Por qué Venezuela no aprenderá de esta experiencia

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Hay un lugar común que dice algo así como que los pueblos necesitan pasar por eventos traumáticos para que haya un aprendizaje colectivo que les haga alejarse de las malas prácticas que los llevaron a esa situación. Desde que comenzamos a sospechar de la verdadera naturaleza del chavismo, a la vez que verificamos la insistencia necia del electorado venezolano de obviar las fatídicas predicciones y el más inmediato empeoramiento de su realidad cotidiana, muchos nos hemos refugiado en esta idea de la cultura popular buscando consuelo e ilusionándonos con la esperanza de que al menos todo esto tendría algún tipo de resultado positivo.

     Sin embargo, y no en tono de pesimismo crónico que es con lo que suele confundirse la honestidad intelectual en tiempos difíciles, hay que reconocer que esta idea no es cierta. Que ni siquiera tendremos ese consuelo, ese macabro premio de consolación de que al menos se destruyó un país para que aprendiéramos cómo no volver a destruirlo y nos vacunáramos de futuras insensateces colectivas.

     Es una conclusión ampliamente aceptada en la filosofía de la ciencia y respaldada por la psicología y la neurofisiología, que toda observación presupone la existencia de una especie de teoría previa. Algo que indique a nuestra mente qué buscar en lo que se observa y que le pueda otorgar un significado, una posición relativa en el esquema de relaciones pre-existente que llamamos mente. Sin este esquema ninguna percepción sería posible. Creo que era Karl Popper, el prestigioso filósofo de la ciencia que demostró el siglo pasado la imposibilidad de un inductivismo puro en la ciencia, quien ponía un claro ejemplo para ilustrar este punto: abría una ventana y le decía a su interlocutor: -¡Mira!… Después de un rato este último impaciente exclamaba: -¿Qué cosa? Finalmente el primero decía satisfecho: -¡Exacto! Ilustraba así la ingenuidad de la creencia en que a través de la mera observación, los datos percibidos podían auto-organizarse en la mente produciendo una teoría, una significación. Por el contrario, para la observación se requiere algo que nos diga qué buscamos, algo que haga que emerja algún modelo significativo ya existente para que nuestra mente lo reconozca en lo experimentado, que discrimine entre atributos irrelevantes y otros significativos y que al final sea lo que atribuya un sentido, que sea el esquema en el cual y con respecto al cual coloquemos y dotemos de significación aquello que vemos.

     Esta “teoría” -en un sentido de esquema previo de clasificación con respecto al cual se atribuye una significación a todo lo percibido- se manifiesta en muchísimos niveles en nuestra mente: desde una predisposición interpretativa orgánica hereditaria para clasificar y por tanto atribuir significado a las más elementales experiencias sensoriales, hasta la más formal y explícita teoría científica que reemplaza el esquema intuitivo de cosas que formamos a lo largo de la vida en nuestra mente por otro más refinado, más explícito y más correcto sobre lo que podemos encontrar en el mundo exterior. En este amplio rango de  jerarquías de “teorías” que usa nuestra mente como única forma de interpretar la realidad filtrada por nuestros sentidos, están todos los esquemas que usamos en nuestra vida cotidiana para ser funcionales y adaptarnos a las imposiciones del mundo exterior. Es decir para entenderlo y responder apropiadamente. Ahí se encuentran todos nuestros prejuicios, nuestras preconcepciones ingenuas, toda la cultura popular de la que hemos bebido, todo lo aprendido al interpretar la experiencia. Y el aprendizaje no es otra cosa que reemplazar, conscientemente o no, estos esquemas iniciales por otros en función de lo que la reflexión y la experiencia nos vaya demostrando que sean más exitosos, o para seguir abusando del lenguaje, más correctos. Pero esto es inevitable que se haga partiendo de la teoría previa que dio significado a lo experimentado y que permita por ejemplo refutarla o fortalecerla.

