Ninguno vio sus rostros,
bajaron por el boulevard.
Calles mojadas, reflejo del mundo.
Hubo amainado sin paraguas.
Pesaban los bombines sobre sus cabezas remojadas.
Humeaban eternamente las tazas.
La ciudad persistía. Todavía tanteaban
las conteras y ya no se abría,
pero en los drenajes la plata relucía.
Entrambos entraron al mismo Café
y humearon entre los diarios.
Frente a cristales empañados,
nunca vieron sus rostros.