La Historia Empezará a Juzgarte – Fidel y La Muerte

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Ya era de noche. Una suave canción marina rodeaba las mansiones erigidas en Cayo Piedra. Un escondido punto aburguesado en una isla donde la opulencia y la prosperidad individual es un crimen de estado; a menos que, el mismo estado te lo permitiese. En ese lugar de ensueño caribeño, reposaba Fidel Castro y sus más allegados seres de confianza. Él, descansa tranquilo en su hermoso cuarto; rodeado de libros, fotografías, y extravagantes detalles obsequiados por varios personajes notorios en sus últimos 60 años como el Hombre Fuerte de Cuba. Cuando se fue a dormir, sintió las típicas molestias de su delicada situación de salud, de su ancianidad, que casualmente en estos momentos se sentía más cómodo en su cama, como si no hubiese dolor alguno en la parte más baja de su espalda justo cuando empezaba aliviarse de sus achaques las ganas de dormir se esfumaron. Le parecía un poco frustrante, Tenía casi una década sin sentirse tan a gusto y el insomnio lo toma de sorpresa. Abre los ojos y lo primero que nota es a un hombre de aspecto sospechoso de suéter negro, y guantes blancos, con su cabeza totalmente encapuchada y resguardada más aún en la obscuridad, como se visten los ladrones o los espías. Estaba revisando las fotos que estaban en varias partes de la habitación.
– Hemingway- Decía con una voz profunda y penetrante, como de ultratumba.- A éste también lo reconozco. Es un Ruso ¡cierto! Nikita Jrushchov… Y a éste ni se diga, Gabriel García Márquez, El Gabo, hombre simpático un “alto pana” como dicen en Venezuela.
Fidel Asustado ante tal escena salta sobresaltado exclamando:
-¿Quién carajos eres tú? qué haces paseando en mi cuarto hablando idioteces a estas horas de la noche. ¡Guardias! ¡Guardias!
El hombre se voltea y le hace señas de que se tranquilice y que baje la voz. A lo que luego su tono de voz cambia a una muy familiar al señor Castro: una voz de un hombre joven que no se ponía de acuerdo entre hablar con acento cubano, boliviano o argentino.
-Tranquilo Camarada, disculpáme la hora, pero solo quería saludar a un viejo amigo que tengo tiempo sin conversar.
Esa voz, le parecía conocida. Casi no lo podía creer; era la de Ernesto Che Guevara. Su amigo estaba en su cuarto justo ahora; De forma vívida y real. No terminaba salir de su asombro cuando la figura oscura se dio la media vuelta y se quitó la capucha.
-¡Ernesto!- Dijo casi sin aliento Fidel al ver a su más fiel amigo en frente de su cama.- ¿Eres tú? ¿Vienes a buscarme?- Luego éste se sienta en su lecho de la cama, se le acerca y le dice:
-Sí, Fidel, vengo a buscarte. Es hora de partir; ya la semana pasada les dijiste “chao” a tus más fieles compatriotas y varios líderes mundiales. Así que esto no debe ser tan doloroso para ti.
– Aún lo sigue siendo. Tuve una buena vida, me gustaría seguir entre los vivos pero ya no puedo negarlo. Mi energía se apoca y me semblante esta caída, ya no camino como antes, ya no hablo como antes.
– y lo peor de todo: ya no cagas como antes. – Ambos se ríen con ironía y bromean ante la situación. A lo que el hombre de negro agrega.                                                                                                                                     – Es irónico; no hace mucho controlabas, a todo un continente de polo a polo, las vidas de más 12 millones de cubanos y la opinión pública global; y ahora mírate, apenas puedes estar de pie e ir al baño te resulta una agonía. Controlaste todo y ahora no controlas nada.
Fidel Castro un poco molesto con la declaración le señalo que aún con su condición seguía siendo influyente en su círculo de poder. Y que su hermano hacía lo que mandaba. A lo que el hombre misterioso que Fidel creía que era el Che Guevara se puso la capucha y su voz progresivamente se alteraba a otra voz más conocida.
– Tu bien sabes que Raulito es solo alguien que obedece, no quien domina. Solo seguirá tus ordenes hasta el día que te vayas, a partir de ahí será incertidumbre para él y para todos sus gobernados. El honrado pueblo cubano que como un faro, fue y es la luz para la humanidad en medio de la penumbra egoísta de los poderosos.
-Así es Ernesto. Pero entre todos mis allegados, y entre todos mis parientes, él es el que más confianza le tuve. Y sé que a él tampoco le queda mucho, pero sé qué hará un buen trabajo.
Luego de unos momentos de silencio, el encapuchado comenta.
