huidobro nació el martes 10 de enero de 1893 en Santiago de Chile.
Una vieja media bruja y media sabia predijo que Huidobro sería una gran bandido o gran hombre.
El martes 16 de diciembre de 1947, Huidobro tomó el tren a Cartagena, en la Estación Alameda de Santiago. El ferrocarril recorrió los 108 kilómetros entre Santiago y Cartagena.
En 1618 el capitán español Juan de Cartagena fundó el pueblo de Cartagena, en una playa que le pareció fastuosa. A comienzos del siglo XX ricachones de Santiago transformaron la sencilla caleta de pescadores de Cartagena en un selecto balneario. Levantaron casas que imitaban los acantilados franceses y las divinas playas de Italia. Aquí pasó Huidobro jornadas memorables en la casa que heredó de su madre, María Luisa Fernández Bascuñán.

Cuando el poeta llegó a la estación de Cartagena eran las tres de la tarde y el clima estaba templado, 18 o 19 grados. Desde lo alto de la loma donde estaba la estación, el poeta observó la playa Chica, donde las muchachas se paseaban en trajes de baño «last-tex» y los osados «Catalina», que estaban de moda y causaban furor. Más allá, entre playas, en el paseo peatonal, unos niños compraban manzanas confitadas. Huidobro esperó un taxi. Finalmente repechó a pie hasta lo alto de la colina, maleta en mano y deteniéndose para tomar aliento. Entonces le dio un derrame cerebral. Lo llevaron a su casa de veraneo del poeta, una vivienda de un piso y techo de tejas, de aspecto vulgar y distribución defectuosa, cuyos planos había confeccionado Huidobro. Desde allí veía el inmenso panorama oceánico, puntillas, ensenadas, dunas y pinares.
El poeta estaba inconsciente. En su dormitorio escaso de adornos y cuadros, porque Vicente Huidobro carecía del sentido de la decoración.
Esa casa se llenó de gente.
El día viernes dos de enero de 1948 a las 16:15 murió el padre del Creacionismo. Huidobro vivió 55 años.
¿Fue Huidobro un gran bandido o un gran hombre como predijo la media bruja y media sabia?

NACIMIENTO DEL CREACINISMO EN 1916
Durante el helado invierno de Santiago del mes de junio de 1916, Teresa Wils Montt, una demoiselle encantadora de 23 años, huye del Convento de Preciosa Sangre del barrio Brasil de  Santiago de Chile, ubicado en la Calle Compañía 2226.  Ha permanecido encerrada ocho meses en el monasterio por orden de su padre y su marido que la condenan por adulterio, como si el adulterio fuese una gran cosa.
La ayuda a escapar de allí Vicente Huidobro. Teresa Wils era hermosa. Huidobro dijo que ella era «La más grande que ha producido la América, perfecta de cara, perfecta de cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de educación, perfecta de inteligencia, perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia».
Huidobro y Wils huyen en el tren Transandino, Santiago-Buenos Aires, inaugurado en 1910.  El tren demoraba 36 horas de Santiago a Buenos Aires. Unas 16 horas para cruzar la cordillera de Los Andes y llegar a Mendoza en un coche de primera clase marca Schindler. Y luego del trasbordo, unas 20 horas para cruzar la pampa y llegar a Buenos Aires.
Vicente Huidobro y Teresa Wils tienen la misma edad, 23, vienen de las mismas cunas doradas, son cultos y refinados. Aman la poesía. Ambos odian y les han dado la guerra a sus familias decadentes, controladoras, endogámicas, dueñas de Chile. Ambos son espíritus libres.
Teresa Wils Montt, anarquista y feminista,  conflictuada con su matrimonio y su amante, decide acompañar a su amigo Vicente Huidobro a Buenos Aires.

El Ateneo Hispano había sido inaugurado en Buenos Aires el año 1912, por el catalán Carlos Malagarriga. Se dice que en el Ateneo Hispano de Buenos Aires, el sábado 1° de julio de 1916, nació el Creacionismo.
Allí bautizaron a Vicente Huidobro como “creacionista” por haber repetido en su conferencia que la primera condición del poeta es crear; la segunda es crear, y la tercera, crear. Ese espíritu del Creacionismo ya se había expresado en su poema Arte Poética, sus primeras conferencias La poesía y su manifiesto Non Serviam.
Hasta entonces, Huidobro había publicado los libros Ecos del alma (1911), Canciones en la noche (1913) y Las pagodas ocultas (1914).

