Repetición de Patrones
Al ver en retrospectiva la historia de los últimos 25 años, logran resaltar patrones que se van repitiendo en diferentes tiempos y a diferentes ritmos. Es como volver a ver la misma obra de teatro con los mismos arcos emocionales, con el mismo final, pero con algunas variaciones de actores.
Al destacar diferentes héroes de las diferentes épocas de la historia reciente, podemos entender cómo fluye la película. Al principio surge un líder: Carlos Ortega (Paro), Mendoza (RR), Rosales (EP 2006), los estudiantes (Ref. Cons.), Capriles (EP 2012-13), Guaidó (Presidencia Paralela).
Esto se acompaña de una esperanza: el cambio, la libertad. A través de los años, el pueblo venezolano, en su mente maestra colectiva, ha producido diferentes circunstancias y diferentes metodologías para concretar esa esperanza.
Durante los periodos previos al clímax de la película, el movimiento por la libertad va ganando momentum lineal, se acumulan fuerzas y se moviliza al pueblo de forma masiva. La oposición en muchas ocasiones logra colocarse en una posición de ventaja moral que genera una sensación general de victoria. Por unas horas o días, la gente cree que lo está logrando, que «en cualquier momento», «alguien va a salir», alguien o algo, en todo caso, un evento que no depende de él, va a aparecer y logrará concretar el sueño anheladísimo de ver a otro presidente y a otro gobierno liderando al país.
Sin embargo, en cada una de las versiones de la película, un gigantesco balde de agua enfría la vitalidad de ese movimiento, y el sueño se derrumba sobre sí mismo.
¿Por Qué Sucede Esto Cada Vez?
La razón por la que siempre llegamos al peligro final del videojuego y nunca logramos superar, es porque le estamos siempre pidiendo permiso al adversario para ganar. Es como si Francia le pidiera, o mejor dicho, le suplicara al portero de Argentina para que se quite y les deje meter gol.
En esta oportunidad, le estamos pidiendo al que hizo la trampa, al partido-gobierno-estado-camarilla, que acepte lo que es obvio para todo el mundo (ellos lo saben, además), que hicieron trampa. Le estamos pidiendo al ladrón que nos muestre las evidencias que lo van a incriminar. Le estamos diciendo, «oye, ¿serías tan amable de mostrarme las actas, para que tú mismo demuestres cómo has dicho puras mentiras?»
En resumen, el punto débil de nosotros es que, en el fondo, no nos sentimos realmente con el «derecho» o con el «potencial» de lograr nuestro propio objetivo, sino que más bien dependemos y le tenemos que pedir permiso al secuestrador. Nuestra actitud es la del dependiente.
Por otro lado, el gobierno sencillamente no se va a ir. Ellos no tienen nada que perder. Por eso actúan con osadía y desenfreno, porque se sienten acorralados, entre la espada y la pared, y se van a defender hasta el final. Al partir de esa premisa, su actitud es la de «tiene que ganar porque sí». Su actitud es la del que da permiso. Ellos realmente son los que mandan. Ellos son el papá, y nosotros el hijo regañado.
La Actitud del Gobierno y la Oposición
Es posible que, armado con esta actitud, el gobierno haya llevado el juego, como de una u otra forma siempre lo hace, al «empate» técnico. Es decir, María Corina y Edmundo se armaron de la evidencia electoral para demostrar que habían hecho trampa. Sin embargo, al enfocar toda la conversación en las actas, que nadie, hasta ahora, tiene o está dispuesto a utilizar la fuerza efectiva para lograr que las muestre, ellos sencillamente pueden seguir prometiendo o siendo ambiguos con el tema de las actas, dejando que el mundo discuta y especule, y dejar que pase el tiempo, correr la arruga (como siempre hacen), y que el pueblo de Venezuela vea morir sus esperanzas una vez más, lo que les abre la cancha para seguir «cosechando los frutos» de la revolución.
Al final, se salen con la suya porque están dispuestos a todo. Saben que perder puede significar perder todos los beneficios y mucho más. Por otro lado, el pueblo venezolano en general valora su vida y no está dispuesto a todo. Eso genera una dinámica de poder en la que el pueblo no tiene ningún apalancamiento que le permita ejercer presión real y suficiente, o al menos así lo cree.
En realidad, la oposición y el pueblo sí tienen una enorme ventaja sobre el gobierno. Son cientos de miles de veces más grandes en número. El gobierno apaga las «candelitas» rápidamente porque sabe que si se propagan de forma exponencial los puede poner en severos problemas. La cuestión es así: el gobierno no tiene los números de funcionarios suficientes para apaciguar cientos de focos de manifestación.
Un Ejemplo de Esperanza
El día de las elecciones fui testigo de algo impresionante y único. Por primera vez vi videos de gente de la clase más pobre, a las afueras de un centro de votación, contando los votos y cantando el himno con una alegría indescriptible. Esa noche y al día siguiente, cientos o quizás miles de focos diferentes y espontáneos salieron a la calle y lograron hacer huir o voltear a las fuerzas represivas.
Esto ocurrió porque, por primera vez, el pueblo venezolano jugó para realmente ganar. Y se sintieron valientes porque tenían una bandera moralmente justificada. Ahí es donde arrecia el régimen. Cuando culpan a la oposición o al pueblo, o a sus líderes de actuar de forma inmoral, intentan «manchar» la causa de libertad. Acusan de criminales, asesinos, los asocian con gente malvada. Todo una fantasía para crear una sensación de chantaje en nosotros, que nos haga dudar de la moralidad de nuestra causa.
Esto es una gran mentira. Y por un día, por un día, el pueblo venezolano logró mantener en su mente la creencia cierta y verdadera de que su causa es 100% justa, porque lo es, porque siempre lo ha sido. Todos nacemos con el derecho a la libertad. Es inalienable, es nuestro. Tenemos derecho a ser libres.
Una vez que aceptemos este principio, que no lo hemos aceptado, y eso tiene que ocurrir YA, es que podemos ganar. Así vamos a romper el bucle. El primer paso es cambiar la actitud.