Cine Alemán contemporáneo (1950-1990)
A Ángel Lombardi
El cine es, no cabe duda, uno de los géneros más influyentes de la cultura moderna. Desde su irrupción hasta nuestros días ha representado el sostén ideológico de muchos pueblos occidentales. Entre esos pueblos que han construido su legado cinematográfico se encuentra el alemán. Una de las expresiones del cine más sinceras y profundamente influyentes ha sido el expresionismo alemán. Las obras de Murnau, Lang y Wiene, entre otros, forjaron la identidad de una propuesta revolucionaria que marcaría y definiría el arte cinematográfico mundial. A pesar del rumbo apuntalado por los germanos, el nazismo y la guerra pasaron alta factura al porvenir del cine teutón, castrándolo durante muchos años. Y por si fuera poco, la repartición de Alemania entre las fuerzas triunfantes terminó de fracturar el camino trazado. Sin embargo, hubo durante ese momento de redefiniciones aisladas propuestas que devinieron en lo que se presenta actualmente.
Tras la II Guerra Mundial surgió en Alemania una nueva promoción de cultores de séptimo arte. Los jóvenes cineastas se vieron en la necesidad de enfrentar la catástrofe de un pueblo que amaneció una mañana dividido. Entre estos nuevos valores podemos citar a Wolfgang Staudte, Kurt Maetzig y Harald Braun quienes reiniciaron el camino trazado por los expresionistas durante los años 1946 y 1947. Sin embargo, cada Alemania tenía sus propias heridas que sanar e inevitablemente se vio reflejado en las producciones que marcaban evoluciones totalmente opuestas. La parte occidental cayó rendida al embrujo del cine americano, dando un paso al lado en cuanto al tratamiento de temas político. A partir de los años 60 el cine de la República Federal comenzaría a respirar nuevos aires de esplendor artístico a través de lo que se denominó Manifiesto de Oberhausen , con el cual declaraban el desmoronamiento del cine alemán convencional, “exigiendo una cinematografía libre de convenciones e imperativos comerciales, a mediados de la década de los sesenta cristalizó la nueva corriente del Joven Cine Alemán, que trajo consigo un cambio generacional y un replanteamiento de las pautas estéticas” . Estos jóvenes pretendían hacer cine, y mostrar su propia visión de la realidad al estilo de la nouvelle vague francesa, logró del gobierno de Alemania Occidental el respaldo estatal para sus producciones artísticas. El Kuratorium Junger Deutscher Film fue el organismo oficial para canalizar este respaldo. Se creó en 1965, y ayudó a la producción de las películas Una muchacha sin historia (1966), de Alexander Kluge, Signos de vida (1967), de Werner Herzog, El amor es más frío que la muerte (1969), de Rainer Werner Fassbinder, o El joven Törless (1966), de Volker Schlöndorff (basada en la novela del austriaco Robert Müsil), entre otros. El estilo de estas películas era deudor en gran medida de las producciones francesas de la nouvelle vague, con saltos de eje, tiempos muertos, interrupciones musicales súbitas y entrevistas con personajes reales incluidas en la película.
Acerca de estos comienzos señala Peter Schamoni: "En 1962, antes del Festival de Oberhausen, nos reunimos y resolvimos manifestar que no sólo podíamos hacer películas cortas sino también de largometraje. De aquí surgió el Manifiesto. Lo que nos importaba fundamentalmente era hacer películas que reflejaran las condiciones sociales de la República Federal de Alemania y las propias experiencias personales. Queríamos hacer películas que fueran documentos para la comprensión de nuestro tiempo. Pero a ningún distribuidor o productor se le ocurrió la idea de encomendarnos películas de largometraje.
El texto colectivo evidencia una voluntad de renovación más que la propuesta de un programa de acción preciso. Si bien hay una oposición clara a una situación general de la industria cinematográfica, los reclamos resultan imprecisos y generales. Resultará mucho más consistente la acción concreta de los realizadores que a partir de la creación, tres años más tarde, del Comité del Joven Cine Alemán (Kuratorium Junger Deutscher Film) y de una política estatal favorable (señalada más arriba) podrán pasar a la realización de largometrajes. También la televisión se había convertido en el más importante coproductor de muchas películas ambiciosas y de gran calidad.
El más prolífico de esta generación parece haber sido Rainer Werner Fassbinder, quien logró dividir de distintas formas y a través de múltiples argumentos la peripecia vital del individuo atormentado por la sociedad y la naturaleza de las contradicciones de la historia alemana y, aún sin renunciar a los recursos y al lenguaje melodramático, se transformó en un maestro de la narración fílmica de gran aliento. Entre sus también destacan Berlin Alexanderplatz (1980) basada en la novela de Alfred Döblin y La ansiedad de Verónica Voss (1982) ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín.
