Aburrido, das vuelta al envase de cuarto de litro de agua mineral "Fuente Alta" y lees en el costado: "Fundo Los Garabatos, Venezuela". En lugar de asociar garabatos con los incoherentes y tempranos esfuerzos por lograr una forma de comunicación escrita piensas en la provincia, el interior del país. Crees que recuerdas un pedazo de "monte y culebra" a lo que se ha reducido, según el dicho popular, toda la extensión de territorio fuera de la capital. Alguna visita en un pasado inexacto, un desvío accidental, una aventura sin fundamento. Pero te das cuenta que no es ésa la conexión correcta: recuerdas uno de los escenarios de "Las lanzas coloradas", libro que terminaste de leer un par de días antes.
No tienes un juicio cerrado sobre la literatura venezolana (independientemente de la casualidad geográfica de tu nacimiento que te obliga a formar parte de ella), más bien a cada libro nuevo que lees amplías tu visión. Es la primera novela histórica venezolana que te parece una buena novela y buen reflejo de la historia. Aunque siempre te atraiga más lo ficcional mientras disfrutas su convivencia con lo real, porque sabes que la literatura es el reverso de la historia, el testamento de lo posible frente a lo cierto, el cofre que contiene las imágenes que forman las claves con las que ves el país que hoy te rodea.
Te gusta saber que Fernando Fonta es tan real como Páez. El protagonista de la novela de Uslar Pietri, con su destino trágico de cartas echadas en una noche de mala suerte, descubriendo sus curiosidades independentistas y su constante titubeo al momento de las decisiones trascendentales ha sido alimento de las repúblicas (sí, incluso la Quinta). Presentación Campos, el salvaje esclavo cuya ignorancia y maldad son aprovechadas por los hábiles oficiales de la corona española para impulsar el fratricidio y evitar la pérdida de la posesión colonial, es Historia como el Acta de Constitución firmada en 1811.
Estás saturado por el uso indiscriminado del pasado histórico para fines políticos. De hecho, te extraña que la similitud entre novela y discurso de los políticos de turno en el gobierno no te haya cansado. Entonces descubres que, como es costumbre en las grandes novelas, la historia para Uslar no es en "Las lanzas coloradas" materia muerta para realizar autopsias sobre papel ni para predicar la patria, sino recuerdo vivo, plastilina orgánica que bien amasada te hace reaccionar: despiertas gustos, antipatías, tomas partido.
Nada queda exento, incluso Bolívar revive. En las páginas del libro, El Libertador es sólo un fantasma, un rumor. Se escuchan noticias sobre él, se le observa como el líder máximo del país recién nacido, se le teme. Tenías tiempo que no veías a Simón bajar de su estatua de la Plaza Mayor de Caracas. Confirmas que no hay cosa más opuesta que el uso que se hace hoy de Bolívar y sus palabras que Bolívar mismo. Pero el asunto no es la política.
El asunto son los libros, los libros de Venezuela. El asunto son las historias que se han impresionado de tu país en tu imaginación sensible. Cada día se construye un eje de la trama del país en que vivimos, en donde vivirán quienes nos sucedan. Visibles e invisibles. Podrías ignorar los primeros, los segundos o ambos. Pero, si todavía tienes ganas de encontrar algo de sentido a esta vida, es mejor que los busques, los aprendas y los atesores. Y veas la realidad con ellos puestos como si fueran binoculares. Y que lo comentes por si alguien siente curiosidad.