No cabía duda que la chicha de doña Juana era la mejor del distrito. Efectivamente, este era el veredicto de los borrachos catadores que asiduamente llegaban a su choza ha embriagarse.
Esta perfección era la suma de una fermentada chicha de jora que esta mujer preparaba, y con esto, se ganaba la vida, dando por tragos la muerte.
Si alguien desilusionado por su mala existencia llegaba a aquella choza, regresaría y regresaría, en esa eternidad de retornar, hasta el final de su vida. Sea por la desdicha de haber nacido así: pegado a la mala existencia, sin esperanzas; como que ello es así para algunos que nunca tuvieron una oportunidad en su destino o para otros que arrepentidos desperdiciaron todas las oportunidades que les dio la vida; otros llegaban por cosas sentimentales, otros por una sensación de vacío existencial; al final sea por lo que sea…la mayoría terminaba fundiéndose allí. Todos creían que la choza sería lo mejor que se les presentaba por el momento, hasta que terminaban alcoholizándose; entonces comenzaban aquella terrible eternidad de regresar.
Los chicheros extasiados en su alcoholismo filosofaban:” Esto de eternidad es relativo, porque un segundo se transforma en siglos sin tiempo, cuando existen desgracias que causan fuertes dolores en el ser y lo peor es que estas desdichas no deciden irse del destino de la persona, de la familia o de la sociedad: desgracias que vienen del pasado, que persisten en el presente y como que persistirán hasta el futuro. Como que nuestros destinos se encuentran marcados por una cruenta maldición .Como que una cosa lleva a la otra: así la maldición te lleva por caminos dolorosos sin salida y el tiempo se modifica con el dolor volviéndolo más eterno”.
“Pero también hay disímiles momentos en que todo lo vivido se junta en un ratito; la vida es un ratito aunque la persona haya vivido totalmente su existencia, es un ratito para todos, sea para los que sufren como para los que son felices, para ricos y pobres, y se da en momentos especiales: se junta por lo general cuando se agoniza, todo se junta en la agonía. Luego todo se borra al morir, el pasado ya fue. Para recomenzar la nueva cuenta, de una nueva generación de ricos y pobres, de sufrientes y felices. Siempre girando en este sentido, como un circuito cerrado, como que la tierra siempre giró así. Como que pareciera que existe una incompresible reencarnación”.
Terceros por ahí conversaban en silencio, susurraba:
-Cuando estuve la otra vez, en el cementerio haciéndole un responso a mi viejita, note a unas de esas señoras que tienen cantidad de dinero, la señora lloraba a su difunto hijo, ese joven murió por sobredosis de drogas. Ósea que el vicio coge a todos por igual: a ricos y pobres, nosotros con esta basura de chicha y ellos con su otra basurita bien cara, pero al final estamos en el mismo perol, disconformes con esta vida inaguantable, sin poder alcanzar esa paz tan deseada. En el cementerio en ese gran mudez, me di cuenta que la paz se parece bastante al silencio. Concluí que solo se alcanza la paz cuando se descansa en paz…o sea muriendo.
Alguien manifestaba:
-No te has dado cuenta que las mujeres son poco de este vicio, hasta ahora nunca he visto llegar a una mujer a la chichería; a los bares, son contaditas las que toman hasta ponerse inconscientes, como nosotros. La situación actual como que es propicio para ellas. Las mujeres por hoy todo lo consiguen, así de rápido todo lo tienen en la mano, parecen estar mejor preparadas que nosotros, mejor adaptadas para estos tiempos, de todo se meten, y si no tienen educación están obligadas a lavarse la carta de recomendación, y consiguen cualquier humilde trabajo. Antes todo era mejor, cada quien en su lugar pero ahora este mundo al que hemos venido a caer. La tremenda corrupción, que confunde nuestra razón. Corrupción que es totalmente legal. Que estará sucediendo, ya estaremos en el mismo apocalipsis; toda esta realidad me resulta confuso de asimilar cuando no estoy ebrio. Pero enchichado como que ya comprendo esta vida, y sabes por qué; porqué borracho toda esta realidad me llega. Mira nomás a doña Juana, las cochinadas que hace con nosotros y con ella misma. La otra vez la vi, después de estar con ella, como en un vaso dejaba caer todo el semen de su cosa y luego se lo tragaba, de esa cochinada se alimenta esta vieja bruja, cada vez que escoge a uno de nosotros.