– Pero debes estar feliz, hiciste lo que nadie se atrevió hacer: poner a una pequeña isla en el mapa. Fue la manzana de la discordia entre 2 superpotencias bélicas. Ayudaste mucho para eliminar el racismo en el hemisferio, con tu carisma mágico convenciste y manipulaste a cuento ingenuo conseguías, y mírate: estas pasando tus últimos instantes en una lujosa mansión mientras eres un símbolo de los pobres e indefensos del mundo.
A lo que Fidel responde con picardía:
– Caramba Ernesto, Pareces que estuvieses hablando del mismísimo papa.
Ambos ríen estruendosamente mientras Fidel sigue relatando sus vivencias y de las formas en que el Destino lo ayudó: Bahía de Cochinos, el jugoso trato que hacía con los soviéticos, esas deudas que a la final no pagaba y que incluso se las llegaban a perdonar y de Chávez. A lo que el viejo amigo de Fidel le dice.
– Ese hombre fue una bendición.
– Sí… Cuando todo el mundo daba por vencida el sistema socialista. Éste hombre creyó en ella.
– Y luego creyó en ti. Mucho. y me encanta la ironía de la historia. Venezuela. El país casi impenetrable de tu carisma y solo tenías que esperar unas décadas más para que un hombre embelesado de tu labia te la entregara en bandeja de plata, o de petróleo.
– Maldito Viejo Tacaño. Espero ver a ese Rómulo Betancourt y burlarme en su cara.
– Tranquilo chico, puede que lo encuentres donde te llevare.
El hombre se puso su capucha negra y luego, dejo de “sonar” como aquel camarada que cayó en Bolivia, ahora su voz se ponía más gruesa, más solemne, más metódica.
Más venezolana.
– Y donde irás, conseguirás a mucha personas, gente que te amó gente que te repudió. Muchos con ganas de preguntarte y con quienes tendrás tiempo, mucho tiempo para conversar, y para reflexionar de todo lo que hicisteis en vida.
Fidel estaba intrigado, pero empalideció cuando el hombre se bajó la capucha otra vez. Era otro amigo, uno muy reciente que partió no hace mucho El ex-presidente Hugo Chávez.
-¡Hugo! P-pero ¿cómo es posible? ¿Qué ocurre?
El hombre misterioso se pone de pie y retrocede unos pasos y con la misma voz del ex presidente Hugo Chávez dice.
-Hermano Fidel, cuanto tiempo sin verte. Pronto esteramos juntos en la eternidad. Acompáñame a pasear por esta hermosa casa donde tanto tiempo pasamos, hablando de salvar a la humanidad y crear una patria grande, digna de Bolívar y Martí. Ven párate.
La cara del Señor Castro era un poema. Estaba totalmente confundido y a la vez molesto ante este juego mental, el bello sueño se convirtió en una extraña alucinación febril; y en ese momento exclama.
– ¿¡pero qué demonios eres!? ¡Bestia Maldita! Aléjate de mí. Fantasma artero e inmundo ¡Tú no eres ni Ernesto ni Hugo!
La figura misteriosa alega con solemnidad.
-Grita lo que quieras, llama a tus guardaespaldas favoritos si deseas, no te va a servir para nada… estas contra alguien invencible.
Fidel Trata de correr a la salida. El hombre con cara de Hugo Chávez no le da importancia a su intento de escape. Fidel se acerca a la puerta mientras grita por seguridad, y justo antes de que tocara el pomo de la puerta, siente una mano fría y pesada en su frágil hombro que lo empuja para atrás con una fuerza arrolladora. El hombre aún con el rostro del Ex presidente mira con altivez a Fidel que aún está en el piso y le dice con frialdad.
– Ya es hora de serte franco. La verdad es que si vengo a buscarte, pero no soy Ernesto Guevara ni mucho menos el que veías justo al frente. Soy La Muerte, vengo a buscarte porque tu tiempo ha expirado entre los que aún viven.- a partir de aquí, La Muerte se puso de nuevo su capucha y empezó hablar con su típica voz de ultratumba, grave y pausada, como una marcha fúnebre y sus ojos empezaron a brillar con fulgor.-Mi misión es destajar el hilo que conecta tu alma con tu cuerpo y enviarte a donde reposan los que partieron.
Fidel estaba boquiabierto, al fin termino de asumir que su tiempo acabó entre los vivos, y estaba ante la figura que inspiraba más terror y respeto en las mentes de todos los seres vivientes. Una vez asimilado, se trata de parar, lo mira de frente, esbozó una sonrisa y le dice:
– Hasta que por fin vienes por mí, te imagino que te costó llegar hasta aquí. A tomar mi alma. Más de 600 intentos de llevártela por la fuerza y ahora solo eres capaz de acercarte a mi cuando estoy anciano y caído. Vencí y debes reconocerlo.
