Los anquilosados paradigmas dominantes respecto al crecimiento de las economías latinoamericanas están quedando atrás. La marcha del siglo XXI está llevando a los países productores de materias primas “commodities” a repensar dramáticamente sus formas convencionales de concebir el crecimiento, el desarrollo y la competitividad. La calidad y utilidad del conocimiento y la educación que se requiere para posibilitar una “cultura de la innovación” es cada vez más alta y necesaria, estamos en la época de una “nueva revolución industrial” en la que los conocimientos y la creatividad son vitales para crear nuevos y mejores productos con alto valor agregado.
Los viejos prejuicios ideológicos característicos de los siglos pasados que aún persisten dentro de nuestros imaginarios políticos, están siendo superados por la vertiginosa crisis en la caída de las materias primas que ya no les son suficientes para sostener la legitimidad de sus endebles gestiones; sostenidas por la riqueza efímera de las épocas doradas de bonanza. El decrecimiento de la economía China, y por ende su estrépita disminución en la compra de materias primas han desacelerado el crecimiento sostenido de nuestras economías desde el inicio del llamado “súper ciclo del crecimiento” desde el 2002, hasta el comienzo de su contracción sostenida en 2012.
Un balance general del total de nuestras exportaciones de “commodities” y su repercusión en el PIB de la mayoría de los países de la región, alcanza un 75 %, en casos como el de Venezuela, Chile y Ecuador hasta un 90 %, a pesar de ello, existen notables diferencias en la salud de nuestras economías[1]. Daron Acemoglu <MIT> y el historiador de Harvard James Robinson han escrito un libro interesante titulado: Why nations Fails (¿Por qué fracasan las naciones?) cuyo planteamiento sostiene que “el país donde naces determina las posibilidades económicas y sociales a las que tendrás acceso durante tu vida. Habiendo países que te ofrecen una vida de oportunidades, plena de posibilidades. Mientras, hay otros, cuya oferta se compone de obstáculos y penurias”.
Los países prósperos son aquellos que posibilitan los escenarios económicos para que las inversiones sean viables, para que las apariciones de nuevas tecnologías tengan un soporte institucional inclusivo que permita la protección de los derechos de propiedad; fundamentales para todo emprendimiento. En otras palabras, todo aquel emprendimiento individual de carácter comercial, empresarial, de innovación y conocimiento científico-técnico, deben tener garantías efectivas de que no serán expropiados. En la otra cara de la moneda, tenemos los países con instituciones extractivas compuestas por élites (minorías políticas, monopolios empresariales) que extraen los recursos de las mayorías, acortando sus posibilidades de generar cualquier clase de emprendimiento. En estas sociedades no se respetan los derechos de propiedad, no se recrean incentivos para la inversión, todo esfuerzo para invertir se trasforma en un sinsentido; producto de que el fruto del esfuerzo puede ser expropiado o verse amenazado por condiciones hostiles. La relación central de su teoría para explicar tales comportamientos establece una coexistencia entre las instituciones económicas, las instituciones políticas y la prosperidad[2].
Diagnóstico del problema
Existen muchos enfoques para abordar la problemática del estancamiento de la innovación en América Latina, por ejemplo, los países latinoamericanos y del Caribe juntos constituyen apenas unas 1.200 aplicaciones anuales para registro de patentes y nuevas invenciones ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), lo que constituye apenas un 10 % de las 12. 400 patentes que registra Corea del Sur anualmente. Israel, con solo 8 millones de habitantes, registra más patentes que todos los países latinoamericanos y caribeños juntos con sus casi 600 millones de habitantes. Para el 2015, Brasil solicitó 547 patentes; México, 320; Chile, 167; Ecuador y la República Dominicana, 5 cada uno; Cuba, 2; y Venezuela 0. En Estados Unidos se reportaron 57.385 solicitudes; Corea del Sur, 14.626. Ciertamente podríamos argumentar que en la región existe un desinterés en común por la protección de la propiedad intelectual, la principal consecuencia de ello, es el alejamiento de los capitales de riesgo tan necesarios para los innovadores[3].
