(Carretera Panamericana. Atardecer. Tamara y Jacinta caminan con dirección hacia Venezuela.)
TAMARA: Se nos está haciendo de noche.
JACINTA: ¿Quieres que paremos aquí?
TAMARA: Sí va.
JACINTA: Qué fracaso todo. No conseguimos nada.
TAMARA: Vamos a tener que dormir aquí.
JACINTA: ¿Extrañas tu cama?
TAMARA: A veces.
JACINTA: Yo también.
TAMARA: ¿Sabes qué me da rabia?
JACINTA: ¿Qué?
TAMARA: El gobierno se tripearía esto.
JACINTA: ¿Qué cosa?
TAMARA: Que seamos emigrantes fracasadas. Que no hayamos conseguido trabajo ni en Colombia ni en Perú ni en Ecuador.
JACINTA: ¿Qué te puedo decir?
TAMARA: Igual saldré otra vez. Todo es mejor a que te maten allá.
JACINTA: Te creo.
TAMARA: ¿Hay algo para comer?
JACINTA: Queda una lata de atún grande. Está abierta.
TAMARA: A ver.
(Jacinta saca, de su bulto, la lata de atún. La huele. Por sus gestos notamos que huele mal. La da a oler a Tamara. Tamara hace un gesto similar de repugnancia.)
JACINTA: Mierda.
TAMARA: Qué asco. Cómetela tú si quieres.
JACINTA: ¿Segura?
TAMARA: Sí.
(Jacinta come. Tamara se queda viéndola.)
JACINTA: ¿Por qué me miras así?
TAMARA: ¿Cuánto falta para entrar a Venezuela?
JACINTA: No sé. Oye. Al final, esto no está tan mal.
TAMARA: ¿Me guardas un pelo?
JACINTA: No. Te pregunté si estabas segura, y me dijiste que sí. Ahora te jodes.
TAMARA: Me tienes harta. Un día te voy a caer a patadas.
JACINTA: ¿Tú?
TAMARA: Sí.
JACINTA: Tócame y te mato.
TAMARA: (Irónica.) ¡Qué miedo!
JACINTA: No juegues conmigo. Nunca juegues conmigo. Eres una puta pioja. Soy más grande y podría matarte. No me retes.
TAMARA: Nunca subestimes la astucia de alguien.
JACINTA: Idioteces.
TAMARA: De todas formas, ¿para qué matarnos? Hay que llegar a Venezuela.
JACINTA: No estaríamos comiendo esta lata de atún de mierda si gastaras tus dólares de una puta vez.
TAMARA: No.
JACINTA: ¿Prefieres morirte de hambre?
TAMARA: Me voy a comprar un vestido bonito. Me voy a limpiar un poco. Voy a ver a mi mamá.
JACINTA: ¿Y?
TAMARA: Me voy a poner linda.
JACINTA: ¿Por qué no la vas a ver así?
TAMARA: Le dije que había triunfado.
JACINTA: ¿Que habías triunfado?
TAMARA: Sí.
JACINTA: ¿En el exterior?
TAMARA: Sí.
JACINTA: Tú no puedes ser más imbécil.
TAMARA: Ella se lo ha creído. Voy a gastarme mis dólares en ropa bonita.
JACINTA: ¿Dónde los tienes?
TAMARA: ¿Los dólares?
JACINTA: Sí.
TAMARA: En algún lugar.
JACINTA: Dime.
TAMARA: En la chaqueta.
JACINTA: Está bien.
(Al día siguiente.)
JACINTA: Mierda. El sol me pega en toda la cara.
TAMARA: Hola.
JACINTA: Tengo sed.
TAMARA: Yo también.
JACINTA: ¿Tienes agua?
TAMARA: No.
JACINTA: Alguien tiene que ir a buscar agua.
TAMARA: ¿Por qué siempre tengo que ser yo?
JACINTA: Porque lo digo yo.
TAMARA: ¿Dónde habrá agua por aquí?
JACINTA: Allá arriba hay como una granja, o una vaina así. Lleva esta botella de plástico. Pide que te la llenen.
TAMARA: Está bien. (Va a recoger la chaqueta.)
JACINTA: ¿Qué haces?
TAMARA: Voy a llevarme la chaqueta.
JACINTA: ¿Con este calor?
TAMARA: Sí.
JACINTA: Es que no confías en mí, ¿verdad?