– Nadie me vence, yo decido quien se va y quien se queda, hay gente que ha sobrevivido a Chernóbil y otros me los he llevado solo por un estornudo mal hecho. Francamente me sorprende tu soberbia, eres altanero incluso ante la misma Muerte. Pero en algo tienes razón, se me hizo difícil llegar más temprano; tuve que recoger a un montón de almas de aquí: campesinos y obreros desnutridos donde lo agarró una fiebre “extraña” y que tu “milagroso” sistema de salud no pudo sanar, gente ahogada y baleada en las costas, un montón de infantes con solo días de nacidos y otros que no lograron ni eso; personas torturadas en cárceles prácticamente fallecidas que al verme, solo pedían al menos una cosa: Que te llevara o que me los llevara. Me pusiste mucha gente, a mucha gente inocente de por medio para llegar a ti. Pero el tiempo es justo y tu final es ahora.
Fidel hace muecas de burla y sátira mientras La Muerte habla y alega de la forma más chocante posible.
– ¿Qué me estás insinuando con ese discursito? ¿Es que Acaso eres mi juez? ¿Me llevarás al infierno, por mis supuestos actos? Déjame decirte que todo lo que hice, fue con la convicción de que era lo correcto, no me arrepiento de nada- decía el anciano con su innegable arrogancia y rebeldía distinguida desde siempre.
– francamente, solo los suicidas y la gente loca se atreve hablarme así. Y aunque lo desease, no soy un juez ni nada parecido, solo soy un intermediario, un “broker” de este plano físico que sirve a las dimensiones extrasensoriales. Cielo, Infierno, Reencarnación, Nirvana, La Nada. Todo esos lugares los desconozco, mi trabajo es dejar que el alma gobierne el cuerpo para siempre. Porque sabes, el humano fue creado para ser inmortal, y dentro de sí, él lo sabe, actúa como tal, y sabe que aunque su fin está cerca, desea que sus actos y su legado perduren. Sin embargo, por alguna razón, éstos no se lo merecen y debo intervenir para sellar el destino que están forzados a obedecer. Creo que lo más que se asemeja al comunismo es mi trabajo. Todos reciben su final por su capacidad y a cada quien a pesar de su necesidad. En fin, ponte de pié, levántate porque ya es hora.
La Muerte lo toma del brazo pero éste se resiste y de la nada empieza a forcejear, a patalear e incluso quiso darle un puñetazo. La Muerte molesta le dice en su forcejeo:
-Detente, esto es inútil. No hay escapatoria.
– ¡No me voy! ¡No quiero! ¡Voy a vencerte y voy a vivir para siempre! ¡Yo logro todo lo que quiero y ni siquiera tú podrás detenerme!
Harto de semejante acto de malcriadez la tapa la cara con su mano. Fidel en su forcejeo siente que cambia de ambiente, ya no está en su habitación. Está en otro lugar. En un cuarto con muy poca iluminación. La Muerte no está encima de él; Parece que desapareció. Al fondo de la habitación ve como un maniquí vestido de verde oliva. Se acerca más y más, con suspicacia, pero en cada paso dado, se daba cuenta que no era un maniquí, y que no era otra persona.
Era su Cuerpo Frío y Tieso, uniformado en una camilla.
-Mira la hora: ya es media noche, falleciste hace 2 horas y media, a las 9:29 de la noche.
Fidel Castro siente un vértigo que lo hace caer de bruces su mirada está perdida, lagrimas brotan de sus ojos. La sala obscura se ilumina más y más, hasta convertirse en una enorme habitación infinita y blanca, luego en su estado de resignación le dijo con un semblante de certeza y altanería.
– Ya veras, La humanidad se dará cuenta que siempre tuve razón. Ya lo verás. La historia me absolverá.
La muerte haciendo una mueca de burla solo esboza salir mientras desaparece de ese lugar completamente iluminado:
-Te equivocas, Señor Fidel Castro Ruz. Ahora, justo ahora es que va a empezar tu juicio.

4 Comentarios

  1. El hombre se pierde en su idealismo y asume una actitud de auto-engaño al considerar sus acciones como merecedoras de retribuciones y gratificaciones. En un punto de su vida, cree obtener perpetuidad, o al menos sí para sus acciones, pero no es más que la expresión de la soberbia y la arrogancia que a la final terminan por serle triviales a La Muerte, pues para ella, todos los individuos estamos al mismo nivel.

  2. Buen texto. Aunque cabe la pequeña posibilidad de que Fidel y la muerte fueran la misma cosa. Más de 600 atentados (según él) fallidos solo me dan entender que él no podía ser intermediario de su propia muerte, a menos que se suicidara.

    De ser esto cierto no habrá juicio, ni tampoco absolución, sino en todo caso jugosas comisiones para ese bróker excepcional…

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