La anacrónica cosmovisión se va implementando inexorablemente, con una rapidez impresionante, en menos de dos generaciones. Vivimos los resultados de la aplicación de la teoría Ceresoliana de Caudillo – Ejército – Pueblo, transformada, modificada y perfeccionada en la nueva triada ejecutiva de Estado/Gobierno – Fuerzas Armadas/Fuerzas Policiales – Paramilitarismo, eliminando al caudillo único de la ecuación, sustituyéndolo por los altos mandos del corporativismo militar y borrando la antigua noción de Pueblo/Nación, cuyo verdadero poder es también es fácilmente sustituible -a la luz de los hechos- por la amenaza de poder de fuego.
Este nuevo (y al mismo tiempo viejo) Estado, es una aplanadora inmisericorde, con mil cabezas, cada una actuando por sus propios intereses pero con un interés final común y colectivo, que no es más que la supervivencia económica, más importante que misma superviviencia política. Operacionalmente el gobierno se va transformando en una interminable matrioska que va degenerando mientras disminuyen el tamaño de las piezas; su odio y resentimiento inversamente proporcional al tamaño y número de participantes del circo y círculo político.
¿Qué sobresale de toda esta atrocidad histórica? El Hombre Nuevo. Esta entidad anarquizada, caótica, sin centro moral alguno, que manda y comanda, que obedece ciegamente y lleva a la práctica sus más oscuros deseos y pensamientos, sin noción alguna de la legalidad o de condición humana, a su real parecer, a diestra y siniestra y sin contrapeso efectivo que lo controle o regule.
La amenaza de un poder de fuego, lesivo y lascivo, desproporcionado y falto de cualquier lógica y moral, puede sobrepasar cualquier poder de convocatoria y/o de movilización y hasta a una masa crítica de la población. Sin incentivos reales y concretos ofrecidos a los grupos de poder, no habrá cambios en la ecuación; no contamos con la tecnología suficiente para solucionar la cuestión que nos atañe.
Uno de los errores ha sido el no poder internalizar que se puede ser un buen profesional de la crueldad y de la ignominia. Cualquier represor se puede excusar bajo el derecho a la defensa, cualquiera puede ampararse de algún antecedente histórico desechable y falseado de acuerdo a las circunstancias modernas. Cualquier puede llamarse Patriota, sin serlo, o llamarse Nacionalista sin ser Patriota, dos conceptos distintos, pero tan vulgarmente utilizados, que significan absolutamente nada. Cualquiera puede llamarse Popular, porque todo puede serlo.
Es la Era:
-De la desaparición del Estado de Derecho.
-Del Terrorismo de Estado como herramienta eficiente, efectiva y cuyo coste político es asumido como aceptable por parte de los victimarios.
-De la desaparición de la individualidad como arte y parte del quehacer social y político.
-De la absoluta preponderancia del Estado sobre el individuo.
Nuestra Nación es y será la negación histórica.