«Si ellos se hubieran llamado federales, nosotros hubiéramos sido centralistas» (el “federalista” Antonio Leocadio Guzmán)
Estimo que la gente que necesita de una ideología como patrón de referencia, como una tabla de mandamientos altamente inflexible aplicable a todo tipo de temas complejos (y la economía es uno) ilustra en el mejor de los casos una profunda ignorancia y en el peor pura y simple flojera intelectual. Porque flojo es el que se conforma con una cuchara de un potaje de ideología medio cocinada introducida en la boca, en vez de aprender a cocinar. Ante la incapacidad de analizar datos empíricos y sacar conclusiones “más allá del bien y del mal” el seguidor a ultranza de alguna ideología compra un paquete completo de ideas, paradigmas y prejuicios como el que compra un paquete turístico con todo incluido. Está bien estudiar las ideologías y analizarlas críticamente pero de ahí a meterse en ese paquete… no sé, me parece que hay que hacer un poco de esfuerzo y crear alternativas pragmáticas y tomar las ideologías como lo que son: generalizaciones vagas, promedios romos, que se estiman sobre poblaciones disímiles y/o largos periodos de tiempo. Y es que el diablo siempre está en el detalle.
Que la historia reciente de Venezuela sea una larga suma de ceros se debe en parte a que la intelligentsia de este país ha alternado entre una flojera flatulenta y una ideología inflexible, salvo muy contadas excepciones. Nos dicen que el modelo actual no sirve como si no fuera obvio pero eso no implica en lo absoluto que el opuesto nos sirva. A muy pocas personas aquí les gusta oír aproximaciones a la verdad basada en hechos, no porque prefieran vivir en la mentira sino porque no entienden lo que es un hecho. Algunos no entienden la verdad porque simplemente ésta escapa de su universo cognitivo delimitado firmemente por un muro ideológico, llámese como se llame. Algunos llaman a esto disonancia cognitiva. Otros porque son unos flojos irremediables. No les gusta la data empírica, les da tedio el tener que pensar por sí mismos. Prefieren tomar una narrativa que a primera vista tiene sentido, está bien escrita, no ha sido cuestionada en mucho tiempo y se conforman con torturar algunos números de manera que confirmen lo que ellos quieren creer y que se adapte a sus valores y visión del mundo.
Aquí nos hemos distraído demasiado tiempo con etiquetas y discusiones bizantinas que en nada tienen que ver con la realidad. Y la única realidad que ha habido aquí que es notoria, evidente y demostrable es la de un grupo de forajidos en el poder y su captura, legalizada o no, de la mayor parte de la renta nacional. Que si esto es comunismo, que si lo que se necesita es un capitalismo de verdad, que si es mercantilismo, que si Mendoza es un gran empresario, que si es un monopolista, todo esto es puro onanismo mental. De lo que se trata es del Poder porque el poder en este país está estructurado de manera que el que lo detenta se lo lleva todo.
El pragmatismo es el cementerio donde van a morir todas las ideologías. Aquí sin embargo no ha habido pragmatismo, aquí lo que ha habido son golpes de estado que acaban de un golpe (literalmente) con la “ideología” prevalente. Y es que no podía ser de otra manera porque toda estructura de poder tan concentrada es en el fondo una estructura de violencia. Toda acción genera una reacción de igual magnitud pero de sentido contrario. No hay que extrañase entonces de porque en este país las ideologías no van y mueren en paz en un mar empírico sino son masacradas brutalmente cada par de generaciones.
Es muy importante estar claro en todo esto porque en épocas de cambio, y para muchos empezó mal que bien una hace no mucho, llegan los mercaderes de agua vendiendo el preciado líquido a orillas del rio. Vendrán ríos de tinta de porque Hayek fue un visionario, o Keynes, o Marx, o Rand, y la realidad que es imposible emitir un juicio justo sobre ninguno de ellos porque todos están correctos pero todos también están errados. Por cierto, las vidas de muchos de estos personajes, sobre todo como terminaron sus últimos días, me resultan fascinantes por lo que dejan entrever acerca de estos autores de ideologías varias. Ayn Rand murió cobrando beneficios sociales. Se enroló, un poco a regañadientes es cierto pero entró por el aro al fin y al cabo, en la Social Security y en el Medicare estadounidenses, si se quiere sus bestias negras ideológicas. Mucho antes, a Marx, lo enterraron en el cementerio de Highgate en Londres, área en donde hizo vida y que no es precisamente un área proletaria que digamos, ni hoy ni ayer. Amigo del acaudalado Engels bien pudo haberse ido unos cuantos kilómetros al norte, al Manchester o al Liverpool obrero para vivir un poco más de cerca la mugre y miserias del primer capitalismo industrial. Prefirió escribir desde Hampstead Heath. No lo culpo. Ernst Bloch, discípulo aventajado de Marx y de Teilhard de Chardin, explorador de las fuentes de la utopía, sin embargo acabó sus días no en la República Democrática de Alemania, sino en la Federal.
