Dictadura… esa palabra… me gustan las palabras largas: murciélago, epifanía, oxímoron… pero no todas las palabras, no me gusta prisionero, espionaje… dictadura.
Creía ingenuamente que esa palabra era muy lejana, en algún pasado latinoamericano, en algún país africano… ahora resuena tan cerca, en la misma acera donde camino, en el hombre que pasa con una bandera de Venezuela al hombro… como una transmutación de lo fantástico a lo cotidiano, como en un cuento de Borges o Cortázar, con una naturalidad aterradora.
Escribo ahora con una valentía y una tristeza irreconocibles en mí. Poco o nada me gusta hablar o escribir sobre política, pero esta vez ya no es por una mera opinión, es ya una denuncia urgente, necesaria, no es si se está de acuerdo o no con algunas políticas gubernamentales, es ya una expresión de vida, de sentido común, de deseo de respirar.
Sí, en Venezuela vivimos en dictadura, sin eufemismos ni ambigüedades, cuando el 20 de octubre pasado el gobierno anuló el revocatorio, con argumentos leguleyos. En un país donde no hay elecciones y donde no hay separación de poderes, donde el poder ejecutivo, el judicial y el electoral es lo mismo, y el poder legislativo es anulado por el judicial, es un país en dictadura, así, claro y raspado.
Hay frases que se pueden aplicar en ciertos contextos, en otros no, en este caso creo que si callo, otorgo. Soy enteramente pacífico, no tengo más armas que este aparato donde escribo, no tengo más balas que estas palabras, las seguiré usando hasta donde me sea posible, quién sabe si luego me permitirán seguir haciéndolo, espero no exagerar, espero que lo pasado, la ficción de los libros, se quede en eso, en pasado y ficción.