     Cuando hablo de “teoría” no quiero sugerir en todo caso una formal teoría científica sino todo punto de partida para clasificar lo percibido. Tampoco sugiero en ningún momento que toda “teoría” deba ser correcta en el sentido de que se corresponda perfectamente con el “verdadero” funcionamiento del mundo exterior. Tan sólo que debe existir siempre como un marco contextual para interpretar después lo que se experimenta, porque si no, ninguna experiencia, ni ningún acontecimiento mental es posible. Un aprendizaje correcto o exitoso sería aquél en el que la experiencia o la reorganización explícita a través del esfuerzo intelectual, de la reflexión, reemplace las teorías o esquemas anteriores por otros que nos permitan adaptarnos mejor al mundo externo, que se correspondan mejor con este. Pero mientras esto no ocurra, la realidad la seguiremos interpretando con las teorías que ya teníamos, sean explícitas o no, sean formales o no, y muy especialmente, sean correctas o no.

     Y es esta última afirmación la que vuelve a conectarnos con el tema de este artículo. Si creemos que una danza indígena provoca lluvia, pero se hace y no llueve, siempre podrá decirse, atendiendo a esa “teoría”, que la conclusión es que la danza se hizo mal o que no la hizo un verdadero indígena. Si pensamos que el mundo es plano y que más allá de los mares hay un precipicio, siempre se podrá explicar con esa “teoría” que si un barco no regresa es porque se perdió al caerse por el borde del mundo. Si un padre le dice a un niño que las escaleras mecánicas del centro comercial funcionan con la energía obtenida de la gente sobre ellas y luego lo lleva en la noche cuando está cerrado el local y comprueba que sin gente encima la escalera no se mueve, la “teoría” parece explicar perfectamente el fenómeno. Si se cree que el socialismo funciona pero que en la Unión Soviética, China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Vietnam, y un largo etcétera, no había socialismo de verdad, entonces la idea de que el socialismo funciona permanece invicta.

     Con esto quiero decir que si no se revisa la coherencia interna de las “teorías” que usamos para interpretar la realidad presente y pasada, si lo que se selecciona de la experiencia no permite falsear las teorías en la medida en que la evidencia empírica sea adecuada para hacerlo, estos esquemas incorrectos en las mentes de las personas, seguirán dictando la forma en que se interpreta la realidad y por tanto la manera en que ellas actúan y se adaptan al entorno (por ejemplo votando). Esto es todavía más cierto y tiene consecuencias más importantes respecto de los fenómenos sociales, que a todos interesan y sobre los que existen infinidad de intereses, tanto en la gente de a pie como en los que pretenden gobernarlos, y en la que, por la inmensa cantidad de variables interconectadas -entre las cuales la gran mayoría no son observables, cuantificables o controlables- la evidencia empírica es poco útil para confirmar o refutar las teorías o los principios de explicación de estos complejos fenómenos sociales.

     Entonces, pues, mientras en la mente de la inmensa mayoría de los venezolanos dominen ideas o teorías populares tremendamente inconsistentes, contradictorias y falsas acerca de la realidad de los fenómenos sociales, la experiencia de estos años, por muy terrible e inmediata que sea para muchos, no tiene por qué refutar las malas ideas que nos trajeron hasta acá, siendo más probable que ocurra incluso todo lo contrario. Esta experiencia sólo se evaluará incorrectamente a la luz de las teorías previas y mientras no se revisen y adecuen estas ideas, no habrá un aprendizaje de la experiencia en el sentido de contribuir a falsear las teorías y cambiar los esquemas por unos mejores, sino más bien se fortalecerá a otro conjunto de malas ideas que coexisten en la cultura popular. La culpa será de la CIA, de la guerra económica, de Maduro, de unos tipos que no hicieron un socialismo de verdad o de lo antidemocrático que era este socialismo.

