A golpe de furruco
Un funcionario de la cultura Bolivariana dijo que la obra de Pedro Morales no iba a la Bienal de Venecia, "por su carácter panfletario". Ergo, ni el artista censurado ni nuestra publicación van para el baile de la revolución.
¿Y hacia dónde van?, increpa Furruco con temple de Camilo Sesto. ¿A la Plaza Altamira?, inquiere González González de González. ¿A la cueva del Osito?, interpela Acosta Carles. ¿A la derecha?, interroga Ramonet. ¿A la izquierda?, averigua Mingo Tilingo. ¿Al centro?, indaga Pilín. ¿A Puente Llaguno?, desenfunda Peñalver, secundado por Lina. ¿A Catia?, pregunta Ramos Allup.
A un viaje de tedios y puntos de fuga, donde se asoma el azar de la ciudad descontenta, con sus ritmos, sus rimas, sus imágenes y sus voces. A la nada, a la nausea, a la luz, a la oscuridad, a los contrastes, a las diferencias reconciliables e irreconciliables, a los enigmas, a los desaciertos, a los desconciertos, a la próxima estación esperanza, al tren de medianoche con destino incierto, al Readers Digest que estás en los infiernos, al agujero negro.
Cuatro años llevamos en la odisea de descubrir nuestra identidad. En la aventura, en la expedición, nos hemos extraviado, nos hemos encaminado, nos hemos equivocado, nos hemos reformado. Algunas veces arribamos a un no lugar; otras, a una zona desconocida. Generalmente nos dirigimos a la misma dirección, pero también transitamos senderos que no se bifurcan. Entramos con facilidad y salimos con dificultad de nuestros laberintos. Por fortuna, siempre hay algún lector que nos ofrece una brújula, aunque generalmente tendemos a desestimar el gesto, no por arrogancia, sino por naturaleza humana.
De momento, estamos tan desconcertados como el país. De hecho, en vez de conmemorar el cuarto aniversario de la revista, convenimos postergar el festejo para una mejor ocasión. Mientras tanto, nos conformamos con celebrar, en privado y en silencio, la condena oficial a la palabra "panfleto". Gracias por tus servicios, Furruco Sesto.