¿Y ahora qué?

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Venezuela, siempre adelantada, votó a Chávez oponiéndose al supuesto poder omnímodo establecido. Exterior e interior.

Luego siguieron otros salpullidos. Podemos no ganó en España pero está a punto de “asaltar los cielos”. Quizás es cuestión de tiempo. En Grecia ganaron los anti-sistema pero 11 millones de personas nunca iban a poder con otros 500 millones.

Lo siguiente fue Brexit. Uno de los países más ricos y liberales del mundo votó en contra también del supuesto poder establecido esta vez representado por la UE, la inmigración, las grandes corporaciones y sus artificios tributarios, además de los banqueros.

Le siguió Trump también con un discurso anti-establishment, anti-político (que no es lo mismo que políticamente incorrecto), en la nación más poderosa que jamás haya existido.

¿Pero dónde está ese poder? Todo el mundo habla de él y lo sitúan casi siempre afuera (o adentro en forma de elites liberales) pero nadie sabe exactamente donde está y como actúa. Davos es una burla, a dónde ha ido hasta Angelina Jolie a tomarse selfies y esquiar con el resto de los billonarios.

La gente ante la incertidumbre se refugia en el estado-nación, en discursos de “nosotros-contra-ellos” y en narrativas simplificadoras hiladas por políticos ignorantes y manipuladores. Muchas de estas narrativas son tan descabelladas que ni siquiera califican como vulgares teorías conspiratorias.

Hay un poder real establecido pero ni es omnímodo, ni es omnipotente. Simplemente hace lo que siempre ha hecho el poder, ayer, hoy y siempre. Esto es mantenerse y perpetuarse a toda costa. La gente sin embargo puede votar con el bolsillo y en países democráticos con el voto en la urna (y todos los países que nombré anteriormente son democráticos o lo fueron en algún momento).

Lo verdaderamente anti-empoderador es suscribirse a la superchería y a la demagogia en vez de usar las herramientas objetivas que se tienen hoy en día. En Occidente además no hay excusas. Y sí, hoy en día un dólar tiene más poder que diez votos. Para muestra algunos ejemplos: la progresiva sustitución de bolsas plásticas en los países desarrollados (lo que incluye su cobro), la prohibición de fumar en espacios públicos, el auge de la comida orgánica/ecológica y las criptomonedas. Todos movimientos que han sido de abajo hacia arriba. Que esto sea la solución es otra discusión pero nadie duda de que la gente votó con su bolsillo o en la urna electoral y hubo un cambio real.

Grandes imperios cayeron en épocas donde no había democracia y donde el concepto de consumidor ni siquiera existía. La gente se dividía en esclavos y dueños de esclavos (y los que comerciaban con esto). Si hay algún momento en la historia de la humanidad donde se pueden cambiar las cosas con relativa facilidad y rapidez es esta. No en el año 100 D.C.

Pero es más fácil escuchar lo que se quiere oír como si se estuviera en una caja de ecos. Es más fácil no votar que votar. Es más fácil seguir consumiendo lo mismo que no hacerlo. Y esto incluye consumir las mismas ideas y paradigmas.

Es más fácil reconfortarnos en una narrativa que no explica pero reconforta, acusa, “empodera” y reivindica pero que en el fondo nada tiene que ver con la realidad. Y lo que nada tiene que ver con la realidad, ¿cómo se pretende que la pueda cambiar? ¿Por casualidad, por una carambola?

El mundo globalizado es extremadamente complejo. O comprendemos cómo funciona (cuestión que lleva mucho tiempo y constantes desafíos a nuestro sistema de creencias), actuamos en función (activismo que siempre empieza por casa) y exigimos políticos que estén a la altura o nos híper-normalizamos.

La realidad del mundo no son los Iluminati, o los Rothschild, o los ovnis, o que China se inventó lo del calentamiento global. La realidad es que el mundo a medida que se ha globalizado se ha hecho extremadamente complejo y la complejidad trae caos y alineación. Hay problemas muy graves que son globales y que solo se podrán resolver de manera global, sin embargo la política sigue siendo local, tan local que muchos ven normal a un Castro en Cuba pero no vieron normal a un Chávez en Venezuela. Ven normal a un Chávez en Venezuela pero no a un Podemos en España. Ven normal a un Podemos en España y no a un Trump en EEUU y así sucesivamente cuando en realidad es la misma situación con los mismos síntomas. Una situación que lleva tiempo gestándose. Décadas. El mundo es caótico, a veces luce como a la deriva, y es que en verdad no hay nadie a cargo. Los políticos inescrupulosos ante esta situación hacen estragos. El poder real sigue intocable mientras echados en el sofá vemos la última pantomima por televisión (en el mismo canal de siempre) o por el iPhone.

Vivimos en una carrera hacia el fondo en la que terminaremos todos mucho peor que como estábamos. El que tenga ojos que vea.

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