     No hay razón para que un examen adecuado de las propias ideas con las que interpretamos nuestro entorno y que pueda llevar a un aprendizaje exitoso, suceda en la mente de las personas comunes que sólo se dedican a hacer su propia vida y a votar de vez en cuando, pero es que  tampoco es probable que ocurra para los líderes políticos. Estos últimos en su gran mayoría tampoco cuentan con teorías formales ampliamente reflexionadas por ellos mismos o por terceros, para interpretar la realidad social, sino que se apoyan en su propio conocimiento vulgar derivado de las mismas teorías ingenuas y contradictorias de la cultura popular, agravado además con el incentivo de que se les premia con poder en función de lo “simpáticas” que caigan sus ideas y propuestas en el electorado. La otra pequeña parte del liderazgo político que sí se apoya en teorías más formales provenientes de alguna ideología o de su formación académica, científica o profesional, se basan en buena medida en teorías ampliamente desacreditadas en un plano estrictamente intelectual, como por ejemplo el marxismo, o en otras teorías sociales que no aguantan un atento examen de sus supuestos y métodos y que por lo tanto están edificadas sobre arena movediza.

     Este es el triste panorama. Así, un aprendizaje correcto para los venezolanos sería un accidente bastante improbable, pues esta terrible experiencia sólo refutará una parte de los modelos teóricos falaces e incorrectos y fortificará otros que no son de mejor calidad que aquellos y que coexisten todos en la cultura popular, pero que tampoco se acercan nada a teorías más correctas que puedan tener alguna correspondencia con la realidad de los fenómenos sociales. El resultado de estos “cuarenta años en el desierto” será muy probablemente, en el mejor de los casos, el reforzamiento de viejas ideas que provocaron las condiciones que hicieron surgir al chavismo. Poco más cabría esperar.

     El único escenario en que podría haber un aprendizaje correcto de muchos sería si paralelamente a la catástrofe venezolana ocurriera un serio y profundo debate intelectual, académico y científico, o al menos ideológico, y que este permeara a las grandes masas de los venezolanos a través de los líderes, los influenciadores y los medios de comunicación. Sin embargo esto no está ocurriendo y no parece que ocurra más allá de pequeños y heroicos ejemplos que apenas sobreviven en la contracorriente y que suelen ser minimizados con insultos por impertinentes, traidores, desubicados o contrarios a la unidad. A la gente de a pie poco interesan estos debates de fondo –más aún distraídos en sobrevivir- y a los líderes políticos interesa más bien no hacerlos, por saber que muy poca distancia, si alguna, es la que separa sus ideas de las de sus adversarios, pero sobre todo para permanecer ellos y sus electores en la ignorancia y beneficiarse todos de una especie de ausencia de remordimiento que les permitiría continuar con la sencillez de un debate político basado en la banalidad más superficial propia de un reality show, en el clientelismo, en el populismo y en elementos emocionales más que en la cruda verdad que tan antipática y aguafiestas suele ser.

     Así las cosas, sin un aprendizaje correcto consistente en revisar los esquemas mentales de la gran mayoría de los venezolanos, la terrible experiencia del chavismo, el pasado que produjo las condiciones para su germinación y todo el futuro que nos espera, seguirá siendo interpretado y luego vuelto a construir con base en malas teorías que no nos llevarán a ningún lugar distinto.

