Un día leí que a un grupo de hombres homofóbicos les hicieron una prueba mostrándoles pornografía gay y el pene se endurecía mas que cuando veían pornografía heterosexual.
En mi caso creo que me sucedería igual, aunque la verdad he visto pornografía gay y no me llama la atención, pero los transexuales si me excitan montones.
Después de aquel día que la vi en la calle, que se me acercó, me dió su tarifa y me lanzó un beso quedé obsesionado con ella (digo ella por respeto, pero dejemos claro que tiene un pene de 18 cm y curvado hacia la derecha).
El día que la vi, fue un domingo en la mañana, igual que el día de mi nacimiento, ese día me excite y me cagué de mi excitación en igual proporción. Al llegar a casa la busqué como demente en Internet, hasta que la conseguí, su perfil en facebook mostraba en fotos su evolución de niño adolescente con ojos claros y rostro afeminado hasta un travesti diabólica que se pasea por las calles de San José, pasando por los reclamos e insultos de su familia y el morbo de sus clientes en todo el proceso.
Tecnicamente hablando es un travesti, no una trans, su cuerpo es natural, toma hormonas y sus tetillas se han apuntado un poco, pero su hermoso y redondeado culo y su rostro femenino son naturales.
18 años tenia cuando la conocí, después de que la vi y busque en Internet, la busqué en los alrededores del parque Morazán, una madrugada la monté al carro, me llevó a una calle solitaria bajo un árbol enorme y me mamó, estaba toda pijada, me gustó. Otro día la llevé a un hotel, me mamó y me la cogí, me encantó. No me atrevía aún a jugar con su pene, pero un día me sinceré y me dije ¿por que no?
La busqué por semanas sin éxito, hasta que la vi, en el hotel la mame y jugué con su picha, luego otra y otra quizás unas 5 veces la he visto, la mamo, me mama, me la cojo, riquísima, no tengo fantasías ni deseo de que me penetren, pero si me gusta tocarla, rozarla, mamarla y jugar con ella, su pene y el mio juntos. Creo que eso me convierte en un Goy (si boy+gay) pero poco me importan las etiquetas cuando el placer de la carne llama.
Tengo una colección se fotos y vídeos privados con ella, y a menudo los veo y me masturbo y la recuerdo con gran placer.
Me alegra realmente haber cruzado una linea que pensé que no cruzaría jamás.
La linea del prejuicio.
Extraño esos días en los que la sexualidad solo era sexualidad y no era categorizada como hetero, bi o homo. De haber vivido en esa época, seguramente la extrañaría. Esos días en los que seguramente muchos machos se iban de cacería y al verse en la necesidad, entre ellos se chupaban el pito y el más popular de todos, se ponía a cuatro patas para que todos penetraran su ano y alivianar la carga sexual de todo el grupo. Seguramente ese era el líder de la manada, el que ponía el agujero para que los demás pudiera centrarse en el difícil arte de cazar y volver a la aldea con carne para toda la tribu.
Probablemente antes de poder elaborar oraciones gramaticalmente completas; antes de hacer cálculos matemáticos y mucho antes de ser tantos individuos como para tener tiempo libre de ponernos a pensar en reglas sociales que categorizan a las personas dependiendo con quienes tuvieran sexo. Seguro, en ese tiempo, solo se trataba de algo tan simple como una necesidad fisiológica que no puedes evitar. Un amigo ayudando a otro y todos ayudándose entre todos.
Pero llego el progreso y las etiquetas, que por más inútiles que sean, se siguen arrastrando a lo largo de muchos siglos. Pero seguro que unos cuantos más, ya nadie se acordara porque empezó esa idea y se dejara en el olvido como los tacones y pelucas de los ingleses.