El chavismo como movimiento meramente anti-elitista y de inspiración marxista propugna una lucha de clases en contra de la burguesía tradicional. A pesar de que Marx no lo pensó así originalmente, a mí me gustaría ver la lucha de clases como una lucha entre una clase oprimida pero no necesariamente incompetente y una clase rentista, es decir una clase que usufructúa grandes privilegios por mera inercia histórica pero que quizás es incompetente, burda y pacata. Al menos una parte de esta ecuación se cumplía en este país. Esta dinámica además de ser fundamentalmente injusta, en el largo plazo es inclusive contraproducente para la misma burguesía tradicional porque en este tipo de dinámicas se remueve todo incentivo en la sociedad para progresar y se crea un caldo de cultivo ideal para populismos y revoluciones fallidas varias.
Yo no tengo nada en contra de esta lucha de “competencias”. Es más, a un nivel micro estoy cansado de encontrarme en mi vida laboral a jefes, superiores y CEOs que no deberían de estar ahí. Que son unos completos inútiles llenos de malas ideas (y llenos también de otras cosas más fétidas). Enchufados pues. Estoy seguro de que no soy el único. También, gracias a Dios, me he encontrado a grandes mentores de los cuales he aprendido montón y de los que no me queda ninguna duda de que están donde están por méritos propios. Lamentablemente esto ha sido la excepción más que la regla.
Sucede que la empresa privada no es democrática per se y ni siquiera representa una meritocracia perfecta así que o lo acepto o monto mi propia empresa. La gran paradoja de todo esto es que la evidencia empírica muestra como la empresa privada tiende a manejar y distribuir de manera mas eficiente todo tipo de recursos. Esto es un hecho incontestable. Y sin embargo son organizaciones profundamente anti-democráticas a pesar de que algunas se disfracen bajo el manto de la meritocracia y otro tipo de onanismos mentales. Nadie duda de que la empresa privada ha llegado a esa manera de organizarse por ensayo y error, es decir, bajo un proceso evolutivo (lo que implica retroalimentación) en donde solo las empresas mejor adaptadas sobreviven. ¿Quién soy yo para cuestionar esto cuando mi mera existencia se debe a procesos evolutivos parecidos? Pero también, ¿cómo es posible que se hable de que la mejor manera de conducir el destino de una nación es bajo un régimen democrático cuando compañías, algunas tan grandes y con tanta riqueza como países enteros, se conducen (y muy bien) bajo un régimen organizacional que haría palidecer a muchos regímenes tildados de fascistas y dictatoriales? Yo no tengo todas las respuestas a esto pero es interesante y ciertamente es para ponerse a pensar. ¿En verdad creemos que bajo un régimen democrático y de libertades súbitamente las cosas se van a conducir mejor cuando bajo un régimen democrático, luego de décadas de ensayo y error y aprendizaje adeco-copeyanas, con un país más productivo que el de ahora, nuestro colofón de oro colectivo fue el chavismo?
Por el otro lado el chavismo ciertamente nos ha mostrado con abundante evidencia (por ejemplo con cientos de empresas expropiadas durante estos tres lustros, etc.) la otra cara de la moneda. Basta ver el triste y patético destino de Corpoelec, Cemex, Fama de América, Agroisleña entre otras empresas donde un nivel organizacional bajo tomó a los coñazos las riendas operativas de estas empresas destruyéndolas en el proceso. Bajo un movimiento que se vendió como de “abajo hacia arriba” y que algunos perro-flautas llaman “grassroots movement” y otros tantos lo asocian con procesos verdaderamente democráticos, la realidad es que se sustituyó quizás cierto grado de incompetencia, injusticias y la ilusión de falta de meritocracia por una combinación nefasta de aun más incompetencia añejada con resentimiento. No solo eso sino que además el resentimiento que con tanto esmero promueve este régimen es un grave impedimento para aprender de los errores propios. A un resentido le es imposible aprender porque admitir y corregir el error, fundamental para aprender algo, se lo toma como una concesión, como una claudicación, al objeto de su resentimiento. De ahí que mucha gente no termine de entender y se rasque la cabeza ante la incapacidad de este régimen para rectificar en algo. Muchos lo confunden con radicalidad pero lo único radical aquí es el nivel de resentimiento.
Ya no es tanto cometer errores sino la nula capacidad de corregirlos. Esta mezcla de resentimiento con incompetencia ha sido la materia prima de esta revolución y con la que se pretendía sustituir lo “malo” que había antes. El chavismo al menos a mí me confirmó lo que siempre intuí; que las cosas antes no servían y había muchas injusticias y tal pero el detalle que no fuimos capaz de ver en colectivo es que la sociedad como un todo quizás había llegado a su punto óptimo hace ya mucho tiempo porque la alternativa, es decir, darle el poder de conducción a los otros, a los supuestos oprimidos, ha resultado en una crisis sin precedentes en la historia de este país. El problema no era uno de oprimidos y opresores, o de buenos y malos, o de clases privilegiadas o no, todo eso es verdad pero lo fundamental más bien fue que el espíritu y las capacidades de la nación como un todo, la visión de sus elites políticas y empresariales, las aspiraciones y el imaginario del pueblo llano, etc. no daban para más y en vez de dar el siguiente salto de envergadura hacia adelante, con todas los sacrificios que esto conllevaría, bajo un nuevo pacto social en donde cada clase cedería de acuerdo a sus posibilidades, la nación prefirió poner todo patas arriba en la falsa creencia de que se estaba corrigiendo una “injusticia histórica” (y también hay que decirlo porque le resultaba más fácil a las elites proceder de esta manera. “A éste con dos güisques nos los ganamos” pensarían con frecuencia). Para llevar a cabo esta hazaña justiciera no se pudo elegir a mejor líder además en fina sintonía con el zeitgeist del momento: Hugo Rafael Chávez Frías, proveniente de la periferia espacio-temporal, un verdadero outsider, incompetente en su dominio (dos golpes de estado fallidos y sin mayor prestancia en su carrera militar aunque hay que admitir que la mayoría de los militares en este país son unos bates quebrados. No sería el más inútil entre los inútiles pero si recayó en una institución que tiende a concentrar a los peores de esta sociedad). Quizás si hay algo que se pueda reprochar al haber escogido a este líder justiciero fue su falta de afición por el güisqui. Dicen que si a Hitler lo hubieran aceptado en la academia de arte que con tanta frustración trato de entrar, la Segunda Guerra Mundial y sus cien millones de muertos hubieran sido evitados. ¿Cuánto nos hubiéramos ahorrado de Chávez haber compartido la afición alcohólica de sus compatriotas por el néctar escoses?
¿Sabía el chavismo de esta triste realidad con la que se encontraría? ¿Asumió un periodo de tiempo de “aprendizaje” para la clase emergente a pesar de los costos sociales? ¿De cuánto tiempo estamos hablando antes de claudicar ante la Historia? ¿O ni siquiera recayó en esto asumiendo que “cualquiera puede pilotear un F16”?
¿Es el chavismo irresponsable, ciego o inocente (por no decir estúpido) al haber creado esta bola de nieve rodante sin prever las consecuencias? ¿O es una combinación de todo lo anterior?
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