     Seguirán dominando las falacias y éstas determinando la interpretación de los hechos, las preferencias del electorado y los planes de los políticos. Continuarán dominando en el imaginario colectivo de opositores y chavistas, una colección de ideas falaces y contradictorias como: que la única alternativa al socialismo violento y totalitario es el socialismo democrático; que como la gente es mala debe ser controlada por un omnipotente y omnipresente gobierno formado por…. gente; que no era peligroso un muy poderoso Estado, que los peligrosos eran estos chavistas; que no fue Chávez sino Maduro; que como un exceso de gobierno es malo, entonces un exceso de sociedad ¡o peor aún de mercado! también lo será, debe funcionar como el agua, si es muy fría malo, si es muy caliente también, mejor entonces tibia; que la sociedad es incapaz de controlar sus propios asuntos pero en cambio es perfectamente competente para seleccionar a un grupo que con todo el poder controle todo; que la democracia es ilimitada en cuanto a su ámbito de competencias; que la democracia consiste sólo en hacer elecciones; que todo lo que no me gusta deberían prohibirlo y todo lo que me gusta debería ser un derecho y que la democracia es un instrumento para esto; que la democracia es un mercado de favores políticos y esto está bien y que lo verdaderamente malvado es el verdadero mercado en el que la gente trabaja, compite y es premiada por satisfacer mejor las necesidades de otra gente; que como el petróleo es tan importante debe ser controlado por políticos y que si ellos son buenos entonces no terminará siendo un foco de corrupción y de financiación de gobiernos populistas totalitarios cuya suerte no depende del bienestar de su sociedad sino del precio del barril de petróleo; que como la PDVSA de la cuarta república fue una gran empresa durante algún tiempo, entonces nada tuvo que ver su eventual perversión e instrumentalización política con que fuera una empresa estatal monopolista; que promover un referendo revocatorio es un golpe de estado; que ser rico es malo y que ser pobre conlleva algún místico revestimiento de nobleza; que al sospechoso mercado hay que controlarlo desde el gobierno; que la corrupción no es consecuencia de multitud de alcabalas de políticos en cada paso de toda actividad humana sino que se debe a la falta de aún más controles; que acabar con la pobreza es el objetivo del gobierno; que el problema de la política consiste en las virtudes morales y capacidades de los gobernantes y no en sus malas ideas ni mucho menos en el aceptado rol del gobierno en nuestras vidas; que el orden social es algo que se puede diseñar o elegir caprichosamente sin más límite que el que imponga nuestra imaginación; que el control de precios y de cambio es malo cuando soy oposición pero bueno cuando soy gobierno; que los programas sociales gubernamentales o la educación, sacan a la gente de la pobreza, nunca aquella sospechosa idea de no poner trabas a la creación de riqueza; que lo que importa es acabar con la desigualdad, no con la pobreza; que es una guerra económica de la burguesía y no las consecuencias necesarias de la intervención del gobierno en la economía lo que genera miseria y escasez; que la libertad sólo beneficia a los que tienen; que no importa la justicia sino la justicia social; que no importa la igualdad ante la ley sino la igualdad material; que lo que da el gobierno es “gratis” y no que tuvo que quitarlo antes a la sociedad en forma de impuestos, inflación al imprimir más dinero o expropiación de fuentes de riqueza como el petróleo; que la expropiación no es mala, sino los nuevos gerentes de las empresas expropiadas; que la intervención en la economía no es mala, sino los políticos que hacen la planificación; que la riqueza es una torta a repartir y no una que debamos aumentar su tamaño; que todo problema público se arregla con más controles y nunca que los controles crean problemas y más controles sólo los agravan; que lo malo es conseguir a sangre y fuego lo que queremos conseguir convenciendo y con impuestos progresivos; que ante la frustración popular de no conseguirse lo que se prometió, volvamos a buscar a un hombre fuerte que ahora sí y como sea nos lleve a la tierra prometida; y un tan largo como penoso etcétera que tal vez nunca podríamos terminar de enunciar completamente en la forma de una enciclopedia de la ignorancia política, social y económica de la cultura popular de los venezolanos y, más lamentablemente aún, de sus élites.

