Los mejores discos de 2017

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Neon, de Octave Noire

La producción del disco es excelente. Como vocalista no es muy bueno, pero no importa mucho. Este disco merece una entrada en la larga historia del synth-pop francés.

 

Utopia, de Björk

Lo opuesto a su melancólico, desgarrador, disco anterior. Es un disco sobre renacer, salpicado por cantos de aves, y de enamorarse. Me parece valiente que, a estas alturas, Björk pueda ser tan cándida con el amor adolescente: “When I spot someone who is same height as you / And goes to same record stores / I literally think I am five minutes away from love”.

 

Room 29, de Jarvis Cocker y Chilly Gonzales

Uno de mis discos favoritos de este año. Tearjerker es clásico Jarvis Cocker… y el video también:

DAMN., de Kendrick Lamar
Kendrick Lamar se consolida como el rapero más importante de su generación. Este es un disco que bien podría haber grabado Kanye.

Pleasure, de Feist
Un disco muy natural y crudo. Como si hubiese sido grabado por una prima lejana de PJ Harvey en su era de Stories From the City. El track homónimo rompe en un momento inesperado con un ataque de guitarras sucias que abre el resto del álbum a múltiples posibilidades, lo libera para moverse por momentos musicales divertidos y sorprendentes. Mis temas favoritos son A Man Is Not His Song, con su outro metalero, y Century, un tema al que es difícil entrarle en el que Feist se saca de la manga a un Jarvis Cocker en modo Vincent Price, apoderándose de la canción cuando creías que se había acabado. Además, el coro es un fantástico relato sobre como encontramos a esa persona en nuestras vidas: “alguien que te conducirá a alguien / que te conducirá a alguien / que te conducirá al único / al final del siglo”.

Slowdive, de Slowdive
Ideal para escucharlo mientras manejas por la Autovía del Cantábrico. Música para reconsiderar las historias de tu vida una tarde lluviosa a final del verano. “Put it all behind you / Put it in a song, yeah / I don’t want to / know about it / Put it in a corner / Somewhere I can’t find it / I don’t want to think about”. Ellos fueron los inventores de ese sonido. Una facción disidente del shoegaze que le dio pie a un montón de bandas como Sigur Rós, Beirut y Beach House. Totalmente inesperado.

Pure Comedy, de Father John Misty
El comienzo es un abreboca del comentario social que nos espera en el resto del disco: “The comedy of man starts like this / Our brains are way too big for our mothers’ hips / And so Nature, she divines this alternative / We emerged half-formed and hope that whoever greets us on the other end / Is kind enough to fill us in.”. Mientras más le presto atención a las letras, mejor me cae este pana. En algunos momentos, Tillman es capaz de rasgar el velo del estrellato y cantar lo que piensa de verdad. Algo que se hace evidente en Leaving LA: una épica deconstrucción del personaje Father John Misty que se transforma en una mordaz crítica de sí mismo. Y otras veces, como en Total Entertainment Forever, es… bueno, pura comedia.

Ti Amo, de Phoenix
Mi primera impresión fue asco. La compresión de audio se nota demasiado. Pensé que eso podía sonar bien en 2009 pero no en 2017. A la tercera o cuarta oída fue que comencé a encontrar belleza en este pop desvergonzado, en la parodia —voluntaria o no— de una banda de europop de los 80s, en las enumeraciones, diálogos y palabras aleatorias en italiano, que es exactamente lo que provoca hacer luego de un verano corto pero trascendental en Italia.

Sleep Well Beast, de The National

I get a little punchy with the vodka just like
My great uncle Valentine Jester did
But he had to deal with those people like you
Who made no goddamn common sense

The Day I Die, en el Sleep Well Beast, de The National, es un gran tema sobre una crisis matrimonial. Este disco de The National es un poco más agresivo que los anteriores y definitivamente el mejor de esta década.

A Deeper Understanding es el mejor disco de War On Drugs hasta ahora, lleno de atmósferas impecables que te llevan a mediados de los 80s. Algo que no te esperas con los primeros dos temas, pero que se consolida poco a poco, acelera en Nothing to Find y llega a In Chains convertido en un disco arrollador, digno de Don Henley o Springsteen circa 1985.

En Rest, Charlotte Gainsbourg asume, por primera vez desde los 80s, las consecuencias de su herencia. Los primeros cinco temas —toda la cara A del disco— suena como si Jane Birkin se hubiese juntado con Giorgio Moroder o Claudio Simonetti, en 1979, para hacer el soundtrack de una película de terror italiana.

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