En toda la inversión mundial en investigación y desarrollo, nuestra región solo está aportando el 2,4 %. Mientras solo, Estados Unidos y Canadá, reportan el 37. 5 %; Asia, un 25.4 %. Según cifras del Banco Mundial, el flujo promedio de investigadores en América Latina es de 560 investigadores por cada millón de habitantes; Corea del Sur tiene 5.461 investigadores por millón de habitantes. Otro medidor es el aporte del PIB para investigación y desarrollo, Brasil es el país que más aporta con un 1.2 %; Argentina, 0.6 %, mientras en Estados Unidos se está destinando el 2.79 % y Corea del Sur el 4.04. Cabe destacar que el PIB nominal de Estados Unidos para marzo del 2014, fue de 17.23 billones de dólares según lo estimó el BM[4].
Cultura de la innovación
La innovación es un producto social, su dinámica surge de abajo hacia arriba, son las personas en sus ciudades, comunidades, universidades, escuelas, las que tienen todo el potencial para crear e innovar. Evidentemente es necesario una política de Estado y de apoyo empresarial, preocupadas por mejorar la calidad de la educación, estimular la graduación de más ingenieros y científicos, aumentar las inversiones en investigación y desarrollo, ofrecer más créditos e incentivos para los emprendedores y proteger la propiedad intelectual. Muchos pensaran que todas estas cosas son suficientes para alterar en un corto tiempo las realidades de nuestros países, sin duda son importantes, pero si no están orientadas por una “cultura de la innovación”, habremos perdido el tiempo y los recursos invertidos. Para que surja una cultura de la innovación son fundamentales dos elementos: 1) Estimular una veneración hacia el emprendimiento, los innovadores y los científicos. 2) Aceptar que el fracaso es un paso necesario para lograr el éxito.
El potencial que tenemos en la región es increíble, anualmente miles de personas se van de sus países para poner sus conocimientos al servicio de sociedades en donde existe un profundo respeto y admiración por los innovadores en ciencia y tecnología. Numerosos son los casos que podríamos nombrar: el ingeniero guatemalteco Luis von Ahn, profesor de la Universidad Carnegie Mellon que tan solo con 22 años, vendió a google su sistema de autentificación reCAPTCHA que es usado por más de 180 millones de personas diarias en el mundo, lo que le significó decenas de millones de dólares. Actualmente es el desarrollador de la aplicación gratuita para dispositivos móviles “Dualingo” que está siendo usada por más de 25 millones de personas. El Argentino Emiliano Kargieman empresario de proyectos espaciales, con su invento de los nano-satélites está revolucionando la industria espacial. El venezolano Agustín López Márquez, químico egresado de la Universidad Simón Bolívar, quien actualmente se desempeña como CEO de SQZ Biotech, está desarrollando la innovadora idea del “CellSqueze” que se está utilizando para revolucionar el estudio molecular con el objetivo de desarrollar inmunoterapias contra el cáncer.
Todos estos, y otros ejemplos, ilustran nuestras potencialidades para emprender, para innovar, para ponernos al tope de las exigencias de un mundo cada día más complejo. Es vital despertar una admiración por la innovación por la ciencia y la tecnología, al mismo nivel de efusividad que la tenemos por los deportistas, los cantantes, los actores de televisión y los políticos. Para esto es fundamental que los mass media, los gobiernos y las empresas privadas dediquen más tiempo y esfuerzo para enaltecer este tipo de iniciativas. ¿Por qué no podemos pensar en un futuro Messi de las ciencias, en un Neymar de la tecnología, o, un Miguel Cabrera de la innovación? [5]
El fracaso es un paso necesario para alcanzar el éxito. En el continente compartirnos un común denominador en nuestras culturas: “el miedo al fracaso”. La estigmatización al fracaso social, es algo muy arraigado en nuestras idiosincrasias, esto hace que nos llenemos de prejuicios dentro de nuestras familias y entornos sociales, produciendo inseguridad, miedos e incertidumbre por lo que somos capaces de lograr. La historia de los personajes, y empresas más exitosas e innovadoras, están llenas de fracasos. Henry Ford para poder desarrollar la serie automatizada de autos pionera de la industria automotriz, necesitó probar unas 19 veces modelos diferentes hasta llegar a su conocida “Serie T”. Steves Jobs, siendo cofundador de Apple a los 20 años, tuvo que salir despedido 10 años después de la compañía, para luego refundar e impulsar el crecimiento de la empresa hasta niveles insospechados. Los desarrolladores de WhatsApp, el Estadounidense Brian Acton y el ucraniano Jam Koum, fracasaron en varios intentos por convertirse en millonarios, incluso, Acton, tuvo que ser rechazado laboralmente, par de veces, por Twiiter y Facebook, para que tres años después en 2014, vendieran el servicio de mensajería instantánea a Facebook por la sorprendente suma de 19.500 millones de dólares.