Luis Luque

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6 Comentarios

  1. Por supuesto que nunca va a aprender, trajeron de vuelta a Henry Ramos Allup…

  2. Mas allá de lo teórico del articulo asumes dos cosas que no son necesariamente ciertas:

    1. Que el comunismo no sirve cuando lo único que la evidencia empírica demuestra es que no ha servido hasta ahora. No hay ningún marco teórico existente que pueda demostrar a priori que el comunismo no sirva o por lo mismo que sirva. Hay hipótesis que por cierto comparto que ilustran la poca viabilidad del comunismo pero son solo hipótesis. Y no solo con el comunismo sino con cualquier otra ideología política. Y es que cuando se trata de ideologías que moldean el comportamiento humano, como se organizan estos y la economía que generan entramos en el ámbito de las ciencias sociales es decir la no-ciencia en cuanto a su poca o nula predicibilidad  y universalidad.

    2. Quizás mas importante que lo anterior es el hecho de que Chávez llega al poder, la única vez que llegó incuestionablemente, no como consecuencia de una profunda reflexión del pueblo en cuanto a las bondades del comunismo o de ideologías hermanas sino como rechazo al puntofijismo y a la corrupción campante. De hecho esa fue su bandera inicial. Luego fue mostrando sus verdaderos colores pero el no llega al poder como abanderado de una ideología digerida y procesada por las masas llámese como se esta se llamare.

    Por lo tanto poco importa que la gente aprenda o no la lección, en este caso supongo que es que «el comunismo no sirve» porque igual vendrán otros que con otras ideologías causaran otros desmadres. Lo único que valdría la pena ejercitar como colectivo, mas que aprender algo, es un sano escepticismo y la certeza de que no hay políticos confiables. Todos son propensos a corromperse en las manos del poder de manera que un desdén con respecto a sus cantos de sirena y un absoluto rechazo a darle un cheque en blanco a ningún político sea cual sea su ideología serían cuestiones muchísimo mas valiosas que pretendidas lecciones y ponderaciones sobre la validez o no de ideologías varias.

    Un saludo.

  3. @Gordon Garcwyn: Estimado, muchas gracias por los comentarios. Tengo que estar muy de acuerdo contigo en que si lo único que se sacara como conclusión colectiva de esto fuera un sano escepticismo y ojo crítico frente a la política sería de por sí una lección de valor inestimable. Pero lamentablemente no suficiente si lo que queremos es no volver a repetir experiencias parecidas y, más ambicioso aún, escoger el marco institucional apropiado para que la sociedad pueda alcanzar su máximo potencial. Pero en este punto necesariamente llegamos a donde no estamos de acuerdo: sobre el carácter científico de las ciencias sociales*.

    Pero antes de entrar en ese tema debo aclarar que cuando hablo de teorías en el post lo hago muy libremente para incluir todo el rango desde la capacidad más elemental de interpretar estímulos externos en un individuo, hasta teorías científicas formales aceptadas por un colectivo. En este rango se incluye por ejemplo tu modelo intuitivo que comparto «la certeza de que no hay políticos confiables»; la hipótesis, al despertarme medio dormido aún, de asumir que hay un suelo cuando me dispongo a salir de la cama; las demás preconcepciones conscientes o no, correctas o no, de la gente sobre el mundo; y en el rango más alto, las teorías científicas en todos los campos que es el esfuerzo más formal, explícito y colectivo de esquemas más correctos para interpretar la realidad, es decir, para reemplazar los esquemas más intuitivos, menos conscientes y más limitados que vamos formando en la vida, por otros más útiles. Por eso creo que no necesariamente como indicas en el punto 1 doy por hecho en la argumentación principal que teóricamente el comunismo no es correcto, o que se puede hacer ciencia social, o al menos no fue mi intención partir de estos supuestos que por otra parte sí asumo como ciertos. Pero más allá de estas dos cosas, la teoría más intuitiva o más científica de que el comunismo funciona, independientemente si es correcta o no (en un sentido de apegarse a la realidad) o de si puede hablarse de certezas científicas en este contexto, la idea está presente en la cabeza de muchos individuos y guía sus acciones, por ejemplo votando al comunismo. Y además guía sus interpretaciones, por ejemplo explicando el desastre económico con una presunta guerra económica de los sectores pudientes, o que todo trabajador es explotado. Esto ya de por sí, hace que considerar al comunismo como una teoría, en el sentido más amplio y abusivo del término como lo uso yo en el artículo o más estrecho en la forma de teoría social científica, es pertinente para analizar las motivaciones de las personas y su percepción del mundo exterior.

