Sandino, el payaso triste

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«Contra la estupidez, hasta los dioses luchan en vano.» 

Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.

 

–  Querido camarada Rosendo Durán, me veo en la obligación de presentar una sincera queja para con el respetado sindicato que usted oficia. He sido obligado a vivir ciertos episodios de mal gusto por culpa de la mal llamada nueva visión de marketing infantil que se estableció desde hace seis meses a la fecha. Nuestra amada empresa con filial en Silicon Valley es patrimonio de los payasos, payasitas y demás retrasados que se colocan un disfraz para ganarse la vida. Por lo menos, aquí, en Venezuela, es obvio que tener un trabajo así es una maldición. Portar un estandarte tan deleznable para el gran público no necesariamente da grandes satisfacciones.  Sin embargo, no es para quejarme de mi oficio que le escribo. De manera personal asumo mi barranco, no en balde es como mi vocación desde carajito: ser el hazmerreír del salón en los primeros años de colegio. La rata en la época del liceo. Para terminar preñando a mi novia del último año de bachillerato y dejarla botada en Valencia para venirme a trabajar en Caracas.

Si, ya sé que mis vericuetos personales no son de su incumbencia camarada. Pero voy a serle sincero. Desde que ejerzo este oficio hace ya para dieciocho años, nunca antes me habían tratado de esta manera. Improperios en las fiestas sorpresa de los niños con su recurrente sorna de no creer en personajes disfrazados. Sus padres no quieren transferir el monto acordado sino hasta que les ronca el culo (perdón por la expresión, pero me saca la piedra esto) y para remate, no es por juzgar a la administración, ni mucho menos camarada; pero la comida que se reparte en las fiestas de buenas a primeras a desmejorado tirando a sé jodió. Por así decirlo.

Ya sé, permítame disculparme de antemano. Estoy bien enterado en el asunto de que no se puede levantar ninguna injuria o protesta contra la administración de la empresa. Pero es bien sabido que el dizque nuevo rufián que lleva la batuta de la Payasada s.r.l me tiene hasta la coronilla. Ya se lo había comentado a Gurrufio el que se especializa en bonches de divorcio, fiestas de despedida de soltero y cosas por el estilo: “Asume tu puesto Sandino, no te dejes joder por ese prócer de papel que se endilga la filosofía de la empresa solo porque es el heredero de su padre”.

Pero, a todas estas camarada, bien entrada en el meollo del asunto. Donde se bate el cobre diría el heredero de la empresa, el estimado Burro con sueño. No quiero seguir dependiendo de este sindicato, ni de esta empresa para poder laborar. Deseo de todo corazón independizarme, ejercer mi oficio a mi manera y forjarme un sello propio. Que la gente diga cuando hablan de fiestas infantiles con sus amigos: “Verga, mi pana, este Sandino el payaso triste es bien calidad, no joda es buenísimo. Lo contraté para la fiesta de mi chamo, el menor Gustavito. Y no faltó quien se entretuviera con él en esa fiesta. Sobretodo mi suegra, la vieja parece sentir gran estimación por los payasos. Incluso, mi tio Antonio, el de la camionetica escoñetada que hacia viajes y mudanzas, bueno ese, se rió de lo lindo con el Sandino. Ese no paraba de reir como un niño. Se le explotaba un globo en forma de perrito y le pedía que le hiciera otro en forma de ramo de flores al tiro. Viejo pendejo”.

En fin, a todas estas estimado camarada Rosendo. Ya sé que no debo guindarme para no jalar en demasía. Bueno es cilantro pero no tanto, como dicen. Me despido dándole las gracias infinitas por su estimable amistad para con mi persona. No había aprendido tantas cosas como las aprendí detrás suyo (corrección al lado suyo, no vaya a pensar que soy pendejo o me falla la trasmisión del carro) con una paciencia de tutor universitario me guío durante estos años por la senda de la excelencia en el duro campo del arte circense.

 

Quedó de usted, estimado Rosendo Durán. Una hermosa mezcla del conde de musipán con un toque característico de la región llanera.

 

Att: Sandino, el payaso triste.

 

 

 

 


        

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