Hace algunos años, en todo el planeta, se viene manifestando cada vez con más fuerza, un profundo rechazo hacia la política como convencionalmente la conocemos. Esa política soportada por las estructuras partidistas que se sirven de su maquinaria para la toma del poder, la conducción del Estado y el relacionamiento efectivo de demandas y respuestas a los ciudadanos.
Este fenómeno responde a muchos elementos, pero el que más destaca; es la incapacidad de los políticos tradicionales y sus estructuras partidistas para brindar soluciones concretas a los problemas públicos. Tal insuficiencia, debilita en el acto, la imagen de una política más racional y equilibrada. Y es natural, que con el tiempo así suceda, ya que los seres humanos tendemos en muchos casos, a identificarnos con los extremos; una vez que las soluciones habituales comienzan a desgastar nuestra paciencia, debido a la falta de respuestas ante nuestras necesidades.
En los Estados Unidos, este fenómeno de la antipolítica, no había tenido menores posibilidades de echar raíces, a pesar, de aquel experimento olvidado de Reagan. Pero desde la proclamación de Trump como aspirante a la presidencia, y luego de aquel primer debate republicano transmitido por Fox News en agosto de 2015, los sondeos comenzaron poco a poco a perfilar, a quien fuera en su momento y hasta el tiempo presente: “la encarnación del populismo, el portador de la antipolítica, capaz de despertar las pasiones más viscerales, escondidas en el miedo y la desesperanza de la gente”.
Subestimado en principio, y considerado por los grupos del establishment: como un millonario corriente de las bienes raíces, con aspiraciones sin sustento, carente de experiencia en cargos públicos, que no era visto hasta el momento, como el hombre que amenaza con derribar el estatus quo (aún vigente) entre demócratas y republicanos.
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Desde su arranque, la resistencia hacia la candidatura de Trump ha sido desde todos los frentes posibles. Parte de sus mayores detractores se encuentran en su propio partido. Demócratas, artistas, deportistas, extranjeros, personalidades políticas internacionales, han alzado su voz de protesta frente a lo que parece la mayor abominación política en la vida de los norteamericanos. Incluso la revista de Economist recientemente ha publicado que si Trump llegara a convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos, estaría incluido entre las 9 principales amenazas para la seguridad global.
Aún así, Trump, a fuerza de trompicones, ha sabido sortear a cada uno de sus detractores, con un lenguaje carente de contenido, pero, insuflado de burlas, insultos, xenofobia, odio y sarcasmo, ha sabido captar la atención publicitaria de unos medios de comunicación que no le quieren, pero que aún así, lo han alimentado, producto del escándalo que desata todos los días. Todos han caído en su juego, ahora no saben como detenerle, Bush, Rubio, Cruz, Sanders, han quedado rezagados ante el despegue de este hábil y oportunista personaje que aparece en la política para traer un mensaje en contra de establishment y sus representantes, con el afán de arrasar con todos si se lo permiten. Recientemente sostuvo que: “ha llegado el momento de quitarse los guantes contra Hillary Clinton».
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Aquí estamos, aunque a muchos les parezca una broma de pésimo gusto, un augurio del fin de los tiempos, la candidatura de Trump, es una realidad que debe afrontarse. Se necesita una lectura política cuidadosa, sin sesgos, que ayude a determinar las motivaciones que están recibiendo las personas, que cada día se suman para confiar su futuro en las venenosas promesas de Trump.
Veamos con más claridad que sucede en el fondo de la política estadounidense para que entendamos lo que algunos autores han llamado: “el efecto Trump”. Encuestas realizadas por el Washington Post – ABC News, indican que 6 de cada 10 personas, un 64 %, opinan que el sistema político de Estados Unidos no funciona, mientras el restante 33 % piensa lo contrario. Otros resultados, dicen que 7 de cada 10 estadounidenses, 72 %, creen que no se puede confiar en los políticos del país.
El portal CNN en español señala en una de sus encuestas, que casi dos terceras partes de los ciudadanos entrevistados, (antes de la matanza de San Bernardino), dicen que es probable que ocurra un acto de terrorismo en el país. Mientras el 81 % está convencido de que los terroristas residen en el país y que viven entre ellos, ocultos bajo sus tradiciones y costumbres. Un 78 % de los entrevistados dicen: que la respuesta de los EE.UU frente a ISIS no ha sido lo suficientemente fuerte, la mayor parte sostiene que tanto republicanos y demócratas son ineficaces ante la amenaza terrorista.
