Por algún motivo extraño y casual, Panfletonegro nace 13 años atrás, el lapso de la Quinta República en el poder.
Desde entonces, fue una página de oposición política, aunque vivió su temporada de romance ingenuo con el proceso.
Para ser más específicos, el sitio albergó un debate intenso alrededor del golpe de estado y el paro petrolero.
Muchos cuestionamos el desenlace del 11 de abril, pero sin defender a los pistoleros de Puente Llaguno. También criticamos la aventura suicida y contraproducente de la huelga general. El tiempo nos dio la razón.
En cualquier caso, después perderíamos los puntos de conexión con el gobierno, hasta llegar el enfrentamiento de la actualidad, donde muchos decidimos apoyar al candidato de la MUD.
A pesar de ello, tampoco le profesamos un fanatismo ciego, y de conquistar la victoria el 7 de octubre, le exigiremos cuentas claras, como a su antecesor en el trono. Es uno de los nortes periodísticos y éticos de nuestra publicación alternativa. Pero no el único.
Por motivos de afinidades electivas, coincidimos en cultivar el denostado ejercicio de la crítica, de la deconstrucción, al margen de compromisos sociales, políticos, morales y económicos.
Cero conflicto de intereses por acá.
Guste o no, duélale a quien la duela, pocos lugares gozan de la autonomía y de la libertad editorial del portal fundado por Daniel Pratt, alma e inspiración de su experimento anárquico, entre sus dos etapas claras y definidas.
Gracias a él, llegamos en la primera edad de la página, cuando nadie apostaba un centavo por nosotros.
En adelante crecimos, maduramos y evolucionamos con ella, al calor de sus foros, de sus amistades, de sus textos, de sus colaboradores fijos y ocasionales.
Parte de mi vida y la de muchos escritores se la debemos a la creación posmoderna y mutante, fabricada en el laboratorio de un Víctor Frankestein de Caracas a finales del siglo XX.
Hoy el monstruo camina solo y sigue marcando nuestro pasado, presente y futuro, más allá de inevitables deserciones y relaciones de amor-odio.
En lo personal, tuve mis lunas de miel y hiel con la red social donde conocí a Vinz, Xluis, Jhon Manuel, Adriana, Mirco, Luis, Chamán Urbano, Dieter, Enio, Edgar, Orlando, Andreína y Plácido, ente otros.
Cada rediseño lo recibí con sentimientos encontrados de rabia, malestar, ira, decepción, frustración y nostalgia por el formato superado.
Con el transcurso de los meses, aprendí a adaptarme al refrescamiento forzoso, como quien se acostumbra a mirarse en el espejo con una cirugía plástica.
Ahora precisamente abomino en silencio el último cambio de imagen. Idea compartida por varios colegas. Ya tendremos ocasión de asimilarlo o mejorarlo en conjunto. Al final es responsabilidad de todos.
En paralelo, las rupturas públicas con panfletonegro son tan comunes como sus nuevas adhesiones. Ambos lados esgrimen razones para justificar sus respectivas decisiones.
Los desertores acusan y denuncian los dobles raseros y los consensos de la plataforma, al carecer de auténtico y verdadero disenso en sus líneas. Comparto la raíz de la queja.
Una meta a corto plazo es lograr convocar a intelectuales, articulistas y aficionados de diversas tendencias.
A menudo, la alta intensidad de la página sirve y opera como un filtro de intolerancia y discriminación hacia la levedad y la oportunidad de esgrimir discursos menos partisanos.
De ahí el abandono de ciertas áreas temáticas desarrolladas en el pretérito. Panfletonegro se olvidó por completo de la poesía, para brindarle demasiada importancia a sus foros de la agenda nacional.
Yo no me preocuparía tanto de apoyar un fenómeno viral en pleno ascenso, como de incentivar la lectura de propuestas minoritarias, invisibilizadas por la web. Las dos opciones merecen coexistir en el ámbito de la promoción.
De igual modo, somos displicentes con los videos, las confesiones, las reseñas culturales, los cuentos, los relatos por entregas, los azares y las abstracciones.
Pragmáticamente, producimos, consumimos y compramos en masa la etiqueta del descontento.
La inmediatez de responder a las secuelas de la polarización criolla, impide el surgimiento y el establecimiento de expresiones diferentes al análisis puro y duro, a veces con pretensiones de rigurosidad, consistencia y altura discursiva.
No hablo de ceder al chantaje del populismo y de la demagogia. Me refiero a la ocasión de abrir el espectro y el corazón ante la alteridad estética, conceptual.
Los chamos y los jóvenes arrancan de aquí, porque los corremos y los intimidados. En definitiva, nos faltan matices y gradaciones. Queremos exhibirnos como tanques de pensamiento, como especialistas en la materia, como eruditos de la semiología pop.
En realidad, pecamos de esnobistas, de chorongas, de hipsters, de wannabes, de unidimensionales.
Por ende, valoro el esfuerzo de los empeñados en romper con el molde. Estimo un buen reportaje de investigación de campo, una crónica de viajes, un dibujo, un documental, una ficción, un haiku, un testimonio de humildad, una reflexión en voz alta.
Encima, Panfletonegro profesa la crítica, pero no la ejerce aguas adentro. Ojalá sea distinto en los próximos lustros. Nada difícil o complicado como obstáculo o límite para rebasar. Es uno de los retos del presente.
Lo mejor es anécdota conocida y utopía consumada. Erigimos la bandera de la calidad, nos fumamos la pipa de la paz y constituimos una comunidad de afectos, de acuerdos, de encuentros en la insólita adversidad del entorno.
Somos panas, hermanos, novios, compañeros de barra, pañuelos de lágrimas, padres, hijos, primos, sobrinos, rivales, incondicionales y caimanes del mismo caño.
Salimos a la calle, nos vemos, nos pegamos un abrazo y nos tiramos un trasnocho de aquellos. Vencimos la distancia de la second life, del universo virtual.
El desafío es depurar el vínculo y apostar por el costado ignoto, inédito, por descubrir.
Mis respetos para los logros del período cumplido. Conquistamos el mainstream de la Patilla, Twitter, Facebook y compañía, a la luz de éxitos incontestables como “OneChot, La Culpa es Tuya”, las polémicas de Capriles y “Caracas, Cuidad de Despedidas”, las repercusiones mediáticas del premio, las entrevistas de desenmascaramiento de Adriana, Noelia y Jhon. Le concedieron la palabra a los guapos del teclado y cayeron por el propio peso de su vacío.
Imprescindibles los estudios de Ulive, los juegos del hambre con Perdomo, las crónicas caninas de Ferri, las sátiras de Xluis, las incorporaciones de último momento.
Rompimos récords de audiencia, mientras la competencia cierra sus puertas y absorbe los golpes de la crisis.
Por fortuna, panfletonegro conjuró a los fantasmas de la depresión, con persistencia, trabajo y dedicación gratuita.
Ahí radica su principal capital.
Sus deudas pendientes, podemos discutirlas en el foro.
Por 13 años más, exorcizando a la mala pava.
Los hipócritas nos llaman “pecado culposo” y la mayoría finge ignorarnos.
Los números indican lo inverso.