Hablando de Von Hayek por ejemplo, y solo lo tomo porque me parece que se le pudiera considerar en las antípodas ideológicas de lo que hemos tenido en los últimos tres lustros y no por algo personal, hay ciertas experiencias en donde la ideología neoliberal de Hayek cae en un agujero negro. Y es que más allá de lo atractiva de una ideología o narrativa está el poder de la evidencia empírica.
Por décadas los economista y políticos de las naciones avanzadas han tratado de reconciliar lo que a simple vista parece irreconciliable. El poder trasformador del capitalismo manifestado en el libre mercado lo cual es innegable y la posibilidad de protectores sociales manifestado en lo que en Europa Occidental se llama como estado de bienestar, cohesión social, socialdemocracia, etc., etc.
Sin entrar en detalles por razones de espacio y con un reduccionismo por el cual me tengo que disculpar, la filosofía de Hayek es un liberalismo tipo Adam Smith pero con esteroides. Él fue el que dijo que los impuestos tarde o temprano nos llevarían por el “camino hacia la servidumbre” y eventualmente destruirían la libertad. Su discurso caló profundo especialmente en EEUU donde el mantra de que la mejor manera de elevar el nivel de vida de los pobres es a través de un rápido crecimiento económico y que los impuestos muy altos necesarios para proteger a los más vulnerables a través de políticas sociales acabarían eventualmente con la prosperidad, se ha repetido hasta el cansancio. Los pobres a su suerte, básicamente.
Sin embargo hay una fuente muy rica de data que provee evidencia de que esta defensa a ultranza del modelo neoliberal es más por intereses espurios e ideología que por otra cosa. La evidencia viene de comparar un grupo de economías relativamente liberales que en su conjunto tienen de una baja a moderada carga impositiva con otro grupo de países (llamémoslos “socio-capitalistas” por pura provocación) donde hay altas cargas impositivas acompañadas por un intenso gasto social. En cuanto a fuentes, el reputado economista americano Jeffrey Sachs es uno entre varios expertos que se ha dedicado al análisis comparativo de las economías nórdicas. Pero no es ni mucho menos el único.
No es coincidencia que lo países de baja carga tributaria y altos ingresos son ante todo anglosajones cuyo linaje nos lleva a la Gran Bretaña del siglo diecinueve donde las teorías económicas del laissez-faire fueron dominantes. Estos países incluyen Australia, Canadá, Irlanda, Nueva Zelanda, el Reino Unido y los EEUU. Por el otro lado tenemos un grupo de países con altos impuestos y también de ingresos altos: las social-democracias nórdicas notablemente Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia. El gasto social en estos países es de alrededor un 27% del PIB mientras que es del 17% del PIB en el grupo anglosajón. Una diferencia de casi un 60% en gasto social entre un grupo y otro como porcentaje del PIB.
En promedio los países nórdicos se desempeñaron mejor que el grupo anglosajón en casi todos los parámetros económicos. Las tasas de pobreza son más bajas en los primeros y el ingreso per cápita tomando el segmento laboralmente activo es en promedio más alto. No, no sirve decir “claro si logras trabajar ganas más en promedio en los países nórdicos y es que al fin y al cabo son más caros. La cuestión es “esa” pana, que logres encontrar trabajo”. De hecho las tasas de desempleo son similares, un poco más alta en los países nórdicos pero no lo suficiente como para explicar el mejor ingreso per cápita en ese segmento poblacional. La situación fiscal es más sólida en el grupo nórdico, de hecho son comunes los superávits como porcentaje del PIB. Esto en países como EEUU o el Reino Unido es impensable, a pesar de los recortes sociales en el último bajo el gobierno conservador de Cameron.