Vicente Huidobro tenía vigor de roca. Dejó Buenos Aires y volvió a Santiago. Y vuelve a Buenos Aires con su familia, su esposa Manuela Portales Bello y con dos hijos, Manuela de tres años y Vicente de dos, para viajar a Europa en el navío de lujo, el vapor Infanta Isabel de Borbón, de la compañía Transatlántica española. El barco levó anclas en Buenos Aires el día 2 de noviembre de 1916 vía Montevideo, Rio de janeiro, hasta Barcelona.
Desde Barcelona viajan a Madrid y de allí a París. Vicente Huidobro vivió en París en el número 41, de la rue Victor Massé.
París ya era una fiesta. Es un  momento de eclosión, de un boom artístico, ruptura y aire nuevo  que afecta a pintores, músicos, dramaturgos, novelistas, escultores, poetas y artistas. Huidobro se vincula con todos ellos: Juan Gris, Varesse,  Picasso, Delaunay. Y las corrientes y sus infinitas peleas: Dadaísmo, Surrealismo, Ultraísmo.
En 1918 cruza los Pirineos y viaja a Madrid y se relaciona con Federico García Lorca, Rafael Cansinos-Assens, Ramón Gómez de la Serna, Guillermo de Torre,   Gerardo Diego y Juan Larrea. Huidobro realiza un camino de ida y vuelta: lleva vanguardia y trae vanguardia.
Publica libros en París, en Madrid, en Santiago de Chile; es antologado e incluido en revistas italianas, inglesas, norteamericanas, checas y polacas.
Con Altazor, publicado en 1931, su obra consolida la vanguardia y la belleza transparente, del asombro penetrante.

CARTAGENA
El año 1926 su primer matrimonio terminó y conoció a la que sería su segunda esposa, Ximena Amunátegui.
La historia es un guión de cine. El tenía 33 años, casado 14 años con Manuela Portales, cuatro hijos. Entonces se enamoró de una delicada muñeca de 14, Ximena Amunátegui, heredera de una conocida familia rica de Santiago. El escándalo removió la sociedad. Los hermanos de Ximena lo buscaron para matarlo.
“Lo vamos a matar”, dijeron.
Ximena fue enclaustrada en un convento. Huidobro huye a New York. Su padre no volvió a hablarle.
La cuestión no quedó allí: regresó clandestinamente con un desorbitado plan de raptar a la novia. Ximena pidió permiso a las monjas para ir al dentista. En una esquina de Santiago, en un automóvil la esperaba Vicente. Cruzaron la cordillera de Los Andes y llegaron a Mendoza, Argentina. Luego se fueron a taquillar a París.
Sabemos que fueron felices en Europa. Volvieron a Chile algunos años después. En Santiago tuvieron un hijo, Vladimir.

Huidobro pasó en Cartagena lapsos inolvidables.
Huidobro trajo semillas y forestó el alrededor de su casa. Aquí llegaban los leales de la trupp Huidobriana: los poetas chilenos Eduardo Anguita y Braulio Arenas. Se alojaban en un cuarto sobre el que tenían un derecho adquirido. A veces, se entretenían con eternas partidas de cartas. El juego terminaba en pelotera. Vicente trampeaba. Braulio se enfurecía, se despedía y tomaba la maleta. Huidobro salía tras él, le cogía del brazo pidiéndole perdón. Una vez se trenzó con Ximena. Ella le dijo: “tramposo”; él contestó: “los tramposos son los Amunátegui y el señor Domingo Amunátegui es un señor prehistórico”.
Peleas infantiles que se tomaban en serio.
Pero luego las cosas se pusieron graves.
Un día ocurrió lo inconcebible que lo paralizó como una estatua. Son esas cosas sensibles, duras y tristes, que por pudor, uno quisiera no oír. Apareció un joven poeta argentino, simpático y canchero: Godofredo Iommi. También se empezó a quedar en Cartagena. Todos sabemos lo que ocurrió. No digamos más. El triángulo se prolongó por varios meses. Huidobro no quiso aceptarlo. Se volvió doloroso. A veces, rudo.
Bajoneado se fue a Europa en 1943 en plena II guerra. Entonces, Godofredo y Ximena se casaron. Orgulloso, Huidobro le escribió a un amigo: “Ninguna mala voluntad a Jimena. Cómo voy a tenerla. Ella me dio a mí sus mejores años, su juventud, su primavera y su verano y ahora le da a otro su otoño y su invierno. ¿No es esto una gran finura? Y luego casarse con quien lo hizo es otra finura…su marido es uno de los pocos que no puede dar celos a nadie”.
Se dejaba a ver que el poeta estaba picado.
Su hijo Vladimir dice que su padre nunca se recuperó.