TAMARA: Coño…
JACINTA: Bueno. Si no confías en mí, si piensas que te voy a robar los dólares que te quedan, llévatela. Pero no cuentes conmigo para más nada.
TAMARA: Qué victimista eres.
JACINTA: No. Es que no confías en mí. Y eso me arrecha.
TAMARA: Está bien. La dejo aquí. (Se va.)
(Especie de granja, como a medio kilómetro de donde estaban. Tamara lleva una botella de agua vacía. Brinca una cerca no muy alta. Se acerca a un grifo. Abre el grifo, llena la botella y bebe a la vez. Aparece un señor.)
SEÑOR: ¡Epa!
TAMARA: (Asustada.) Buenas.
SEÑOR: ¿Qué haces?
TAMARA: Tomo un poco de agua.
SEÑOR: ¿Brincaste la cerca?
TAMARA: Sí. Perdóneme, señor.
SEÑOR: ¿Por qué no llamaste?
TAMARA: Tengo mucha sed. No sabía si había alguien.
SEÑOR: Me estás robando el agua.
TAMARA: Perdón.
SEÑOR: (Amigable.) No te preocupes. No se va a acabar.
TAMARA: Eso significa…
SEÑOR: Toma la que quieras.
TAMARA: Muchas gracias. Muchas gracias, señor. (Llena la botella y bebe.)
SEÑOR: ¿De dónde eres?
TAMARA: De Venezuela.
SEÑOR: Eso está vuelto mierda por allá.
TAMARA: Sí. Es el infierno.
SEÑOR: Mucha suerte a donde quiera que vayas.
TAMARA: Voy de regreso a Venezuela.
SEÑOR: ¿Al infierno?
TAMARA: Pero voy a salir otra vez. Lo juro.
(Lugar en donde Jacinta y Tamara pasaron la noche. Tamara vuelve con la botella llena de agua. Se la lanza a Jacinta.)
TAMARA: Aquí tienes.
JACINTA: Gracias.
TAMARA: Aprovecha. Está fresca.
JACINTA: ¿Tuviste problemas para conseguirla? (Bebe de la botella.)
TAMARA: No. (Revisa los bolsillos de su chaqueta. Nota que los dólares no están.) ¿Dónde está mi dinero?
JACINTA: ¿Qué dinero?
TAMARA: Mis dólares, coño.
JACINTA: No sé.
TAMARA: Te los robaste.
JACINTA: Claro que no.
TAMARA: Te los robaste, coño de tu madre.
JACINTA: No. Y no me llames así. Respeta.
TAMARA: Dámelos.
JACINTA: No los tengo.
TAMARA: Dámelos.
JACINTA: Que no los tengo, coño.
TAMARA: Dámelos, o te mato.
JACINTA: Escucha, Tamara. No tengo tu dinero. Revisa bien. Revisa en tus zapatos, en tu bulto.
TAMARA: Yo tenía esos dólares en la chaqueta.
JACINTA: ¿Te ayudo a buscarlos?
TAMARA: Si los tienes tú.
JACINTA: No seas idiota.
(Ambas buscan el dinero, infructuosamente. Revisan todo.)
TAMARA: Tú lo tienes.
JACINTA: (Molesta.) Coño. Que no.
TAMARA: Dámelo.
JACINTA: ¿Sabes qué, Tamara? Estoy harta de ti.
TAMARA: ¿Harta?
JACINTA: Sí. Ya no quiero hacer este viaje contigo. Me regreso sola.
TAMARA: Lo dices porque te quieres llevar mi dinero.
JACINTA: No. Lo digo porque ya me tienes harta.
TAMARA: Júrame que no tienes el dinero.
JACINTA: Te lo juro por Dios.
(Un poco más tarde. Ambas han recogido sus cosas y han reemprendido el camino.)
JACINTA: Yo me voy por aquí.
TAMARA: (Llorando.) Está bien.
JACINTA: Deja de llorar. Pareces una imbécil.
TAMARA: Ese dinero era todo para mí.
JACINTA: ¿Quién te manda de descuidada?
TAMARA: No sé dónde se me pudo caer.
JACINTA: Espero que te vaya bien.
TAMARA: Gracias. (La abraza. Nota que Jacinta le coloca el dinero en la mano.)
JACINTA: Ya me contarás. (Se va.)
(Tamara ve a Jacinta alejarse. Se seca las lágrimas y guarda el dinero en su chaqueta. Camina. Ahora sola.)
FIN.
Tomás Marín.
Adaptación de texto «Los caminos se separan», de Truman Capote.