Hoy es 5 de Julio. Hace 206 se firmó el Acta de nuestra independencia. Soy un simple ciudadano de mi patria. Un habitante cualquiera de este espacio geográfico que azarosamente me tocó como gentilicio. Ha podido ser cualquier otro pero fue éste. Siempre pensé que era motivo de orgullo y pasión el hecho de haber nacido en esta tierra de gracia y de gloriosas épicas históricas. Mal que bien se me inculcó la dosis de nacionalismo correspondiente. La que toca a cada uno dentro de su nación, cualquiera que ésta sea.
Siempre pensé que amaba a mi patria. Que le rendía los honores que merecía y que era a la vez un digno representante de la misma. Con el paso de los años me doy cuenta que no es así. Es más, es todo lo contrario. Sí. A pesar de llenarme la boca en cuanta oportunidad tengo sobre mi orgullo patrio, mi pecho henchido de gestas emancipadoras, todo mi comportamiento lo que manifiesta es repulsión, desprecio, y profundo odio hacia mi patria.
Pero ahora ya no tengo duda. Odio a mi patria porque solo estoy al acecho de una tajada, aunque sea ínfima del erario público. Porque me parece una tontería esforzarme y crear riqueza a través de mi trabajo e ingenio, considerando que si me llegan a asignar unos dólares preferenciales resuelvo mi vida. Hasta me pagaban por viajar. Claro que me imaginaba que la consecuencia para el país era nefasta, pero lo aproveche al máximo. ¡Solo tuve que hacer una cola!
Odio a mi patria porque me da igual las consecuencias que puedan traer los malos manejos del dinero público. Total, antes también lo hacían. Y aunque lo criticaba, ahora me doy cuenta que lo único que estaba mal es que yo no estaba involucrado en el asunto.
Odio a mi patria porque permito que el proselitismo político permee a todas las instituciones — incluyendo las Fuerzas Armadas –, aceptando consignas partidistas en actos públicos donde estoy presente. Además acepto órdenes que sé que van en contra de los intereses de la nación y a favor de que se entronicen en el poder los peores. Pero entiendan que estoy esperando mi apartamento de Misión Vivienda.
Odio a mi patria porque contribuyo a que se destruyan las instituciones democráticas y a que desaparezca el concepto de la separación de poderes. Total, eso es un invento caduco del siglo XVIII europeo. Es más, estoy de acuerdo con que se confunda Estado, Gobierno y Partido.
Odio a mi patria porque apoyo a la delincuencia organizada que nos ayuda a mantener a raya a la reaccionaria sociedad civil que quiere que me quede sin los privilegios que tengo por estar con la facción de turno. ¡Cónchale, qué egoísmo!
Otra evidencia de que odio a mi patria es que también propicio el empoderamiento de los “Pranes” en las cárceles. Algún beneficio me quedará del tráfico de armas y drogas. Si acaso es un problema para la patria después veremos.
Adicionalmente estoy convencido que la mejor solución para la inequidad que reinó en la cuarta república, fue expropiar, desaparecer el aparato productivo del país y destruir el parque industrial. Fíjense la cantidad de amigos que ganamos en todas partes del mundo. ¿Por qué? porque ahora importamos más que nunca sus bienes. Por cierto los “CLAPS” están a punto de darme una bolsa “full” de productos, así que no acepto que me hablen de escasez.
Y es que a diario expreso plenamente mi odio por donde vaya. ¿Un ejemplo?… cada vez que manejo mi vehículo y soy incapaz de detenerme en un semáforo en rojo. Y si me veo obligado, jamás lo hago detrás del rayado. Y estoy seguro que mi odio ha crecido porque ahora ni siquiera soy capaz de respetar el sentido de una vía. Si me conviene voy a contravía con mi moto — hasta en la autopista — con mis dos hijos y mi mujer. Se me ve a leguas el odio ¿Cierto?
Pero cuando más se me nota el odio es cuando, con mi ejemplo, enseño a mis hijos a imitarme, de manera que se garantice que el odio a la patria perdure. Si esto no es odio, díganme cómo le llamo. ¿Y por qué lo hago? Sólo por un interesado odio por mi patria.
Ahora todos a celebrar… ¡Feliz día de la Independencia!