Otro estudio interesante realizado por Flaviana Sandoval en el portal Prodavinci, titulado: “el efecto Trump” indica que los votantes de Trump han recibido con buena lid, el mensaje de la supremacía nacional de Estados Unidos dentro de la geopolítica global y la promesa del retorno a la época dorada; puedo imaginar que tal época dorada ideada en la mente de Trump es: xenófoba, machista, retrograda, aislacionista y destructiva. El diario Wall Street Journal, plantea que uno de los principales rasgos que unifican a quienes apoyan a Trump, es la gran ansiedad alrededor del tema económico, 60 % de estos votantes devenga ingresos por debajo de los 75 mil dólares al año, 55 % son escépticos respecto a las ventajas del libre comercio, y un 81 % considera que la inmigración es negativa para el país. Un 60 % de la base electoral del millonario pone énfasis en un liderazgo fuerte que no sucumba ante los mandatos del establishment, que sea capaz de tomar sus propias decisiones, que no esté amarrado con la camisa de fuerza de los medios de comunicación, y que exprese con sinceridad, lo que las mayorías piensan, pero temen decir, principalmente actuar frente a los políticos corruptos que se esconden detrás de sus formalismos e intereses personales.
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Existen precedentes suficientes que indican el porque la aparición de estos outsiders de la política, uno de los más directos, sin duda, es la crisis de la política en el modelo democrático, que alimentada por la corrupción, la irresponsabilidad, la falta de sensatez política, el divorcio entre la política y el ciudadano, la crisis institucional, las desigualdades económicas y la histeria colectiva, recrean fácilmente las condiciones para que surjan elementos que niegan la política, que se empeñan en torcerla, hasta convertirse en los nuevos artífices de los antivalores. Circunstancial, o no, esto puede causar un enorme daño, y más aún, si estamos hablando del país con más poder e influencia sobre la civilización occidental y el planeta tierra.
Cuando la política está en crisis, la democracia se pone en grave peligro, los radicalismos se hacen parte del sentido común, siendo las emociones las que dictan el camino a seguir. Las puertas de la anarquía quedan abiertas, provengan de la derecha o izquierda, estas manifestaciones de la antipolítica vienen creciendo a ritmo acelerado, en américa latina, ejemplos como el de Jimmy Morales en Guatemala y «tiririca» en Brasil. Marine Le pen en Francia, Recept Endorgan en Turquía, sirven de ejemplos para explicar esta clase de fenómeno.
Tomemos un respiro, y apelemos desde la distancia, con los mejores deseos, que la sensatez prive sobre el pueblo de Estados Unidos en las venideras elecciones de noviembre.
«…los seres humanos tendemos en muchos casos, a identificarnos con los extremos; una vez que las soluciones habituales comienzan a desgastar nuestra paciencia, debido a la falta de respuestas ante nuestras necesidades.» Muy buen articulo, me parece este, mi teoría va por la vía de que pienso que una gran parte de los estadounidenses en realidad son xenófobos, clasistas, racistas y creen ser una raza superior, pero a la vez son diplomáticos e hipócritas y obvio lo que hacen lo hacen a conveniencia de más de un 80% de beneficios para ellos, es decir, tipo Donald Trump, sin embargo, no se atrevían a reconocerlo, pero una vez que Trump lo está reconociendo, entonces es que se ha desatado este «Efecto Trump». Pero, que la verdad no pinta bien porque pareciera ir hacia los lados de los extremismos, radicalismos y fundamentalismos.
@Alfonso Carril: Es sabido y de vieja data que una parte importante de los estadounidenses tienen prejuicios raciales. Pienso que si Trump está teniendo cada vez más seguidores a pesar de sus incongruentes propuestas, es producto de la crisis del sistema democrático y en general de la política de los Estados Unidos. Recordemos que en Venezuela sucedió algo parecido, lo que permitió que Chávez impusiera poco a poco su discurso anti sistema, el cual, estaba amparado por una crisis que llevaba en los calderos de las emociones por más de 40 años.
La gente fue convencida rápidamente y encantada por este discurso -outsider- debido al divorcio de los políticos tradicionales de la realidad del país. Algo parecido tenemos ahora, ninguno de los polos políticos está llenando las expectativas de una población agotada, que cada vez confía menos en la política, por lo que se están abriendo las puertas para la aparición de nuevos personajes que niegan la política, la democracia y sus instituciones, para crear un modelo distorsionado de gobierno que se ampare en una nueva autocracia populista.
Saludos…