    Ahora bien, respecto al punto 1. Por un lado yo mismo antes de interesarme en profundidad por los temas de epistemología, filosofía de la ciencia y metodología de las ciencias sociales podría haber estado de acuerdo con tu afirmación de “el ámbito de las ciencias sociales es decir la no-ciencia en cuanto a su poca o nula predicibilidad y universalidad”. Pero hoy por hoy me he convencido que es posible hacer verdadera ciencia de lo social siempre y cuando (1) se utilicen los métodos y los supuestos apropiados y (2) se comprenda que su alcance, aplicabilidad, capacidad y tipo de predicción y por supuesto procedimientos serán muy distintos a la idea que tenemos de esas mismas cosas en por ejemplo las ciencias físicas que tanto han producido para el conocimiento humano y que engañosamente se nos presenta como modelo a seguir, como ideal científico. La tragedia de las ciencias sociales en buena parte se debe a imitar acríticamente a las ciencias físicas en un ámbito muy distinto al que aquellas se ocupan de forma muy exitosa. Por eso ha producido tan poco, tiene tan mala reputación y hay docenas de escuelas en cada disciplina que parten de cosas distintas y llegan a conclusiones distintas.

    Muy brevemente hay dos cosas que sugieren que es posible llegar a certezas científicas de algún tipo en el ámbito social. (1) Que se pueden observar regularidades, órdenes, que no fueron producidos deliberadamente sino que surgen espontáneamente en el ámbito social (el lenguaje, el derecho, que los precios que tienden a los costos, etc.) y (2) que hay un punto de partida universal, independiente de tiempo, lugar y cultura, que es común a todos los seres humanos, y esto se puede ver fácilmente en la capacidad que tenemos de interactuar unos con los otros porque compartimos en algún nivel una estructura mental común que nos permite hacer eso. El método adecuado de la ciencia social partiría de los muy limitados elementos de esa estructura mental común que parecen ser universales (e.g. que todo hombre actúa conscientemente buscando un fin que valora subjetivamente por alguna razón subjetiva y utilizando el medio que cree apropiado por alguna razón subjetiva para lograrlo) y por deducción llegaría a los fenómenos complejos que parecen observarse en la realidad. En cuanto al rol de lo empírico en el ámbito social, es engañoso y viene cargado de prejuicio desde las exitosas ciencias físicas. Por su naturaleza son fenómenos de muchas variables que no pueden observarse y controlarse, que no permiten hacer experimentos y ni siquiera permiten en el análisis de la historia rastrear todas las variables significativas como para hacer leyes. Esto impide que las teorías sociales puedan refutarse o validarse necesariamente sólo por medio de la observación empírica. Sobre las predicciones no es posible que sean concretas y específicas, sino que permitan tan sólo decir que en algunas circunstancias se espera un resultado de un tipo que tiene ciertas características. Nada más.

