Veo como todos casi, sin excepción, hablan del triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, es verdad que quien detente el cargo de Presidente en ese país se convierte en el “hombre más poderoso del mundo”, pero; – ¿Esta relacionado directamente con nuestra vida diaria? – ¿Las decisiones de Trump en la Oficina Oval impactarán de manera importante mi cotidianidad? – ¿Serán determinantes las políticas sociales y económicas de Trump en el desarrollo de nuestra economía? – ¿Saldremos de la hecatombe que actualmente vivimos gracias a la obra caritativa del “Hombre mas poderoso del mundo”? – A todas estas preguntas tengo la respuesta, a menos que vivas en los Estado Unidos de Ámerica. ¡NO!.
Los venezolanos nos hemos convertidos en actores secundarios del mundo que actualmente avanza a una vertiginosa velocidad, todo ello a pesar de la babosa cháchara del gobierno bolivariano que afirma lo contrario, la verdad es que a casi nadie le interesa lo que acá sucede, y al parecer esta afirmación, nos incluye a nosotros mismos.
Somos una especie de personajes omnipresentes en todas las vicisitudes que a diario nos acogotan y sin embargo no accionamos lo suficiente para salir de esta pesadilla, estamos esperando que Trump, Capriles, Maduro u otro “superhéroe” nos venga a rescatar de semejante desgracia.
Creo que hemos olvidado de donde venimos, lo hemos relegado al más oscuro y apartado rincón de nuestra memoria colectiva, tenemos los líderes que tenemos gracias a esa desmemoria que hace gala en cada episodio de nuestra realidad social, política y económica.
Existe una especie de concesión graciosa a nuestros “lideres” en cuanto a la toma de decisiones y no presionamos adecuadamente a estos personajes para que tomen decisiones realmente convenientes para nuestra calidad de vida y para las generaciones futuras, no participamos activamente en movimientos políticos, y todo ello a una necia ídea de que la politica es «sucia», por cierto que esta fue la ídea de alguien que no quería nuestra participación en la toma de decisiones que nos interesan a todos.
Existe una idea generalizada de que esas personas que tienen responsabilidades de gobierno nos hacen un favor cuando hacen algo medianamente resaltable a favor de la población y gracias a esa desastrosa memoria, olvidamos que ellos son nuestros empleados, que nosotros somos sus jefes, desde el Presidente de la República – que es el primer empleado público del país – hasta el más humilde barrendero del rincón más apartado de nuestra extensa geografía.
Ellos son eso, empleados públicos, y como eso debemos reconocerlos, de tal manera que exijamos el mayor de los compromisos, no con una tolda política o con una ideología, o compromisos adquiridos para llegar al puesto que temporalmente detentan, sino con nosotros, con nuestro gentilicio, con nuestros niños, con nuestros ancianos – ambos grupos son quienes más resienten la actual situación – con nuestro país. Un país llamado a ser de los más prósperos y desarrollados del continente, hoy día una sombra de aquello que actualmente debimos haber sido.
El populismo reinante en el pensamiento político de quienes actualmente lideran los partidos políticos venezolanos, y de quienes les han precedido, solo ha sido reforzado por estos con el único fin de mantenerse en el poder y continuar manteniendo un establisment que les permita que las cosas fluyan de la misma manera.
Al parecer a ninguno realmente le importa un pepino el país, y ese pensamiento permea hasta el fondo de nuestra sociedad, vemos como Venezuela se ha venido convirtiendo en nuestras narices en un inmenso despojo, es imposible no darse cuenta de lo mal que funciona absolutamente todo, es increíble que cosas que uno daba por sentada, ahora sean una rara excepción. Al tener como norte la dejadez, la indolencia, la mediocridad, la falta de valores y principios, estamos dejando en el camino a una generación que no tiene el más mínimo sentimiento de arraigo y amor por el país, por su cultura y sus costumbres, así como estamos, somos más vulnerables ante la transculturización y el olvido de nuestros valores primigenios, no se estudia en profundidad el pensamiento de nuestros padres fundadores y hemos dejado para los actos protocolares las gestas de independencia que nos brindaron la nacionalidad.
Es imperativo corregir este incierto rumbo que han tomado las cosas, no continuar buscando culpables en el Imperio, los cubanos, los chinos, etc. Hay que sacudirse y comenzar a pensar en nosotros mismos, en nuestros intereses, en lo que nos conviene, en nuestras debilidades para fortalecernos, en nuestras fortalezas para utilizarlas a nuestro favor y sobre todo hacer de la nuestra una sociedad de ciudadanos, y dejar de llamarnos pueblo.