Derecha Alternativa ¿Qué vaina es esa?

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Ya no son los hipsters ni los millenials. Una nueva etiqueta mediática se está poniendo de moda: derecha alternativa. La usan para englobar un tipo de posición política anti-establishment (hasta ahí todo bien) pero también profundamente tradicionalista. No sólo incluyen a neoconservadores «twitteros», sino también a neonazis, por ejemplo. Pese a ello, uno de sus impulsores es un gay británico de origen griego (¿?). De por sí ya suena a etiqueta mediática imprecisa, pero llama la atención el orgullo con el que millones de personas la utilizan.

Milo Yiannapolous. ícono gay de la derecha alternativa.

Si me preguntan, el término me disgusta, principalmente porque aborrezco la palabra «derecha». No me avergüenza decir que creo en el libre mercado, por ejemplo. Pero dentro de esa categoría «derecha» suelen incluir ideologías anti liberales como el nazismo o la monarquía absoluta, con los cuáles no simpatizo para nada. Es decir, la misma etiqueta «derecha», convencionalmente aceptada, en realidad también es vaga e imprecisa. Es una etiqueta peyorativa aceptada académicamente, pero que en realidad es tan «correcta» como la palabra «escuálido».

Agregarle el apellido «Alternativa» no mejora nada. El término «alternativo» me agrada, por ejemplo, cuando se habla de música. Si me hablan de «rock alternativo» o «hip hop alternativo» aunque se masifiquen, imagino una forma poco convencional de tocar ese tipo de música. Quizás el término le podría quedar mejor a los libertarios estadounidenses. Pero ¿qué tiene de alternativo apoyar movimientos ultra conservadores cuya diferencia con el pasado es que hacen «memes» irreverentes por internet?

Tengo contactos en facebook dignos de entrar dentro de esa categoría. Unos dicen ser ultra liberales, aunque moralmente son conservadores. Otros, en el caso de Venezuela, son nostálgicos del perejimenizmo. Si hablamos de economía, simpatizo con los primeros. Pero tienen algo en común: pueden acusarte de ser «comunista» por creer que el calentamiento global debe discutirse desde una postura científica, no política, por no creer en ninguna religión establecida, por pensar que un adicto a las drogas no es en realidad un criminal, sino un enfermo, al igual que los alcohólicos, y la prohibición no soluciona nada.

El ícono, aunque así no lo quiera.

Ese tipo de personas, «derechistas alternativos» también tiene su etiqueta de moda, usada de manera peyorativa: Víctima del marxismo cultural. No importa si estás contra la teoría económica de Carlos Marx, que al final es lo que define al socialismo. Si crees en la teoría de la evolución o en la liberalización de cierta matica verde, eres, repitan conmigo «Víctima del marxismo cultural».

Como siempre. Es probable que muchos de mis lectores se estén enterando que esa cosa existe. Algunos me dirán que si no me gusta, no le haga publicidad. Pero bastante repercusión tiene, y creo necesario pronunciarme al respecto.

1 Comentario

  1. El término «marxismo cultural» es una forma populachera e inexacta de referirse a todas las ridiculeces de los progres y los posmodernos, ridiculeces que se remontan, filosóficamente hablando, a la Escuela de Frankfurt. Y fue una afortunada casualidad que la gran mayoría de los filósofos de esa escuela, como Sartre, eran marxistas. Con «marxismo cultural» se refieren a cosas como considerar al género una construcción social (y el consenso mínimo mundial sobre roles de género entre hombres y mujeres jamás existió), la defensa a ultranza de los homosexuales (porque o estás de acuerdo con ellos en todo o eres un vulgar homófobo), la defensa del aborto en cualquier circunstancia (incluso en los últimos meses del embarazo, véase Planned Parenthood), el odio a la religión (siempre y cuando sea cristiana, los musulmanes son panitas), el libertinaje sexual, las leyes ultra-feministas de los últimos años (como la ley de violencia de género española que permite arrestar a un hombre por una mera acusación verbal, o las cuotas de género), etcétera. Mezcla la oposición a ese tipo de cosas con un desencanto con la democracia (debido a los hechos de los últimos años) y racismo, y tienes la mezcla perfecta para que empiece a crecer una extrema derecha de nuevo tipo.

    Yo no soy un alt-right porque me parecen una cuerda de loquitos de extrema derecha pero «modernizados», yo solamente soy un conservador. Sin embargo, lo que les da fuerza a esos alt-right es que la derecha tradicional ha prometido una y otra vez cambiar eso, eliminar el aborto, etcétera, y ni siquiera ha hecho un intento serio por revertir, en leyes, esas tendencias culturales.

    Y te guste o no, al menos en América, los conservadores cristianos aún tenemos mucha fuerza. Lo más irónico de todo es que la combatividad de la izquierda progre posmoderna empuja a muchos al radicalismo, cuando nosotros estamos dispuestos a aceptar muchas cosas (por ejemplo, una unión civil gay sin poder adoptar).

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