    Aquí vale la pena distinguir entre ideología y teoría social. La primera es más amplia y menos rigurosa que la segunda y por otra parte muchas veces la segunda es la semilla de la primera. El comunismo como ideología sería una “teoría” (en el sentido amplio y abusivo) para muchos, pero además se basa en una teoría social que, contrario a lo que dices, sí ha sido refutada científicamente y no sólo no confirmada por la dolorosa experiencia de sus implementaciones. A este respecto te puedo recomendar que revises el debate de F.A. Hayek y L. Mises contra teóricos socialistas acerca de la imposibilidad del cálculo económico en socialismo. Que en líneas muy generales dice algo como que sin propiedad privada y sin un sistema de precios (libres) es imposible que los agentes puedan realizar cálculos económicos exitosos que los guiarían a dirigir los recursos sociales a aquellas necesidades más demandadas y por lo tanto a que emerja una coordinación social que permita a la gente hacer sus planes en función de los planes de otros y poder mantener un sistema social complejo y extenso. Y además demuestran que el tipo de conocimiento que permite hacer esta coordinación social (y del que el sistema de precios sería como una especie de sistema de comunicaciones que emergió espontáneamente, que nadie diseñó) es de una naturaleza tal que está disperso en la mente de muchos individuos y que no sería posible que un organismo planificador central pueda hacerse con ella y dar un contenido coordinador coherente a sus mandatos, haciendo así imposible mantener coordinada y por tanto sostener a una sociedad extensa y compleja. Estas conclusiones las hacen desde la economía, enmarcada en una ciencia social que tendría como objeto de estudio los resultados no intencionados de la interacción de muchas acciones humanas que buscan otros fines. Y lo hacen con un método y unos supuestos que me parecen apropiados para poder asignarles el calificativo de verdadera ciencia. En este sentido sí hay un marco teórico que demuestre que el comunismo no sirve, claro, entendiéndolo todo en un contexto científico de certezas provisionales (mientras no se encuentren otras mejores), es decir, de hipótesis con el mismo carácter de validez, tomando en consideración las limitaciones propias del campo, que las hipótesis que conforman las teorías de las ciencias físicas. Y comprendiendo que el alcance de este conocimiento y el tipo de predicciones que es capaz de llevar a cabo son limitados y muy distintos a los de las ciencias físicas.
    Espero que te sea de provecho esta respuesta y haya aclarado en vez de oscurecido mi idea.
    Saludos,
    Luis

  4. «El comunismo como ideología sería una “teoría” (en el sentido amplio y abusivo) para muchos, pero además se basa en una teoría social que, contrario a lo que dices, sí ha sido refutada científicamente y no sólo no confirmada por la dolorosa experiencia de sus implementaciones. A este respecto te puedo recomendar que revises el debate de F.A. Hayek…»

    El problema es que Hayek la refuta en todo caso con sus propios artificios teóricos mucho de los cuales se han demostrado empíricamente que no son ciertos. Por ejemplo toda la teoría de precios se cae en la ausencia de un mercado eficiente y atomizado cuestión que es más la regla que la excepción inclusive en las economías avanzadas. De existir un mercado eficiente y libre la concentración de capital experimentada en las ultimas cuatro décadas NO hubiera sido posible y sin embargo ahí está para muestra de todos. Vivimos en un mundo altamente desigual. Tan desigual como antes de la Segunda Guerra Mundial. No basta decir que es que «al liberalismo no se le ha dejado operar en verdad. O no ha sido bien implementado» porque se caerían en las mismas falacias que caen los comunistas.

    Además de la poca predicibilidad de estas teorías sociales, poca predicibilidad que tu tratas de desmontar me parece cayendo en contradicciones porque si las pones en el mismo rango que las teorías científicas o al menos las calificas con el mismo adjetivo deberían de cumplir al menos sus mismos preceptos y claramente no los cumplen a pesar que de haya explicaciones científicas bien argumentadas de porque no se cumplen TODAS las veces bajo las mismas circunstancias. En cuanto a la poca universalidad de ellas me refiero a lo extremadamente local que son lo cual es altamente acientífico porque estarás de acuerdo conmigo que si la velocidad de la luz es X en una parte del universo y Y en otra y Z un poco más acá y sobre esto se tienen ideas, intuiciones, o hipótesis de porque es así pero jamás certezas o teorías formuladas y comprobadas la Relatividad no hubiera sido posible. Y de serlo no se le podría llamar ciencia sino más bien patrón recurrente, referencia, receta.