Por allí salía una explicación:
-Sabes que en el semen hay cantidad de componentes nutritivos, yo he visto mujeres que se embadurnan la cara con él, dicen que esto rejuvenece la piel, pero lo sacan directo del caño a pura lengua. Pero para mí el semen es otra cosa, es energía viva: recuerdo cuando era adolescente y me masturbaba en el baño, la cosa no quedaba allí, ya que por las noches veían salir del baño duendes oscuros, y luego me venían las feas pesadillas. Una vez masturbándome imaginé estar con mi mejor amiga, por la noche desperté en pleno sueño húmedo, cuando estaba a punto de eyacular dentro de una sombra parecida a ella. Yo la había creado con mi imaginación y mis masturbaciones. De mi semen se alimentaba aquella maligna sombra cuando lograba meterse en mis sueños, y producirme las eyaculaciones nocturnas.
El otro replicó:
-No será que todos nosotros también hemos creado a Doña Juana, y a su choza a base de nuestros miedos, frustraciones, y sobre todo teniendo relaciones sexuales con ella. Mira lo que hace al final, en toda relación, tragarse la porquería que gotea de su cosa. Esto me parece insano, como insanos estamos también nosotros. A ratos me pregunto: yo aquí, en este submundo como algo tan natural. O seremos la inspiración de un loco que nos esta imaginando, y no el perfecto Diosito creador de la biblia. O será que estaremos durmiendo y soñándonos, a ver pellízcame, tal vez me despierte.
Bueno en la choza se rumoraba que la doña no tenía edad, que ella había aparecido cuando el hombre se transformó en lobo de hombres, cuando apareció la avaricia y la explotación. Ella apreció como sucedáneo para los que perdieron la victoria de ser algo en la vida, para los que quisieron realizarse como seres humanos y no pudieron, para los que rezaron y oraron sin fe, para los que no nacieron normales para crecer, y se convirtieron a fuerza de presión en enanos para todo, siempre mirando para arriba. Los rumores sobre la doña eran bastantes. Como que también decían que a la doña la veían siempre sentarse sobre los cántaros de barro cocidos, tan llenos de su rara chicha, y que allí lavaba su pestífero sexo tan llenos de hongos y largos bellos púbicos que exhalaban fuertes feromonas, y que además hacía allí todas sus necesidades fisiológicas; manifestando que esto era el secreto de su buena chicha. Los chicheros detallaban muchas cosas más, como el que nunca la veían salir de su choza y no se explicaban donde guardaba todo el dinero que ganaba, algunos decían que el dinero se disolvía en sus manos, ellos manifestaban que también de eso se alimentaba, aparte de su descontrol por tener todas las noches relaciones sexuales con el que pudiera. Todos los chicheros la respetaban y le temían. Contaban de sus extrañas pesadillas tan similares que les ocurría a todos, cuando trataban de alejarse del vicio o de la choza; en sus pesadillas soñaban tener relaciones sexuales con la doña y que de repente ya a punto de tener la polución nocturna, cuando abrían sus ojos dentro de sus pesadillas, se encontraban con una gigantesca araña que los envolvía con su tela como moscas y los arrastraba hasta su nido; decían que su nido de la araña era la choza y que la araña era doña Juana.