Vicente Huidobro participó en la guerra. Buscó o inventó nuevos mitos, como el teléfono de Hitler, que habría sacado del gabinete del nazi.
En 1945, finalizada la guerra, volvió a Cartagena con el teléfono de Hitler y con una nueva y joven esposa, Raquel Señoret, a quien Huidobro conoció en Londres.
Regresó con el alma malherida. Algunas de las cartas del escritor, muestran amargura.
Su muerte fue pre-sentida. Su hija Manuela se encontró con una clarividente en la calle Miraflores:
“Sufriría la pérdida de un pariente”, le dijo.
Pasaron algunos meses.
El lunes 15 de diciembre Huidobro fue al cine Bandera en el centro de Santiago a ver la película “Las Ferias de las Quimeras” del director francés Pierre Chenal. Salió a las nueve de la noche y le dijo a su amigo Carlos Valdés: “Anda a verme mañana a Cartagena, después ya no me verás”.

La sobria urna de caoba barnizada de negro -del tipo 14, según dijo uno de las pompas fúnebres- se instaló en la austera casa de Cartagena. No tenía cruces, ni cirios, ni flores. El féretro solo. «No seré de los que se ablandan a última hora, pidiendo confesor», había dicho el poeta.

El día sábado tres de enero de 1948, a las 17:30 el funeral inició su viaje, desde lo alto de Cartagena. La bella Raquel Señoret de 25 años y vestida de negro, blanca de piel y azul de ojos, subió al primer auto. «Siento por mi esposo adoración y cariño», declaró a un periodista de La Nación. En otro auto iba su amigo Hugo Montes, en otro la pintora Henriette Petit. Veinte autos cruzan lentamente la playa de Cartagena. Media hora se demoró el cortejo entre la casa del poeta y el cementerio.
En el vano del cementerio de pescadores tomaron la urna Vladimir, hijo del poeta de 13 años, vestido con un traje gris, descubierto y llevando en su brazo derecho una franja de luto; sus amigos Luis Vargas Rosas, Carlos Soto y Carlos Valdés. Caminaron tras ellos: Raquel Señoret, Henriette Petit, los poetas Braulio Arenas, Eduardo Anguita y Jorge Hübner, Hernán Díaz Arrieta, Alfonso Bulnes, el embajador de Francia y el embajador de la república española, los cuatro hijos del primer matrimonio de Vicente Huidobro: Manuela, Vicente, María Luisa y Carmen. Otro grupo de jóvenes escritores, entre ellos dos enriques: Enrique Lihn y Enrique Lafourcade.
Total: sesenta personas.
Dicen que el cortejo erró entre los nichos. La urna fue colocada en una bóveda de cemento.
Desencajados, ninguno de los amigos del poeta pudo hacer uso de la palabra. Salvaron dos diplomáticos: primero, el masón vasco, Antonio de Lezama, representante oficioso del figurado gobierno republicano español. Y luego, el embajador de Francia, vestido de pulcro blanco.
«Es el funeral más barato que hemos hecho. Madera corriente», declaró el de las Pompas al periodista aguja.
Días después, con el permiso presidencial, Manuela sepultó los restos aquí en su propiedad. Quería estar en su heredad, frente al mar, en el pequeño parque rodeado de sus sauces, jacarandas, acacias y flores.

La vieja media bruja y media sabia que predijo que Vicente Huidobro sería un gran bandido o gran hombre, tenía razón.
Huidobro fue un gran hombre con gestos de gran bandido. Inventó, ficcionó e imaginó un mundo.

Huidobro ilustrado por David Cofré.

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