¡Estoy con pecado!, hoy si camino con mis pies.
La conciencia, como joya que es, está en su altar, allá arriba, en el fin de mi mundo. Aquí abajo nadie le reza: es que las pobres beatas se fueron con los años, ya hace bastante de esto. Y las pobres gentes creyentes, están sin lenguas, porque no tienen para misas voluntarias, ni para las limosnas ni para las velas; y sus oraciones se les han secado en la garganta. ¡Pero está bien!, la Virgen no los culpa: ¡Ella es blanca! aunque el sol se incline para la noche que me llega.
Pero esta vez, en mi cena como carne, y no como hostia: “porque ahora mi vida me pide burdel”. ¡Hoy si quiero vivir la historia o la leyenda!
Camino uno, dos, tres…hasta treinta y tres cuadras. El viento me ve acompañado del verriondo, me llega y se va. Con súplica levanto la mirada para pedir que el universo se apiade, es la lujuria que se ha adueñado de mí: las estrellas, la luna y todo lo celestial se esconden de mi presencia. Sigo con inseguros pasos, pasos con ecos de cascos de un animal con pezuñas; es mi conciencia siguiéndome. Los vacíos callejones son largos, que casan caminarlas: son largos callejones apretados, que las gentes noctambulas no se cansan de ensuciarlas con sus necesidades. Al final de mí recorrido hallo algunos postes, están todos orinados y con sus luces de luto, creo que es porque el día ha muerto en alguna parte de mí.
Tres cuadras más, que ya veo el lupanar. Pero antes el bar, los tragos…
Miro el burdel y me adentro en el: antro oscuro donde se ensucian los adolescentes, adulterando su limpio semen con el sucio semen de otros ya jodidos por su mala vida y se juntan en las vaginas: mezclando su inocente libertad de adolescentes con la esclavitud de los putañeros adultos; que de hecho les contagiaran su mal destino. Me adentro en él antro, sus callejones son más largas que los callejones de las calles, aquí no hay ecos de pisadas, son los cascos que caminan. Maliciosamente veo a los desnudos viejecitos pedófilos sin sotana, que con sus testículos hediondos y caídas nalgas corren con sus bastones como niñitos rogando sus golosinas detrás de las risueñas niñas que están aprendiendo a ser prostitutas. Y esto hace crecer mi ansiedad y, me impulsa a pasar por todas las habitaciones abiertas y que exhalan sus olores de su libídine; todos los olores son agradables a mi sexo. Todas las prostitutas son agradables y lascivas: una con uñas largas, otra con pelo rojo, otra con bata corta, otra sin ella, otra con todo, otra sin nada, otra y otras y …etcétera de putas. Hasta llegar, por los feromonas en el aire a… ¡Esa! …que mi bestia quiere.
Ella es alta por los siglos, alta por los miles de años de experiencia, tiempos en que ha sido utilizada, alta desde la creación de su oficio. Su pelo está aún revuelto por mítines de manos. Su mirada de adicta, sí que me llega. Su nariz como me gusta. Sus labios, de viva carne palpitante. La miro, su vista también se me prende. Su piel es blanca de nieve; me interrogo: ¿tendrá alma?
Me acerco y le digo:
– Eres por hoy amiga de mi deseo.
– ¿Qué soy? – responde.
– Eres por hoy: todo mi mundo, el demonio que llevo en mi carne… eres mi mal necesario- le digo.
Precipitadamente le pregunto:
– ¿Y cómo es contigo? –
Directamente me responde:
-Mira, conmigo todo hueco que encuentres, cómetelo y llénate. Que yo me comeré, tu pezuña, tu semen, tu grajo y tu caspa. Tu vena con tu sanguaza la uniré a mi vida. Esto más tu mundo, ¡treinta monedas te cuesta!
-¡¿Cuánto?! – asombrado pregunto.
Ella no quiere hacer una rebaja por su cuerpo sin várices, ni celulitis, ni estrías. Y con una sonrisa que sabe su oficio responde:
-Mira hombre, o lo que seas. Has venido a ser esclavo o a liberarte.
Su cuerpo me lo vende por el rato que quiera, y con un susurro en mis tímpanos me besa con ganas. Su voz a todo masculino gusta. Su palabra con su aliento, moran en el humor de su sobaco tupido.
Entro a su alcoba, detrás esta ella. La verdad aquí no hay indulgencias ni “amor”: que reflejado en el espejo de su cómoda dice” roma”. Mi deseo mira conscientemente todo lo que se puede hacer con ella. Mi intuición escucha sus extraños latidos, que extrañamente me dominan. Ella lava su sexo con agua limpia para purificarla y, sobre esa agua ya infectada, lavo mis manos como Pilatos. “Sabes que mi sexo late cuando voy a ser fornicada” me dice. Mi pensamiento por su voz, resuenan en mi tímpano: “llevando en alto a una perra y escupiendo a la Reina”.
Su diástole, abre mi pasión. Recibo el vaso de licor, que ella cariñosamente me ofrece, para cambiar mi alma y terminar de matar mi poca voluntad. Luego atento, medito en este presente, me siento vacío, me pierdo en la nada.
Después corren las agujas del reloj. El minutero ha corrido con el calor del infierno, que ampollan las patas del catre. La cama está suave y revuelta. Sus labios tienen hierro; me muerden la piel, los músculos y huesos, haciéndome marcas. Su piel es una sábana salada, porque mi sudor la moja como las aguas del salado mar. Sus poros como la arena, son contados por los poros míos. Mi fuerte tufo con halitosis, mueren en su aliento. Los chillidos etéreos, se cuelgan en las paredes y los almanaques. El apóstata quejido erótico, sale de su seca garganta, baja hasta Luzbel, para endurecerse allí.
Su sexo oscuro sin estrellas, huele a ostra olisca de un mar muerto, mi lengua sarrosa, sin detenerse con fruición lame aquel manjar, y sigo lamiendo aquel terrible portal. En toda su piel están los cinco sentidos y en mis dedos y mis labios también. Y me siento bebé succionando sus enormes pezones sin leche. Mientras ella se retuerce como serpiente en fuego mordiéndose la cola.
Mi corazón: ¡late!, ¡late!, ¡late! Ahora si comprendo, que la vida es de plomo y los testículos de infierno. Pero por favor: ¡Corazón late, late, late…! Tú con ellos que como cruces me pesan mucho…corazón late, late, late; bombea sangre y agua… que tengo sed.
La fratricida y sacra lucha sigue, sahumados por: alientos, gritos, colonias más pedos. Los dos hermanos pelean; cualquiera reinará: es que uno es amor y paciencia, el otro vicioso y mentiroso. Luchan en mí y, yo con ella y, ella por ella.
La conciencia se tapa, el pecado mira. Siento que su corazón también: late, late, late. Su vagina ahora se ahoga por mis flemas ardientes, que la llenan.
Al terminar. Ella me besa, me quiere. Pero la verdad, es que hasta siete dura mi potencia. Después saco mi débil y luenga serpiente, que ella enojada desprecia. Al final en mi cuerpo, sus besos mueren como todos los seres,… menos el ósculo de la frente de mi seca calavera.