La falta de innovación puede ser fatal en estos tiempos, en donde temerle al fracaso y no asumir riesgos puede costarnos el futuro de nuestras economías, la vida de las empresas y hasta nuestra proyección personal. Kodak, la gran empresa de fotografía fue a la quiebra en 2012, con más de 140. 000 mil empleados que, por no decidirse en dar el salto a la fotografía digital quedó resegada por nuevas ideas como Instagram que tan solo con 13 empleados, fue comprada por Facebook en 2014, por 1000 millones de dólares. No es casual que empresas como Google o Apple valgan más que los productos brutos de países como Argentina o Venezuela.
El fenómeno de Silicon Valley
Recientes mediciones muestran que en Palo alto California, existe la mayor concentración de innovadores del mundo. Más del 50 % de la población del área nacional de cualquier otro país. Diferentes expertos del Banco Mundial, le llaman el “milagro económico”. California no solo es conocida por Hollywood, sino porque es la capital mundial de la innovación tecnológica, en donde 4 de las diez empresas más grandes del mundo están radicadas allí, entre ellas Google y Apple. Si tratáramos a California como un país del mundo, su economía sería la sexta más potente del planeta, con una repercusión del PIB de 2.5 billones de dólares, incluso pudiendo pasar al quinto puesto, luego del efecto “Brexit” en el Reino Unido[6].
Si hay algo de lo que la economía Californiana puede servir de ejemplo para el resto de los países con sus 38 millones de habitantes, es que su abrumador crecimiento fue acompañado de una de las mejores políticas de empleo y salarios en los Estados Unidos. Además, que implementaron una política de recaudación de impuestos desde el 2013, para todos aquellos ciudadanos que generaban más de 250.000 dólares al año. Uno de los secretos para la innovación en Silicon Valley, es que California se ha convertido en uno de los principales imanes para los extranjeros, quienes llegan con deseos de innovar para convertirse en los próximos Jobs, Zuckergberg, o Elon Musk.
¿Podemos replicar el fenómeno de Silicon Valley en América Latina? Creo que es posible, y países como Brasil o Chile, con sus proyectos Star-Ups para fomentar la cultura de la innovación lo están intentando, pero en escalas que todavía no llegan a ser lo suficientemente competitivas. Es importantísimo que nuestras culturas se desprendan de todos los atrasos que significa la propagación de políticas ideológicas que estigmatizan la participación multinacional y la iniciativa privada, que no elaboran planes ambiciosos para evitar la “fuga de capital social” y promocionar la “circulación de cerebros” para nuestro beneficio.
Los sistemas excesivos de regulaciones y trabas burocráticas para emprender nuevos negocios e iniciativas empresariales son un aspecto importante por superar, para poder insertarnos dentro de los nuevos “paradigmas económicos”. Según el reporte anual del Doing Business 2015, las cinco mejores economías del mundo para hacer negocios son: Singapur (1); Nueva Zelanda (2); Región Administrativa Especial de Hong Kong (3); Dinamarca (4); y Corea del Sur (5). Mientras las cinco mejores economías latinoamericanas son: Colombia (34); Perú (34); México (39); Chile (41); Panamá (52). Venezuela es la peor calificada para hacer negocios, quedando en el puesto 182 de los 189 países en el ranking. Superada por naciones como Afganistán, República democrática del Congo y Eritrea[7].