Por ese mismo lugar, habían otras chicherías que querían hacerle la competencia en el negocio, a la doña. En estos lugares utilizaban los conocidos moños, que era el excremento de algunos herbívoros colocados dentro de calcetines y lo zabuían dentro del porrón de chicha con la finalidad de que se fermente más rápidamente su bebida; además en estas chicherías se brindaban piqueos gratuitos, que no era otra cosa que cebiche del pescado más barato con bastante cebolla y el picante ají limo colocado en platos planos de duro plástico. Pero doña Juana nunca ofrecía estos piqueos, ya que su chicha era la más barata y la que más eficazmente amodorraba, y esto buscaban los alcohólicos. La doña era de avanzada, siempre iba más allá, aparte de lo que hacía con las suciedades de su cuerpo, la veían echarle aguardiente, que ella misma preparaba con alcoholes peligrosos, como alcohol metílico combinado con el etílico en medidas casi exactas soportables para el cuerpo, que no intoxicaban rápidamente a su clientela, si no a la larga, pero al final todos se jodían; algunos quedaban ciegos y otros con cirrosis, o ella misma eliminaba sin escrúpulos al que ya no traía dinero y únicamente gorreaba: regalando una botellita especial para aquel que ya no tenía para poner la suya. La doña utilizaba hierbas de vichallo, para quitarle el sabor y olor de sus excrementos y mejorar su producto; la doña dominaba todas las mañas de este negocio. Por eso se percibía al ingerir su bebida el extraño saborcito que bastante trastornaba los sesos, y a todos les cambiaba la forma normal de pensar, hasta embrutecer los sentimientos, que los hacía llegar a las lágrimas: el puro sentimiento de ebrios descontrolados por el dolor, el hacer ver las fantasías mejor que la maléfica realidad: “una alteración de creer que todo lo bueno, o lo que se pudo alcázar, dejó de ser esa real impotencia deshumanizante, para poder alcanzar en este estado todo lo que no se pudo ser”.
La apetencia que causa esta chicha embotellada, la que podría llamarse bebistrajo, se hace bebible por sus efectos. Una combinación apropiada para los que de alguna manera perdieron y se rindieron en esta vida, sin darse el chance de otra pequeña oportunidad, aquellos que realmente aceptaron que ya no se puede, que ya no se dará, los que realmente se aceptaron como fracasados, perdiendo lo último que puede perder una persona: “la esperanza”.
Así, estas botellas de color oro, a la que sin vergüenza y con insoportable angustia de querer beberla, sin autoestima se humillan y se arrodillan, como quién se arrodilla ante un santo pidiendo un milagro. El milagro de enfrentar ya ebrios, cualquier problema más que sea en su irrealidad tan exacta, como la verdad inexistente, es por eso que este trago los cautiva. Se puede creer que en esto hay algo de magia, ya que las realidades se transforman, se vuelven más suyas y aceptables para todos. Porque hay que estar ebrio para poder ver a doña Juana como una sombría sacerdotisa que hace alcanzar los deseos y, a su chicha como el elixir que lleva a cada uno a mundos más comprensibles, más de ellos. Como “este alcohólico “que puede conversar con su familiar muerto y hasta llorar abrazando al desaparecido. Como que “aquel” oye regresar con pasos temblorosos a su difunta esposa y decirle: “Sabes Roberto no fuiste tú quién me mató, no fuiste tú quién cometió feminicidio. Tú salías diariamente a buscar trabajo. Y no era que el trabajo huyera de ti o tú de él o que no servías para nada ¡Nunca fue así! Es que nunca existió el trabajo para los de abajo. A final te refugiaste en el alcohol, por sentirte incompetente. Y al final te ganó el pandillaje, hasta que sucumbiste en la cárcel, porque te obligaron a matarme a mí que tanto te jodìa por incapaz. Te digo Roberto, que hoy como llorosa alma en pena he recorrido todo el país. Y todo esta jodido para los pobres. Veo que las amas de casa hacen lo que yo hacía: el ofrecerse al que más pueden en el mercado para llevar algo a los hijos. Tú no fuiste quién me mató. Fueron ellos los gobernantes, lo que todo lo cogen y no dejan nada, esos malos gobernantes de donde vengan, siempre nos joden. Sin dejar un humilde trabajo”. El “otro alcohólico” por su parte se alcoholizó por su desgraciado destino, por nacer aquí, en este lugar sin oportunidades para sus ciudadanos, y por la dejadez de su vida de perder su tiempo, en esperar que algo bueno apareciera por arte de magia, como aceptar lo que decían al escuchar por la radio los pronósticos de economistas mentirosos, sobre el auge económico que de repente vivían, en esta sociedad subdesarrollada; pero siempre se decían mejor hubiera hecho caso a la tirada de carta de la vecina con sus oráculos personales sobre el amor y como atraer la abundancia o como escaparse de la mala suerte, ya que ella siempre fue más acertada. Y por allí siempre alguien grita refiriéndose a la economía del país: “cojudo eres o te haces, los economistas son como las encuestadoras, siempre se venden”.