Durante la década siguiente muchos de estos cineastas se hicieron muy populares, además de Fassbinder, cabe mencionar a Werner Herzog y Wim Wenders. Las fantasías surrealistas de Herzog son antológicas, incluyen También los enanos empezaron pequeños (1970), cuyos intérpretes eran todos enanos; Corazón de cristal (1976), en la que los actores estaban hipnotizados y Nosferatu, vampiro de la noche (1979), recreación, escena a escena del clásico de F. W. Murnau. Entre sus recreaciones de personajes singulares de la historia destacan Aguirre, la cólera de Dios (1972), sobre la aventura equinoccial de Lope de Aguirre y su rebelión contra Felipe II, en la conquista española de América, en el siglo XVI filmada en la cuenca amazónica; y El enigma de Gaspar Hauser (1974), historia real de un misterioso personaje del siglo XVIII que fue encerrado en un sótano desde su nacimiento . En cuanto a Wenders, debemos decir que su cine permanecerá unido por mucho tiempo a un encuentro repentino y milagroso con una generación de espectadores. Sus películas, arriba mencionadas, vinieron a descifrar una sensibilidad que el resto del cine había dejado huérfana hasta ese momento. Wenders descubrió la clave para reencontrarse con al poesía perdida en el corazón de la modernidad europea. Su cine fue la coincidencia y el acierto; su forma de contar el mundo se correspondió con el sentimiento que se experimentaba durante la década del 70.
Al llegar la década de los 80 el nuevo cine alemán comenzó a cosechar grandes éxitos internacionales. Una de las películas que alcanzó un destacado lugar fue El tambor de hojalata (1979) de Volker Schlöndorff, una adaptación de la novela de Günter Grass, ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes, así como el Oscar a la mejor película extranjera en 1980. además hizo otras adaptaciones como la de Müsil y El honor perdido de Katharina Blum (1975) de Heinrich Böll. Schlöndorff ha realizado también varias películas a partir de guiones originales, entre ellas Fuego de paja (1972) y Círculo de engaños (1981), ambas escritas y dirigidas en colaboración con Margarethe von Trotta, y ha participado en varios documentales sobre el cine contemporáneo alemán, incluidos los proyectos colectivos Alemania en otoño (1978), en memoria de la banda Baader-Meinhof (grupo de activistas radicales alemanes de la década de 1970), y Der Kandidat (El candidato, 1980), perfil del político conservador Franz Josef Strauss. También de tema político es Las leyendas de Rita (1999), un filme ambientado en la época de la caída del muro de Berlín, con guión de Wolfgang Kohlhaase, sobre los supervivientes de la Fracción del Ejército Rojo (grupo Baader-Meinhof) que se refugiaron en la República Democrática de Alemania después del desmantelamiento de la banda terrorista. Wenders también repite en Cannes con la película París, Texas (1984), dos años antes Herzog ganaba también en Cannes con Fitzcarraldo.
Entre los principales directores de esta época hay que hacer una mención especial de la cineasta Margarethe von Trotta, quien desarrolló su obra fílmica sobre la base de una aguda y profunda crítica de la sociedad alemana. Además de fijar una firme posición en defensa de la mujer en su experiencia vital dentro de una sociedad convulsionada como la germana.
En 1977 dirige su primer film, El segundo despertar de Christa Klages una película muy personal y sorprendente que intenta acercarse a la actualidad política alemana a través de la historia de tres mujeres: Christa Klages, quien con rabia impotente y un furioso idealismo atraca un banco para no cerrar la guardería donde trabaja; Ingrid Häkele, amiga íntima de Christa y esteticiénne que trabaja en casa, cuyo matrimonio está más definido por el consumismo que por los sentimientos; y Lena Seidlhofer, una empleada del banco atracado por Christa, que vive sola y sueña aún con la felicidad matrimonial y un piso nuevo. Tras cometer el robo, la protagonista se refugia en la casa de Ingrid por poco tiempo, iniciando poco después un viaje que la llevará hasta Portugal para al final volver a Alemania donde, tras unos días de espantosa soledad, se entrega a la policía. Lena, su posible y única delatora, afirmará en ese lugar con una enigmática sonrisa en los labios que Christa no ha cometido el atraco. La película de von Trotta acierta con toda brillantez a la hora de plasmar la evolución de sus mujeres, cómo dan un paso adelante en sus sueños y primitivos conceptos de felicidad para abrazar el camino de su propia identidad: "Ante la voz traumatizada de este país y su simultánea resignación, esta película es un trazo sensible de nuestras posibilidades, un informe concluyente de la necesidad de marchar adelante". Así, Christa es consciente de que pese a haber conseguido un equilibrio en su ansiada independencia, debe luchar día a día por mantenerla; Ingrid descubre a raiz de su encuentro con Christa deseos propios que sólo tienen que ver con ella misma y acaba separándose de su marido; finalmente Lena reconoce que sus desos de matrimonio y estar al frente de una casa se revelan demasiado "estrechos" y se le hace imposible delatar a la ladrona. La imagen que da el film sobre la mujer como un ser capaz de no cumplir su papel social y romper así con las convenciones se asemeja bastante a la frase de Fassbinder en la que afirmaba que "las mujeres son más interesantes que los hombres, ya que les es más fácil salir de su rol".