Es hora de que abordemos este tema con la seriedad que requiere, ser autocríticos y lo suficientemente humildes para aceptar nuestras debilidades, es una de las primeras tareas por resolver, tenemos el deber de transcender de una cultura anclada en la “retórica improductiva”, hacia una cultura de las acciones concretas, la innovación y el emprendimiento. Si somos capaces de aplicar los cambios necesarios para convertirnos en países precursores de la innovación científica y tecnológica, y nos preocupamos por desarrollar productos y servicios con un altísimo valor agregado, desarrollaremos las capacidades para enfrentarnos y superar con mayor coherencia organizativa todos los retos y dificultades pendientes. Muchos países que en años anteriores se encontraban en peores condiciones que los nuestros, nos están aventajando y dando lecciones sobre cómo implementar cambios y mejoras, guiados por una voluntad trascendente capaz de superar cualquier expectativa o problema. Enfocándose en una educación de calidad y no sólo de cantidad, sus debilidades se han transformado progresivamente en fortalezas. Es hora de que apuntemos en esta dirección si queremos ser parte del futuro.
Citas
[1] Datos extraídos del artículo titulado El fin del auge de las materias primas: ¿golpe para América Latina? Publicado el 20 de mayo de 2013 por Marcelo Justo. Encuéntralo en: http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/05/130509_materias_primas_america_latina_mj
[2] D. Acemoglu; J. Robinson (2012): Por qué fracasan los países los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, editorial Deusto, traducción al español de Marta García Madera.
[3] La mayoría de los datos son extraídos y comparados con cifras del Banco Mundial, la CEPAL, el BID, y del libro más reciente de Andrés Oppenheimer (2015) ¡Crear o Morir! La Esperanza de la innovación en América Latina, Editorial debate.
[4] Puede consultar el crecimiento económico detallado por países en la plataforma estadística del Banco Mundial en: http://databank.bancomundial.org/
[5] Luis Alberto Moreno: Presidente del Banco Interamericano de desarrollo (BID). Las cursivas son mías.
[6] El “milagro” que convirtió a california en la sexta economía del mundo. Artículo publicado en la BBC MUNDO el 7 de julio de 2016, en: http://www.bbc.com/mundo/noticias-36730725
[7] Para mayor detalle consultar el artículo de Anabella Abadi ¿Por qué Venezuela quedó en el puesto 182 en el Doing Business 2015? En el portal web Prodavici.com, en: http://prodavinci.com/blogs/por-que-venezuela-quedo-en-el-puesto-182-en-el-doing-business-2015-por-anabella-abadi/
Esperanzador tu artículo sin embargo yo veo las cosas un poco diferente, quizás de manera más pesimista.
Tomando el caso de Venezuela ésta falló históricamente en incluir a una gran parte de su población en la “vieja” economía. De hecho el chavismo no integra a esta masa excluida como por ejemplo hizo Alemania con su otra mitad post-soviética. El chavismo destruyó la economía y nos puso a todos en esta tierra arrasada con las consecuencias que todos conocemos. En este sentido si fue un movimiento bastante inclusivo.
¿Ahora hablas de dar el salto a la economía de la información cuando ni siquiera las elites económicas aquí están metidas en ello y cuando ni siquiera hay una economía “vieja” que genere algo de provecho? ¿Cómo se come eso?
Es un error compararse con Chile y Brasil. Quizás hace veinte años la comparación era relevante. Ya no. Venezuela es comparable con Bolivia o Cuba.
Las trabas de las que hablas son simplemente eso, trabas. Nada te asegura que en la ausencia de estas trabas el emprendimiento surgiría. Tiene un impacto no digo que no. Pero por ejemplo, a raíz del Brexit ha salido información tratando de desmontar las mentiras de lo que vendieron la salida como lo mejor que le podía pasar al RU. Una de esas mentiras es la “sobrecarga” regulatoria de la UE. Pues resulta que al menos en el sector bancario son los mismos bancos de la City de Londres los que han empujado por más y más regulaciones para hacer que las barreras de entrada en esa industria sean imposibles de asumir para un jugador mediano, ya no digamos pequeño.