-¡Si ha habido auge económico. Para que dudarlo!
-Y donde está todo el dinero. De ese auge.
-Se quedó para los de arriba. Para abajo nuca chorreó, ni siquiera goteo. Igual como se desvanece el dinero en las manos de doña Juana. Ellos también de eso se alimentan.
-Y después se preguntan por qué surgen los caudillos y por qué surge el populismo.
-Y por qué vendemos nuestra conciencia a ellos, por mezquindades que nos dan.
– Cuando en realidad con auge económico o sin ella, siempre estamos penando. Siempre pagamos los platos rotos de nuestros representantes, que además de vender su conciencia venden la patria por pedazos. Ellos son los m…
-Ellos dejan la cama tendida a los caudillos que tanto odian…porque también la joden.
-O ellos están más jodidos que nosotros; será desde afuera los obligan no solo a vender su conciencia, sino su misma tierra. A no cumplir nuestra constitución, sombre la que perjura. Dicen que al final es la historia que pone los hechos en su lugar, al desenmascarar a los pendejos que nos fregaron, pero esto saldrá en siglos luz, cuando a nadie le interese.
Todo pasa por no buscar, otras salidas a su tiempo. Un trabajo donde no alcancen los despidos masivos o los abusos descarados. El buscar otro designio, un diferente horizonte que no engañe y sea la pura realidad, como el de notar en los seres humanos como el mejor recurso que puede tener una sociedad. El tener conciencia de esta malvada situación, como es: el condenar a la pobreza al hombre desde el vientre de sus madres. Y el hacer creer en la buena esperanza, “en el si podemos” que manifiestan, y que se llevan todos los años de los creyentes. Pero como se dice aquí:” ya fuimos”…y salud m…
Y ahora el encontrarse en este estar de tomar, para tratar de tapar todo el fracaso que les dieron, de filosofar ya ebrios el porqué de no haber alcanzado lo que otros sí pudieron. Como que nace una idea de que los otros siempre lo tuvieron; pero ¿cómo? Desgraciado camino donde han sido dominados por los que no los dejaron ser. Y esta bebida les hace reventar los sentidos, revienta lo existente, el hacer alcanzar de esta forma la justificación de lo que no se es, y la ira de desahogarse al dar ese puñete con ganas a la mesa, rajando la madera y malogrando los nudillos de la mano adormecida igual a la conciencia.
Todos así de jodidos están, en justificar lo que hacen, ante una realidad que no se pudo, como: el mal nacer, el mal vivir y esperar a la dolorosa muerte, como les caiga ese morir ya cantado: por cirrosis por infarto o intoxicación. Y la poca conciencia de esas manos de la doña, que en el fondo ellos buscan: para justificarse que no dieron el mal paso del cobarde como es el rápido suicidio. Ya ebrios, tercamente volverse a repetir como un eco infinito: “si yo también pude ser algo, por qué no me dejaron”. Y ahora sin interesar su estúpida destrucción a nadie, ni a ellos, “ya preparados en este sentir” el tratar de demolerse, el ayudar a alguna enfermedad en sus cuerpos, o creándola por la tanta intoxicación, como algo natural. Así como solita se justifica esta sociedad desbalanceada, como algo que es” normal” más que necesario “que tienen que existir los ricos y necesariamente los pobres, “es que la justicia es literalmente sinónimo de injusticia: “para nada cuentan los verdaderos delitos, esto es legal”, delito es no tener dinero para defender tu inocencia, la transgresión que no cometiste. Esto va de la mano uña y mugre; como que así se justifica claramente: así tiene que ser, sino este mundo no sería un mundo normal. Igual como revienta la botella de chicha de la doña al descorchar y huele más que licor a excremento.
Para los chicheros no importa para nada su vida, el tiempo, los meses, los años, los siglos, el infierno que todavía espera para castigar por ser viciosos; ahora todo depende que la fuerza corporal ceda y la muy poca voluntad viva, muera. Una vida verdaderamente nociva, que se muera; quién los mando nacer aquí,… qué más da.