A pesar de esta sobrecarga tributaria, los país nórdicos han mantenido su dinamismo. Lo más importante para esto es que gastan generosamente en investigación, desarrollo y en educación superior. Todos ellos, pero especialmente Suecia y Finlandia han tomado sin complejos la revolución tecnológica, en particular en informática y en telecomunicaciones y han logrado en estas áreas ser competitivos globalmente. Paralelo a esto, el grupo nórdico ha mantenido un nivel de gasto social sin precedentes sin esto representar ningún detrimento a lo que son de facto economías abiertas, competitivas y basadas en el libre mercado. Las políticas laborales entre otras cosas destina recursos al grupo de trabajadores peor pagados y a aquellos individuos que estructuralmente son difíciles de emplazar en el mercado laboral para que trabajen en el sector servicios. Específicamente en áreas altamente correlacionadas con lo que incrementa la calidad de vida de una nación léase cuidado infantil, salud, y cuidado a la tercera edad y discapacitados.
El resultado para los hogares en la base de la pirámide de distribución de ingresos es extraordinariamente bueno, especialmente cuando se le compara con el equivalente en EEUU donde un espíritu de mezquindad parece haberse apoderado de las políticas sociales de ese país. Los EEUU gastan menos en bienestar social que casi todos los países ricos en general, en particular en lo que se refiere a ayuda a la pobreza y a los discapacitados. Por el otro lado obtiene a cambio por lo que paga: la más alta tasa de pobreza entre todos los países ricos y una población presidiaria que no para de crecer. De hecho, y tomando el gasto público en salud, debido que a éste se ha reducido espectacularmente por décadas (y solo de nuevo empieza a crecer tímidamente bajo Obamacare) los EEUU pueden jactarse de tener un servicio de salud altamente privatizado siendo de lejos el más caro del mundo (en promedio el doble per cápita que en los países europeos) pero con resultados mediocres si de nuevo se le compara con cualquier servicio de sanidad público de la Europa Occidental.
La ideología de Von Hayek falla, como me temo toda ideología, si su intención era la de ser una superestructura aplicable en todas partes y bajo cualquier circunstancia. Hayek estaba equivocado, en democracias fuertes y consolidadas, un gasto social generoso no es la vía hacia la servidumbre sino más bien puede serlo hacia la igualdad y justicia social sin esto quitarle un ápice al potencial económico de la nación sobre todo si se mide en términos de competitividad internacional.
“Ah bueno es obvio que aquí tenemos que hacer como los noruegos, al fin y al cabo ellos también tienen petróleo y bla bla bla”, es la conclusión que muchos, quizás, sacarán. Lo primero sin embargo que hace una persona pragmática es dudar de la transferibilidad de resultados de un lugar a otro. La realidad es que lo único que esta experiencia demuestra es que el único modelo que sirve es cuando un país tomando sus propias circunstancias, historia, calidad institucional, costumbres y quitando de lado despiadadamente cualquier tipo de ideología se enfoca en lo que tiene sentido, en lo que *le* sirve, en lo que está sustentado por evidencia objetiva y sobre todo en lo que es sostenible. Lo más importante es que el modelo que se implemente, cualquiera que este sea, tenga capacidad de retroalimentarse y de auto-corregirse. Como dicen en ingles “no-nonsense”. El modelo nórdico puede que no sirva en Venezuela, esto no lo sé, pero si hay algo valioso que sacar de esto es como cuando se aparta la ideología (pero se es consciente de ella) y se es creativo pragmáticamente no hay problema por más grande que sea que no se pueda atajar. El pequeño detalle que hay que resaltar es que los países nórdicos a principios del siglo pasado eran pobres de solemnidad. Cientos de miles de suecos por ejemplo emigraron a finales del siglo diecinueve y principios del veinte por razones sobre todo económicas. No hay destino nacional escrito en piedra.
El modelo hay que optimizarlo pero en la búsqueda de este modelo ajustado a la realidad venezolana se deberían de hacer preguntas claves. Preguntas que no necesariamente nos tienen que llevar a maximalismos pero que al menos nos marcaran la ruta correcta:
- Cual debería de ser la relación del estado con el único recurso que podemos vender internacionalmente en cantidades industriales y en dólares. Este es el petróleo.
- Cual debería de ser el papel de los militares en la sociedad. Y esto incluye la posibilidad de que no hagan más falta.
- ¿Es necesario el sesgo presidencialista de la democracia venezolana?
