Las revoluciones no terminan. Debido a su propia naturaleza son perennes, continúan ad infinitum. Solo una fuerza externa es capaz de detenerlos (Ley de Inercia de Newton). No caen por cuenta propia ni renuncian, ello va en contra de su propia naturaleza. Sus objetivos son básicos y pocos, pero absolutos: poder y control; la revolución se hace por la revolución per se.
He allí el punto, la explicación de su condición antihumana y antipobre, su desprecio hacía los eslabones más desprotegidos y débiles de la sociedad. Estos son estorbos para hacer la revolución. El mecanismo luciferino de mantener a los supervivientes completamente sometidos y desmoralizados, mientras el resto huye o muere. Es más fácil controlar a pocos que a muchos. El problema es numérico. La bastardización de Malthus.
Una mínima -pero suficiente- entrada de dinero les permite mantener el apparatchik . Hasta el último centavo es calculado para mantenerse ellos y solo ellos. La cabeza del pulpo burocrático no puede, ni debe, dejar de funcionar. Actúan sin respeto al Estado de Derecho, no tienen la capacidad moral de medirse ni considerar el costo político de sus actuaciones; indetenibles e inmisericordes siempre, sin descanso. El autocontrol no es un término que existe en revolución. Llegarán hasta donde les permitan llegar.
Killing fields en directo. La aplanadora del Estado es inclemente y no discrimina. Que peor finalidad que aniquilar a la dignidad humana. No olvidemos nunca, la maldad puede ser profesionalmente eficaz, principalmente cuando se disfraza de incompetencia.
A @LuisCarlos y @Naky