Los que llegaron por primera vez a la choza, y vieron a la doña Juana, notaron de inmediato su rechoncha figura, su ancha cara, sus notorias facciones duras, su bamboleo caminar y su feo olor de sebosa puerca adueñándose del espacio. Se hacía sentir que en este lugar ella era la ama. Por cosas de la vida esta mujer se mantuvo soltera, se vestía cerrada de negro, como una viuda de esas resignadas que guardan luto, no interesándole el candente calor de estos lugares del norte, que hacen soltar más sus fuertes hedores que en todas direcciones se expande. Soltera se mantenía, pero manipulaba para su incontrolable desfogue a todos, una ninfómana negra araña.
Cuando comenzaban a beber los alcohólicos y a estar así como ahora están: en este estado donde la razón regresa a sus raíces instintivas, la veían sensual a la doña, su gordura era su gracia, en suaves perfiles se transformaban sus facciones duras y, su bamboleo caminar era de una bella reina. Nada les costaba reconocer ya ebrios que todos pasaron por ella, y que en estas relaciones carnales casi de bestias, nunca hubo una pizca de amor o una leve amistad o un ridículo cariño, era una entrega total a su fruición, con grotescas poses sexuales, empezando que tenían que esforzarse para encontrarle la cosa de la doña, ya que la selva de sus vellos púbicos impedían penetrarla y cuando despeinaban aquello encontraba una vulva parecida a la boca de una gigante tarántula que daba miedo penetrarla; pero el afrodisiaco huanarpo macho que ella le daba al escogido lo hacía seguir para adelante, y acabar el recorrido sexual, que siempre ella dirigía, terminaban en la pose cuadrúpeda, como que la doña se sentía loba, solo le faltaba aullar, pero a ella no le interesaba nada, y lanzaba sin contenerse horribles quejidos y tremendos gritos, que todos los borrachos callados escuchaban, era una feroz masturbación de dos seres sin conciencia; más brutales que cuando en celo se aparean los perros chuscos en las calles.
El creer que el destino quiso que fueran así: la basura que se barre, o lo algo parecido cuando doña Juana se sienta a lavarse su cosa y a defecar tranquilamente en esa sicópata paz; “el sentirse hecho de puro pestífero excremento y no el molde del primitivo barro a imagen de un Dios que es justo y es amor”. Confundidos están todos en el no dudar que para esto fueron creados, o inventados, para esta maligna vida; como que sienten que experimentan con ellos hasta donde resistirán; pero a estas alturas qué más da. Y a veces se presentan días tan raros pero esperados por ellos, entonces aparece esa fría noticia: “sabe doña Juana, fulano a muerto”. Por allí varios chicheros esquivando la penetrante mirada de la doña se santiguan. Todos ya saben su repetida respuesta de lavada de manos de la doña, igual al veredicto de un “idóneo juez”: “Pobrecito tomaba mucho, así que iba a durar. Por él guardaré otro tiempo de luto”. Y siempre alguien sugiere: “Sáquenos unas botellitas de las buenas, de esas que usted tiene escondidas… que sea por el mal sentimiento que nos envuelve y se ha vuelto un nudo de impotencia en nuestra garganta… por la muerte del amigo”.
Y esta historia tan repetida, se repite otra vez con cada muerte. Saca dos botellas de la oscuridad de su bodega y las pone sobre la mesa. La estresante tenue luz del foco se opaca más, por el humo de los cigarros baratos. Todos miran esas dos botellas, sin expresiones, hinchados sus rostros por las dolencias de sus enfermos órganos, miran sin avaricia de quitarse el trago, pero con una necesidad de matar el sentimiento de impotencia. El saber que alguien de ellos se ha adelantado alcanzando huir de aquí, en busca de esa paz que tanto persiguen, y que no la hallan en esta mala vida. Y todos callados siguen más resueltos en la ruleta rusa, deseando de alma que en esas dos botellas la Doña por compasión se haya excedido en su extraña preparación, para hacerlos reventar de una vez por todas sus malas vidas y liberar a sus almas a mejores mundos…así como revienta al sacar el corcho de la botella, y queda libre la chicha.