    Yo estoy seguro que el capitalismo a pesar de que tiene una teoría social detrás que ha sido confirmada «científicamente» como relativamente exitosa, es decir que «does what it says in the can» esto sin contar la evidencia empírica de que los países más avanzados suelen ser abrumadoramente capitalistas (hasta ahora) no implica que por ejemplo su implantación en una tribu numerosa de Papúa Nueva Guinea sería un éxito. Algunas tribus que por cierto ya conocen de ciertas tecnologías o más bien herramientas que por más primitivas que sean tienen un impacto en la productividad de sus alimentos, etc., cuestión que es fundamental para el capitalismo o más bien para que este no degenere en simple mercantilismo. Yo estoy casi seguro que su implantación sería un fracaso y terminaría extinguiéndolos. Pero de nuevo a lo mejor no, a lo mejor sería un éxito rotundo como ha sucedido con las tribus pauperizadas de Singapur, hoy en día uno de los paises más ricos del mundo o sin ir más lejos como los indios Seminoles que no hace mucho andaban con plumas, arcos y flechas (y alcoholizados) y hoy en día manejan casinos y hoteles en sus reservas. En fin estás «teorías» son más bien recetas con un rango intelectual que no merecen pero que lo tienen porque simplemente han salido de la Academia y de auto-proclamados «científicos sociales» con una muy alta autoestima en vez de haber salido de cocineros. Para su implantación se toman perfiles antropológicos, socio-culturales, etc., cuestiones todas que se analizan y estiman «científicamente» y luego se lanza la receta con el mismo rango de fiabilidad que como cuando un chef dice «si no tiene rape utilice merluza y si no pues también le sirve tofu». Yo creo que los platos no quedan iguales.

    Terminó con China. La mejor muestra de la poca falibilidad de estas teorías «científicas». Nadie previó lo que cuajaba ahí. Absolutamente nadie lo imagino y es que nadie puede imaginar algo que se hizo sobre la marcha y sin ningún plan o meta-estructura teórica o ideológica. De ahí quizás su poder y su irresistible ascenso. El Frankenstein que ha devorado a Marx y a Hayek de un solo bocado. Un estado totalitario, es decir un estado YA al final del road to serfdom Hayekiano, donde ya se debería de haber llegado al llegadero y sin embargo con un capitalismo vibrante, tan vibrante como el que pudo haber existido en la costa este americana a finales del siglo IXX y principios del XX sino más. Costa este poblada de seres nacidos YA capitalistas; calvinistas, granjeros apasionados, los mejores hijos de la revolución industrial británica es decir conocedores de la tecnología más avanzada de la época, amantes del autogobierno, la propiedad privada y el imperio de la ley. Bien alimentados y rozagantes, practicantes además de un «sano» racismo que demostraría ser crucial para no diluir esta cosmogonia arrolladora con «razas menores» o al menos razas no aptas para el capitalismo. Creo que no se podría decir lo mismo de un chino de Guangdong en 1976.

    Un saludo.

  5. «entonces la idea de que X funciona permanece invicta»
    ¡Exactamente!

    La idea de que algo es «cierto en teoría» pero «no válido en la práctica» es una falacia, es algo artificial; si una meta «teoría» viola la naturaleza humana o las leyes de la naturaleza, eso ya no es «un bien ideal en papel» sino «un mal ideal» que hay que descartar de una vez.
    Cuando uno mezcla agua con azúcar y se disuelve, es por tanto siempre una mezcla homogénea, no sigue insistiendo en que si lo mezclara con una danza mística entonces ésta vez si se convertiría en oro.

  6. La cuestión es: ¿cómo tú le explicas eso a alguien que se lo dices hoy y media hora después se le olvida? ¿cómo tú le explicas a alguien que quiere que «le solucionen la vida» con un «plan» ya sea el Estado o de las ideologías o de los rezos, el yoga y las danzas de la lluvia… sin entender que es justamente ahí donde se le dá más poder al poder con sus consabidos efectos totalitarios?

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