¿Qué es lo mejor de una silla?


Luego de un mes de viaje fuimos a parar a un pueblo noruego llamado Stavanger. Nido contaba con las amigas Torill y Liv Anita por allá donde el viento comienza su travesía hacia el resto del planeta, Gyra y yo apoyamos la idea y embarcamos un ferry en Dinamarca, llegamos a la frontera y ahí un tren que atravesaría innumerables cavernas convertidas en túneles hasta llegar a nuestro destino. El paisaje bucólico y tranquilo presagiaba que al fin haríamos uso de nuestras vacaciones para descansar un poco (eso de andar mochileando sin paraje fijo es mas un masoquismo conciente que otra cosa).

Pasaron un par de días y nuestros huéspedes insistían en el ascenso a Preikestolen (La Roca Púlpito). Después de pensarlo un paseo por un fiordo noruego suponía un día libre de exhibiciones de banderas canadienses, flashes nipones, latinoamericanos en bermudas y gringos buscando aventuras para enseñar en sus álbumes con sorpresa lo grande que es el mundo.

Salimos de Stavanger temprano, tomamos un bus y un ferry y comenzó la caminata. Al principio bosques y rocas escarpadas, al pasar una hora el paisaje se tornó un tanto lunar, con grandes rocas–montañas y pequeñas lagunas, y empieza a divisarse al final del vasto desierto de roca el serpenteante fiordo Lysefjord. Es impactante ver un río de 42 Km de recorrido rodeado por montañas con más de 1.000 mts de altura.

Con el fiordo de lado y al pasar una hora más de veredas y desfiladeros nace una gárgola de la montaña, un plató rocoso natural de 25 metros cuadrados elevándose a 604 mts.

Irrefutablemente lo mejor de una silla es poder sentarse sobre ella...

   

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