Las Tres Gracias, cada vez más,
en altura y perpendicularmente,
se alejan por la autopista
frente a frente a frente
en retroceso.
Habitación celeste / habitación gris.
Aglaya, Eufrósine y Talia,
blancas, tristes y solas
se proyectan contra dos curvas diferenciales
topográficas, topológicas,
que vuelven a proyectar, a su vez, la una a la otra y la una sobre la otra,
naturaleza abstracta versus organismo perecedero idealizado.
Tres ventanas
Ventana norte:
cajas de mosaicos colorados
nacen entre los chaguaramos (Roystonea oleracea),
las acacias verdes y los sauces llorones:
las gemas de San Pedro, sombras
de nubes de gases lacrimógenos al sereno
pasean flotando.
Ventana este:
Piedras y cócteles lanzan los ucevistias.
Piedra pómez en el baño
con la que te lijas los talones
mientras miras por la ventana este
las piedras en las latas
de los que van por la autopista (deambulando).
Ventana sur:
bajo el puente del perenne allanamiento
la redada, el estacionamiento y los pilares por donde
trepan los piedreros
que se asoman desde las alcantarillas al borde
de la cuneta
con un saco lleno de latas,
como un inverso San Nicolás.
(fluido 1/fluido 2 : es difícil mezclar el agua con la gasolina).
El pasillo entre la ventana sur y la autopista
Frontera doble faz
-zona liminal- vibra con la autopista
cada vez que un camión pisa la junta de dilatación
Vibra el pasillo suspendido que une los pisos
impares a 9×3,2m sobre el suelo
(28,8m + 3 niveles de mezzanina, más o menos).
El paisaje sur también vibra
a la misma altura en la que flota,
en el vacío, sobre el puente,
algo o alguien fosforescente que observa desde fuera
preso en la atmósfera del ruido
de fondo interestelar
que se coagula
en
las
antenas
de las terrazas
de los edificios vecinos
cuando cada familia se reúne a cenar. Luz artificial, densa, amarilla
desamparo, no lugar (casual destino).
(alguien está buceando en el Guaire con un arpón)
La autopista
crash
proyectado contra el pavimento
en trayectoria parabólica, incisivo se funde
en la masa de rines aplastados, cristalizados
en el asfalto mezclados con chicles, colillas
y restos orgánicos transportados por las lluvias
de vidrio, de octubre.
Eso no se pueden observar desde la ventana norte,
nadie camina por ese pavimento,
no lo recuerdo,
no lo logro recordar, pero de alguna manera
aún lo recuerdo
será la idea del recuerdo, el eco de un espejo frente a otro espejo
sin nadie en el lugar (protagónico).
No hay ventana oeste,
solo queda la idea del recuerdo
y los cristales de asfalto carcomido como piedra pómez,
como aerogel sucio y gastado
de una abundancia del pasado
-entre lo frondoso y el concreto-
La plaza
La plaza las Tres Gracias
vórtice cósmico de lógica inconexa
espacio público inusufructuable
como un barco fantasma anclada ha quedado,
separadas en el tiempo,
flotando entre dos mismas diferentes ciudades
Tres piedras, tres gracias,
como tres capas perpendiculares
tres realidades paralelas,
describen un anti-nodo cartesiano,
un monstruo topológico voráz
que resuelve insolentemente el uso de la frontera.
Neumáticos y raíces por olas
que destrozan las aceras,
el espejo de agua y las escaleras
de la plaza las Tres Gracias:
Aglaya, Eufrósine y Talia permanecen en el olvido,
lo supongo,
me da pena
pensar que allí siguen
abrazándose
desgastadas, tristes y solas.