Vivimos en un país condenado por el signo de Chavez, determinado por su legado. Por un lado está la constitución, creación socialdemócrata que dibuja el primer intento de estado quinto republicano, asumida como propia por la oposición desde el 2007, cuando el galáctico empieza a modificarla vía enmiendas y decretos. Por el otro está el Plan de la Patria, supuesta versión definitiva del socialismo del siglo XXI, que convirtió a su teórico original, Heinz Dieterich, en uno de los más incisivos críticos del chavismo. En este escenario de Chávez vs Chávez se mueve la política venezolana desde finales de los noventa.
Es tan triste como interesante que lo mas llamativo de la actualidad política venezolana no sean las violaciones a los DDHH, el pésimo manejo de la economía, la crisis humanitaria o la perdida de todo talante democrático, ect.. En este presente avasallante de frenético acontecer el tema del momento viene del pasado, mucho antes del 4F: Henry Ramos Allup, único orador capaz de cargar con el legado de Chávez a nivel de lenguaje y comunicación, el peor enemigo de un régimen que gracias a la voz grabada del difunto todavía cuenta con un 20% de popularidad.
La elocuencia encendida y la erudición leguleya obsesionan al eterno parlamentario de tal forma que pueden haber descubierto su debilidad. Maduro al convocar el art.323 obliga a los representantes de todos los poderes públicos asistir a un Consejo de Defensa ¿la obsesión por la ley del aventajado orador adeco hará que caiga en la trampa? Los costos políticos dejaron de importar.
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