El negro Miguel tenía 27 años, esa mañana su papá le pidió que no saliera a manifestarse pero él hizo lo que consideró correcto, lo que le dictó su conciencia y su espíritu. Salió un día más al infierno caraqueño a alzar su voz y plantar cara a la tiranía y el despotismo, a luchar por su presente y su futuro, por el mío, puede que por el tuyo y por el de todo un país que a su lado combate con dignidad y sacrificio para, con el estómago a medio llenar y como mejor pueden, tratar de evitar desesperadamente el fracaso existencial que ha supuesto la visión megalómana y delirante de una élite ensimismada en el poder y en la más grosera abundancia que solo se sostiene y sustenta sobre la más corrosiva corrupción endógena y una brutal represión militarista, mientras observa indolente, con burla y hasta gozo el desmoronamiento moral, físico, intelectual y económico de toda una nación.
Miguel era un joven de formación humanista, hizo de su lema un modo de vida, desde niño “En todo amar y servir” fue su consigna, “Excélsior” su meta, con un gran don para la comunicación, amante del deporte, de solidos principios y fuerte vocación de servicio, hermano de sus amigos, su carisma, su humildad y sencillez lo hicieron ya a temprana edad un gigante entre iguales. Siempre se consideró un hombre con derecho a la libertad, y como el hombre libre que aspiraba ser, salió ese día a reclamar su libertad y la de una nación que no quiere ni puede ya permanecer impasible ante el monstruo de destrucción y degradación humana que supone su gobierno.
El negro Miguel no volvió a casa esa mañana, lo asesinaron de un disparo en el tórax porque asumió el compromiso moral y la necesidad ética de defender su libertad.
Esto no lo escribo para honrar su memoria, no es necesario. Su vida, sus hechos y acciones lo honran con creces elevándolo al podio de los que han dado su vida por una causa suprema, la defensa de la libertad y la dignidad humana. Tampoco lo hago para solidarizarme con su familia y amigos, afortunadamente su familia y amigos están arropados por toda una sociedad que se solidariza en el dolor y comprende y agradece profundamente el sacrificio de este joven héroe de 27 años al que le arrebataron la vida prematuramente y de manera violenta; obviamente tampoco mi intención es mantener vivo el dolor de los suyos. Esto lo escribo para todo aquel ciudadano que desde fuera de Venezuela sirve de antena repetidora a la mentira y demagogia de ciertas formaciones políticas subvencionadas, directa o indirectamente, por el régimen venezolano, ciertos medios de comunicación asalariados y en nómina de la tiranía, y ciertos intelectuales prescriptores de opinión que en sus delirios dogmáticos de militancia sectarista, carentes de cualquier tipo de empatía ni de análisis crítico de la realidad, no les importa hacer uso de la desgracia de toda una nación que hoy es víctima de una más que evidente dictadura autoritaria donde la separación de poderes consagrada en la Constitución no es más que un chiste cruel. Para ellos, su proselitismo político e ideológico está ante todo, incluso antes que la vida humana, hacen uso de la mentira más vulgar e hiriente para aferrarse a un ideario caduco que cae por el peso de sus propias acciones.
Esos políticos, periodistas e intelectuales recetadores de opinión, lógicamente tienen un interés claro y pragmático en defender lo indefendible, les va el pan en ello, viven de ello, cobran por ello, han basado su carrera profesional en ello. Pero tú que eres un ciudadano al igual que yo, que Miguel, que su madre, su padre o sus hermanos, no logro vislumbrar que interés o motivación puedes llegar a tener al atreverte a vociferar sin el más mínimo pudor que los manifestantes en Venezuela son “terroristas”, “lacayos del imperio yankee”,” sirvientes de la ultraderecha”, “golpistas”, “agentes capitalistas” y una larga lista de sandeces que por dolor no puedo seguir numerando. A ti que te gusta sentenciar y evaluar solo bajo tu prisma la realidad ajena, te pido empatía si todavía te queda, pero sobre todo te pido respeto, respeto a los muertos, respeto a los que exigen se le devuelva la dignidad robada, respeto a una nación que no puede más, pero más que a nada respétate a ti mismo. Ten criterio, ten personalidad, no seas títere, las ideas que no están basadas en la solidez de las acciones no son nada, busca la realidad de los hechos, que está ahí; realidad tal que mientras gente como tú, desde la comodidad de su Smartphone y el confort y la seguridad que le brinda la sociedad en la que vive, sigue haciendo apología y propaganda de una realidad que no le toca vivir ni padecer, gente como Miguel ya no puede volver a abrazar a su madre y los suyos nunca más porque lo asesinaron por atreverse a alzar la voz.
Ninguna víctima de la represión y la violencia es más valiosa que otra, ninguno merece más honorabilidad que el otro, todos perdieron la vida en el ejercicio sagrado de la expresión, hablo de Miguel porque me toca de cerca y no puedo evitar verlo y entenderlo personalmente como alguien que simboliza la lucha contra la tiranía y la opresión. A Miguel no lo obligó nadie, nadie lo contrató, nadie le pagó, nadie lo indujo, a Miguel lo empujaron sus principios y sus altos valores morales, la dignidad, y el hambre y sufrimiento de un pueblo que dice BASTA YA.
Me despido con este mantra comunista que si mal no recuerdo, fue de boca de algún dirigente del P.C.E de quien lo escuché o leí en su día: “prefiero mil veces la mentira dentro del partido, que la verdad fuera de él”
Piénsalo…
Texto: Michelin Rodríguez / ilustración: Devoner Gonzalez