Vendrá la muerte y tendrá tus ojos

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chHay una foto de la mamá de Chávez perdida en el conflicto: Doña Elena, sonreída y bien ataviada, alza a su perrita caqui en un acto oficial. A pesar de haberla visto en dos ocasiones -en la campaña de 2006 y en el funeral presidencial en 2013- el recuerdo más nítido que tengo de ella es uno en el que ni siquiera estuve presente.

 

Las biografías –oficialistas y opositoras- se empeñan en la humildad de su origen, pero la veracidad se tambalea cuando el biografiado en cuestión, aún vive.

De los orígenes de Doña Elena se puede leer en la senda biografía sobre su hijo, el presidente, publicada por Alberto Barrera; en Las mejores crónicas de Gatopardo y hasta en la revista colombiana Soho.

En esas páginas se lee sobre la Doña Elena de las clases bajas que por buen azar tuvo un hijo presidente, un marido gobernador de su natal Barinas, otro hijo alcalde y otro que continuó al mando de la gobernación.

Doña Elena aún vive y hoy es la doliente de dos hijos muertos.

Pasado el tiempo, las biografías siempre mienten.

perrito

En el ínterin de la muerte de Hugo y Aníbal Chávez, por un lado abundan los reportajes sobre escasez de medicamentos para pacientes oncológicos, la mortalidad infantil, el hambre y la precariedad de saberse mortal hasta de una gripe.

Por otro, las declaraciones de la ministra Jacqueline Faría sobre lo ‘sabroso’ que es hacer colas para comprar comida; la perorata de Diosdado Cabello al decir que era en la IV que se pasaba hambre, la prensa oficialista con el eterno y gastado discurso de la guerra económica y el rechazo del gobierno a la ayuda humanitaria de otros países hacia Venezuela.

Ambos son escenarios tristes, pero no más triste que el hecho de que el cáncer tenga el rostro de Hugo y la salmonelosis el de Aníbal, mientras otros tantos mueren de hambre, cáncer, dengue, salmonelosis y disparos.

Aquella frasecita que dice que la muerte santifica cobra cada vez menos sentido entre tanta muerte anónima y tanta desolación colectiva.

Poco importa si Doña Elena despotricó contra el sistema de salud venezolano o no. A la fecha, ella es una estadística más de la fragilidad, la negligencia y el desasosiego que dejó su hijo, el presidente, ese cuyos ojos ven a diario la postal del desastre que dejó.

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Periodista y docente venezolano/mexicano. Cursó estudios de maestría en Lenguas Extranjeras y Literaturas Comparadas en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Trabajó en diversos periódicos en Venezuela y fue coordinador editorial de la revista Exceso. Ha colaborado en medios internacionales como el diario El Espectador (Colombia); NewsWeek (Venezuela) ViceVersa (Estados Unidos) y SinEmbargo (México). Fue docente de la cátedra de Géneros periodísticos en la Universidad Monteávila en Venezuela e Innovación y estructura periodística en la Universidad Anáhuac Cancún. Reside en Ciudad de México donde está al frente del área de comunicación y redes de Kybernus, Asociación Civil, dedicada a captar y potenciar liderazgos en todo el país.

2 Comentarios

  1. que triste que una madre tenga que enterrar a los hijos, deberia ser lo contrario, pero los hijos siempre son el reflejo de los padres,analize en que fallo, que no dio, que no cumplio,y que eneño, son los premios o castigos que da la vida,creo que es hora de pedir perdon a dios

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