- ¿Se necesitan oligopolios y monopolios, sean de quien sean para una economía productiva y prospera?
- El proteccionismo de empresas nacionales. ¿Decisión táctica o estrategia a largo plazo?
- Cual debería de ser la visión de la política agroalimentaria. Verdadera base de toda economía bien diversificada y generadora de idiosincrasias más aptas para la vida en sociedad. Además de ser estratégicamente vital. Siempre he defendido que si Venezuela cambiara todo su actual estamento militar, con todas las armas, Sukhois, etc., etc., etc., por un sector agroalimentario productivo y con tecnología punta sería un país infinitamente más seguro e inclusive “militarmente” más poderoso de lo que es ahora. Hay que cambiar a flatulentos inútiles que desconocen el olor de la pólvora por profesionales del campo que amen el olor a bosta y a mastranto. Poner a trabajar a los primeros en lo que es dominio de los segundos tampoco es solución, más bien es estúpido y contraproducente.
Termino con China que me gusta pensar que no cambio por el capitalismo. China, pienso yo, cambió por esta frase atribuida a Deng Xiaoping: “que importa el color del gato si igual caza ratones”. Los chinos hicieron lo que había que hacer tomando de aquí y de allá, incluyendo una versión del capitalismo altamente desdeñosa de cualquier tema social o medioambiental (más que cualquier otra versión Occidental contemporánea). El resultado de este mejunje poco ortodoxo fue la posibilidad de conservar su estructura totalitaria de poder además de sacar de la pobreza más grotesca a cientos de millones de personas. ¿Es perfecto el modelo? No, para nada. ¿Es lo que a mí me gustaría para Venezuela? No. ¿Es mejor que la China comunista de Mao? Infinitamente. ¿Les ha servido el modelo a ellos hasta ahora? Ciertamente, la mejor prueba es que empiezan a quejarse abiertamente de que no sirve, de sus fallas terribles, de sus contradicciones, si bien ninguno pasa hambre, ninguno hace cola para comprar papel higiénico, ni ninguno se muere en sus propios excrementos y orines como hace no mucho pasaba con trágica frecuencia.
http://patanium.wordpress.com
Buen artículo para la reflexión. Las conrtadicciones humanas inevitablemente se manifiestan en los modelos político-económicos. Valoras el gasto social en los Nórdicos pero acotas que en democracias fuertes y establecidas no hacen daño. La cosa es saber si hay algún país que haya llegado a esa condición.
Creo que la meta es que cada persona se haga responsable «a muerte» de su vida y de allí en adelante que nazcan los programas sociales. No antes.
¡Claro! Los paises nórdicos son de hecho democracias fuertes y establecidas, entonces si hay países que han llegado a esa condición.
Estamos de acuerdo que lo más sostenible es un sistema de abajo hacia arriba en donde al amor propio, la responsabilidad individual, la ética y la solidaridad se agreguen para formar algo más grande que la suma de sus partes.
Exacto, aquí cambia la cabeza (ideología) pero no el animal (concentración de poder, coerción y violencia).
Y en cuanto al no pensar por sí mismo y preferir el potaje de ideas vagas sin cuestionar sólo porque ya están enlatadas, me acordó aquella obra de Henrik Ibsen (en «El Enemigo de la Gente») que decía:
«Hay tanta falsedad en la casa y en la escuela. En la casa no puedes hablar y en la escuela te tienes que parar y mentirle a los niños (…) ¿Qué verdades apoya la mayoría? Las que ya son tan viejas que están empezando a romperse.»
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Y no estoy tan seguro (mosca, no es imposición ni presunción, es visión personal) de cuán bueno les esté resultando a éstas alturas a los nórdicos el modelo de hiperapertura y beneficio social extendido, Suecia por ejemplo está teniendo problemas con los inmigrantes que ahora buscan beneficiarse y están creando caos por allá:
Ejemplo-1: https://sputniknews.com/art_living/20160809/1044084945/sweden-child-prostitution-migrant-crisis.html
Ejemplo-2:
https://sputniknews.com/europe/20160905/1044983695/sweden-age-verification-refugee-children.html
(¡ojo! estoy de acuerdo con la solidaridad, pero no con la permisividad porque es «políticamente correcto» para ganar votos obviamente)
https://www.theguardian.com/commentisfree/2016/nov/14/neoliberalsim-donald-trump-george-monbiot