Entonces si que las trabas pueden tener un impacto pero el problema es que uno nunca sabe muy bien de donde vienen. Que son los gobiernos los culpables es lo más fácil de asumir.
Lo otro es que todos los centros de innovación más grandes del mundo tienen un enorme componente bien por financiación, bien por tipo de investigación que se hace, ligado al complejo militar-industrial local. Toma los 10 países con los centros de investigación y desarrollo más importantes (incluyendo Corea del Sur) y cotéjalos con su industria militar bien medidas como gasto como porcentaje del PIB o como capacidad exportadora de armas o como tamaño de su ejército. Verás que en la lista hay países pequeños, grandes, minúsculos como Israel, despoblados como Suecia (donde se investiga mucho y donde hay una industria militar potente), etc. ¿No sería entonces el mejor atajo abogar por el desarrollo de una industria militar local potente?
Algunas veces las cosas no son como parecen.
Bien, las valoraciones que puedas tener inclinadas hacia un pesimismo sobre la materia es más cuestión de subjetividad en la perspectiva que de un desarrollo de propuestas. Yo me inclino más, y estoy cada día más convencido que, en tiempos de crisis, es mucho mejor proponer apostando al optimismo (con dificultades por superar) que, a un estadio de pesimismo antropológico; incapaz de aportar cosas valiosas porque se difumina en la crítica. Ahora, cuando planteo el reto de la innovación como necesidad impostergable en América Latina para insertarnos en el futuro de los próximos 20-30 años, lo hago comparando desde la región completa (incluyendo Venezuela, pero no particularizando sobre ella) con otros países en el mundo que han logrado desarrollar una «cultura de la innovación».
Venezuela puede tener la crisis más desastrosa de su historia, y de hecho la tiene, pero eso no la exime de que puede ser comparada con otras realidades de la región, al contrario, es imperativo comparar, porque no lo hago para «justificar su relevancia», sino para elaborar un diagnóstico desde ese enfoque, para saber lo mal que estamos.
Lo repito muchas veces, te recomiendo volver a leer el artículo, la crisis en los precios de las materias primas está afectando a toda la región, pero cabe hacer la salvedad, que, aun así, existen notables diferencias en la salud económica de cada país. Desde un principio planteo que el problema más grande que tenemos está en el manejo ideológico que se está haciendo sobre las políticas de desarrollo, el crecimiento y la competitividad. Nuestro caso es el más palpable, el desastre en que estamos no tiene precedentes históricos. Aquí estamos en pañales en la materia, no solo es necesario flexibilizar las libertades económicas, la confianza, el respeto a la propiedad privada, tenemos que construir una «cultura de la innovación» y en Venezuela no la tenemos ni de cerca. Países como Brasil, México, Chile, Panamá, están haciendo esfuerzos, le dan más importancia al tema, pero competitivamente en lo social, industrial, comercial, no es suficiente.
Tienes razón, cuando hablas que podemos valernos de más enfoques para abordar el problema, como el desarrollo de la industria militar y como están utilizando la «tecnocracia» y la ciencia para hacer crecer esta clase de industria, eso es una realidad, la guerra, lamentablemente es una “tragedia muy rentable” para muchos grupos y élites.
Yo prefiero inclinarme más por la calidad de la educación, sobre lo que podemos hacer, por pequeño que sea para innovar nuestras estructuras tecnológicas, científicas, siempre inclinándonos hacia el bien, sin obviar los terribles males que también pueden engendrar este tipo de iniciativas.
Saludos…
Es necesario que la educación en latino américa pase por un auge de apoyo y valor por parte de todo el mundo para dejar atrás la corrupción y la gente salga por si sola de la pobreza. Nosotros en nuestra empresa optamos por la especializacion y educacion de nuestros trabajadores para dar mas calidad a nuestro trabajo y nuestros empleados.