Trabajó en algunos filmes junto a Schlöndorff. Entre sus principales películas se encuentran la biografía cinematográfica Rosa Luxembourg (1985), protagonizada por Barbara Sukowa, en donde analiza la vida de la famosa revolucionaria alemana. En 1987 rodó en Italia Amor y deseos, película basada en la obra de teatro de Chéjov Tres hermanas. La película de amor La promesa (1994), con Corinna Harfouch y Meret Becker, gira en torno a la problemática de la Alemania dividida y reunificada, que aborda desde el punto de vista de los destinos individuales.
A pesar de tan inconmensurables esfuerzos, el impulso del joven cine alemán no tuvo la continuidad para perpetuarse en el tiempo como sí lo haría el cine francés, inglés, y hasta el italiano. “Con el ocaso del movimiento sesentaiochista, presidido por el componente de la crítica social, el denominado cine discursivo perdió su referente político y en general el cine de autor no consiguió consolidar una base económica estable que hubiera podido resistir los embates del cada vez más fuerte cine comercial americano” . En la RDA el cine estaba favorecido y controlado por el Estado. Las producciones del monopolio cinematográfico estatal DEFA estaban sometidas a los objetivos políticos del régimen. Se hicieron películas propagandísticas en todos los géneros. Caso similar al de la Rusia de comienzos de siglo. El cine le ofrecía al régimen revolucionario ruso la posibilidad de atraer a grandes multitudes a las salas de cine, no sólo el pueblo culto e instruido sino también a los obreros y campesinos, la mayoría analfabetas, era influidas poderosamente por las proyecciones colocadas. “En 1920, el Comité Central del Partido Comunista crea el Tren de Propaganda, es decir trenes equipados especialmente para recorrer los grandes espacios de las Repúblicas Soviéticas, con fines propagandísticos y educativos. En este proyecto destaca el cine-tren. Como su nombre lo indica eran salas rodantes al servicio de los objetivos políticos del gobierno” . Utilidad similar se comenzó a dar en la RDA al cine. Sin embargo, muchos cineastas trataron de distraerse a los dogmas del Partido Socialista Unificado (SED). En tal sentido, la filmografía de la DEFA refleja con sus vaivenes entre proyectos aperturistas y derrotas en toda regla la contradictoria realidad de aquella época, que, con todo, volatilizó imágenes concretas de la realidad existencial, planteamientos artísticos subjetivos y también excelentes cualidades fílmicas .
Este momento de crisis se definió por una radical depreciación de la producción de filmes, un significativo ocaso de afluencia de público a las salas y el cierre de muchas de ellas, y como nuevo fenómeno, el acrecimiento presuroso del consumo de películas a través de la televisión. Con el término desinstitucionalización, Casetti señala la presencia de tres fenómenos nuevos, con respecto a los modos establecidos de la institución cinematográfica:
1. El final de un sistema de producción estructurado sobre la base del producto medio, pero dividido en más niveles (los filmes de serie A y de serie B, las películas de autor, etc.), y que constituía un punto de referencia incluso para el cine moderno.
2. La desarticulación y la disgregación de la producción, en la que, a partir de ahora, sólo cada film en sí mismo (desde el súper espectáculo hasta el film marginal) podrá tener una identidad propia.
3. Pérdida de la capacidad de reunir al público más vasto y heterogéneo, resultando lógico el desarrollo de una forma de fruición más aislada y dispersa: desde la especializada (filmes de autor, los de culto en los cine-clubes, para adolescentes, para mujeres, etc.) hasta la más desatenta, aplicable a los filmes de la televisión.
Finalmente, cabe mencionar la situación de aquellos directores experimentales o "no comerciales" (Herbert Achternbusch, Rosa von Praunheim, Jean-Marie Straub, Werner Schroeter, Vlado Kristl, Werner Nekes, Robert van Ackeren), quienes, veinte años después del surgimiento del Nuevo Cine Alemán, se encuentran con que, en el mercado oficial, ya no hay más espacio para un film "difícil" (como lo fueron los primeros de Herzog o de Wenders).
Los directores conocidos y que interesan igualmente en el mercado norteamericano y europeo consiguen distribución a través de la "Filmverlag der Autoren", pero los más arriba citados, tienen que organizarse para confrontar con una estructura económica y estética ya establecida, recibiendo sólo el apoyo de directores como A. Kluge, R. Hauff o V. Schlöndorff a través de sus propias productoras, marcándose institucionalmente una clara división entre directores "profesionales" y los "undergrounds". Consecuencia de ello es, nuevamente, el difícil acceso por parte del público a las nuevas expresiones cinematográficas?
-Valmore Muñoz Arteaga
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