UNI 6 – VIAJE V.I.P. (NARRAGONIA Y SUS PLAYAS)

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He de decir que los viajes no son placenteros. No, para nada. Si viajar en una Ruta 6 en hora pico es sentirte algo parecido a un insecto, hacer lo mismo en una Uni 6 es indescriptible. Menos espacio, más contacto interpersonal, más violación de los derechos de todo ser humano de sentirse así: ser humano, no puerco para el matadero.

Cuando menos lo imaginé me encontré con un antiguo amigo que, por situaciones como mis estudios y demás musarañas de la vida cotidiana, no veía desde de ocho meses más o menos. Estaba cambiado. Delgado, con ojeras, el labio inferior con un temblor nervioso pero aún con su indiscutible buen humor. Vaya paraje para reencontrarse con una amistad de los años de la pubertad, sobre todo la calcomanía de un gato que nos miraba desde el tablero. Aún no no entiendo que hacía eso pegado ahí. Cosas de ese mundo fantástico que es una buseta en Venezuela. Transcribo dicha conversación sin más que acotar.

Bueno, sólo una cosa: raramente, aquel día, el conductor no llevaba vallenato. De fondo escuchábamos el mejor stand-up comedy del país: las noticias políticas.

***

Pero si todo está bien, ¿Qué haces con ese montón de carpetas, hijo? Eso, amigo mío, en este autobús es viajar en modo extremo.

Lo sé pero no me queda de otra. Es que, si te pones a ver, va a ser lo mismo que agarre un taxi. Vivir en Venezuela se ha convertido en una suerte de competición de supervivientes.

Supervivientes, sobrevivientes, la historia es la misma y se repite. Yo estoy tratando de llevar adelante una columna que a la final no sé si la encasillo en una columna de crónica o de opinión (no, esta última no me suena mucho) y me gusta contar esto, lo que vivo cada día. Quiero decirle al mundo lo que ahorita callan todos. ¿Tú sigues con tu carrera política?

No. Esa vaina se acabó hace rato. Aquí no vale ser político de joven. Ya la política se quedó repartida en las tumbas de los partidos. Los lapidarios aún tienen secuestrada la libertad de tener palabra y consentir o negar un planteamiento. En este país cada quién construye la verdad como le viene en gana y así alimentar la paranoia y el trastorno disociativo. Y a la final todos convertimos al país en un manicomio. Nos comemos entre nosotros y las ideas que prevalecen deben ser las de nosotros. Por eso me salí de la política y los partidos. Yo pensaba que me la comía haciendo política de calle. Recorriendo realidades como les encanta llamarlos. Aquí me ves: consumido a mis incipientes veintiún años. Consumido por el tiempo, la rabia y las negaciones. Yo no valía para el partido. Bueno, ni yo ni cualquier joven que piense diferente, que quiera reinventar el paradigma.

Pero Franco, déjame ver: desde los dieciocho te lanzaste a la causa (no quiero mencionar al partido porque sé que te ofendería más) y ahora reniegas de la oposición y de todo. ¿Cómo se come eso? ¿Saltaste la talanquera acaso? No me vayas a dar una decepción que bastantes tengo ya.

¡Ja! Más quisieran. Yo simplemente me di cuenta que en el negocio actual del mando gubernamental no cabe la juventud. Sólo somos el slogan del 12 de Febrero y ya. El público, las focas y los loros. La juventud de los partidos no busca instruirte, busca destruirte, a ti y a lo que crees. La necesidad de adoctrinamiento, de involucionar porque sí, de seguir al pie de la letra lo escrito en piedra así nos aproximemos al barranco y a la puerta del infierno. Aquí todo se vale de un nombre, de la fama y la popularidad. El pensamiento venezolano se vació y, en cambio, se llenó de flashes, vanagloriados talentos y circos por doquier. El venezolano vive por inercia, el periodismo reboza en ese amarillo que tanto nos gusta. Porque todo lo que brille, lo envidiamos y hablamos mal de él. Así pasa en la política: todo se resume en ser un nombre que represente un partido. Ahí queda todo. En el nombre vacío y las ilusiones de los votantes quemadas junto al fuego.

Yo sé que estás estudiando filosofía y ciencias políticas, ¿verdad? ¿Entonces de qué te vale ese conocimiento aquí si dices que lo único que importa es la fama? Yo lo he visto también. Es que en Venezuela el espectáculo se arrima como quien no quiere la cosa y ¡pum! Se te olvida por qué estabas enojado. Sólo deben pasar algunas horas para que recuerdes por qué querías romper la calle en protestas. Pero la campaña de la esperanza te cachetea y el espectáculo te hace olvidar y luego comienza de nuevo.

Exacto. Traté de hacer varias campañas. Quería mostrar que como pueblo podemos unir fuerzas y luchar. Pero basados en la verdadera historia, no la manipulada. Todo el mundo tiene la historia más usada que una prostituta vieja. Pero la campaña esperanza truncó los planes. Se venía lo del Revocatorio y es mejor darle esperanza a la gente en gotas que soltarles el río de realidad y futuro. Así es como se mueven las cosas aquí…

Todo se queda en el discurso, nada en piedra. Todo es para figurar en primera plana (ya ni de un periódico en físico sino en la web). Políticos haciendo farándula y los artistas haciendo política. Los brujos haciendo gangas en sus ofertas y los periodistas vendiendo esperanzas al por mayor. Esos sí las venden. Los titulares te matan de la alegría. Ese ¡YA CAYÓ!; ¡NO VA A DORMIR COMO UN BEBÉ!; ¡YA SE FUE!; ¡REVOCADO Y PA’ FUERA!

¡Ja! Es cierto. Quién no sabe de lo que sucede a diario y tiene un conocimiento mínimo cree que ya tenemos un nuevo gobierno y que nadie inventa profecías porque ya todas se cumplieron… y así, usted pare de contar todas las triquiñuelas que el venezolano ha hecho para ganar dinero a cuesta de la crisis. La esperanza es el bote de locos que nos lleva al foso, a la tragedia idiosincrática de este pedazo de tierra que se perdió en medio de las luces, el maquillaje rojo y los actores mal pagados. Esto es una locura.

Aquí no hay nadie que nos salve sino nosotros y la verdadera unidad del venezolano. Que la cultura de verdad siembre los valores que en 17 años fueron cercenados. Una lobotomía ideológica que nos robó la capacidad de ser seres pensantes y, en medio del conflicto, nuestra propia voz se confunde en el bullicioso de una batalla quijotesca contra molinos que nos dejan absortos en la gigantesca lid que nos depara: nuestro propio miedo a volver a ser humanos.

Lo sé. Esa es nuestra principal batalla. Y si te soy sincero, aquí y ahora estamos perdidos. La gente se equivocó al elegir, al creer, al poner en manos de rufianes el sendero de un territorio que los jóvenes soñamos que sea próspero. La nueva oposición es un circo y al gobierno se le acabó el pan. Vienen de la misma escuela, algunos más estudiados que otros pero con los mismos sueños de poder agrandar sus gónadas en dólares ajenos. Todo el mundo necesita que hablen de ellos. Para bien o para mal, les vale lo mismo. Lo que buscan es el reconocimiento, que les alimenten el ego y la fama que puedan tener. Porque para eso está este nuevo prototipo de venezolano: con tal de salir en tv, radio o cine soy capaz de todo. Y cuando digo de todo (incluyendo la ineludible vergüenza y analfabetismo que reina en la mayoría de los habitantes), me refiero a todo con tal de seguir alimentando la campaña esperanza pensando que por el camino que vamos, vamos bien. El azogue patriota nos lleva a cometer errores, entre ellos el de pensar que sólo los políticos tienen el poder de cambiar el país. El desastre vino avisando pero con la burla (para esconder el miedo) que tanto le encanta al venezolano, la sociedad perdió su tensión, su estructura y la acción quedó ligada a la inercia, a patrones propios de una sociedad borracha con la Distopía de los pueblos latinoamericanos. La anomia es nuestro sustento diario y el único dios al que le hacemos reverencia.

Pero vamos a ser positivos y pensemos que algo vendrá. Algo bueno. Sí, la campaña esperanza del revocatorio seguirá hasta el fin de los días y los titulares seguirán empantanando la mente del venezolano. Yo sé que todo se está acomodando para algo grande, algo que podremos construir tú, yo y los que de verdad estemos dispuestos a construir un país. […] ¿Ya te bajas? Bueno, fue un placer haberte visto. Contáctame por las redes. Tal vez en estos días le cuente a la gente sobre ti. Total, lo importante aquí es decir algo aun así tú nunca hayas existido.

Todo es para figurar, para decir que vivo dentro de este país de farándula política.

***

Lo último que me dijo antes de bajar (y que no lo incluí por miedo a errar) fue una frase parafraseada de un artículo de Álvaro Vargas Llosa para el semanario ABC de la Semana llamado “Venezuela: la transición maldita” y que paso a citar textualmente para cerrar este viaje V.I.P. a Narragonia y sus playas: “Todo parece estar en su lugar para que la América Latina democrática recupere a la patria de Bolívar y de Rómulo Betancourt que se le escapó por 17 años. Pero la transición es una casa maldita que necesita una conjura.”

Nos seguiremos leyendo mientras sobrevivan las unidades de transporte de un país “nacido en prehistoria”.

He de agradecer en parte a José Barroso pues su crónica “Se venden brollos (y se ponen ampolletas)” me hizo comprender parte del contenido de esta columna.

Gracias poeta.

 

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RUTA 6: VIAJE N° 9 (MISIÓN A TODA VIDA MUJERZUELA).

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