Ramón, ¿Hay más poetas que poesía?
Ordaz: Imposible. Aunque te puedo decir que en América, fábula de fábulas, de Miguel Ángel Asturias, él escribió un texto que llamó Lluvia de poetas, donde hacía la sátira, precisamente, del exceso de poetas que había en América Latina; allí ironizaba un poco acerca de esa lluvia de poetas que había en el continente, y con eso, estaba un poco reclamando como éstos vivían en el limbo, en una especie de mirarse a sí mismos, donde al parecer el espejo del mundo son ellos mismos; señalaba que otras disciplinas del campo humanístico, la misma narrativa, el ensayo, el estudio histórico casi no existían para éstos. Cuando te dije al comienzo que imposible, me refería a que la poesía es algo que está allí, independientemente si están o no están los poetas, y cuando digo que la poesía está allí es porque está en los seres humanos, en la naturaleza, en el hombre en sí y creo que el problema, si es que es un problema, reside para mí en el concepto de poeta como parte de una visión global, muy amplia del conocimiento del hombre, yo no creo en el poeta silvestre que asume el mundo como una manera de él gozarse la vida. Decía el poeta Rubén Darío, podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía; entonces, a veces, no es fácil definir la poesía, porque es aquello que no se deja definir, no se deja encarcelar por una teoría, ninguna academia llegará a explicarla del todo.
¿Cuánto tiempo tienes trabajando en poesía?
Ordaz: Mira.. No soy precoz como muchos; realmente comienzo a descubrirme lentamente y mi opción por la poesía fue primaria, intuitiva, no sé qué era lo que escribía cuando tenía los catorce o quince años; pero lo que se llama asumirla en sí, desde los veinte años, tal vez.
¿Cuénteme de la actividad que tuvo en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos?
Ordaz: Una de las grandes creaciones que ha tenido la cultura venezolana a nivel institucional fue la creación del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Puedo dar fe de la pasión que le puso nuestro querido Domingo Miliani, lamentablemente fallecido cuando le quedaba mucho por dar. A su alrededor nucleó lo mejor de la actividad literaria latinoamericana; la gestión que hizo allí espera por un reconocimiento. Ahora recuerdo la revista Araisa, Actualidad, etc. Mi labor allí fue de aprendiz.
Indagando le pregunté a algunas personas sobre su trabajo literario, todos coincidían en Grafopoemas, todos coincidían, ¿por qué?
Ordaz: Es tradición en nuestra cultura ver cómo el hombre privilegia un sentido, el sentido de la vista y, por supuesto, lo que más queda es lo visual, de manera que quienes han tenido en sus manos o han visto los Grafopoemas los registran como cuadros, ese fue el propósito, hacer cuadros poéticos; cómo darle al texto un relieve, buscarle un espacio, que no se perdiera dentro del libro, que pudiera ser expuesto, que lo pudieras tomar y ponerlo en una pared, ¿por qué no?
Me llamó mucho la atención el trabajo historiográfico Grafismo: tradición de una modalidad poética, ¿cuál fue la intención?
Ordaz: La poesía escrita tiene sus orígenes en todo eso, los primeros vestigios de escritura, llámese cuneiforme, llámese símbolos, allí yace el elemento de lo poético; detrás de los símbolos está la poesía; la poesía no está propiamente en el texto; está en lo que no está ahí, la poesía no es el poema, éste es apenas una sospecha, la virtualidad de un posible diálogo. Entonces cuando hago el estudio de las escrituras pre-alfabéticas, de las alfabéticas y todo este universo visual en que nos ha metido el mundo occidental hoy, considero que, precisamente, la poesía es aquello que no se deja atrapar.
Hablemos del premio nacional de poesía del CONAC en 1991, ¿fue con cuál libro?
Ordaz: ... Antología del otro, un libro que incluso se ha prestado a ciertas confusiones en la gente, algunos creen que es una antología que yo me hice; es otra voz, pero no es ninguna antología en el sentido que he tomado textos de otros libros míos... jugué a esa voz, a la otredad que está presente en cada quien.
Ha tenido trabajo como editor, se ha ido a ese agujero negro, donde empiezan a verse otras cosas... se comienza a hablar de costos, publicaciones, comercialización, distribución, insumos, ¿Es complicado pasar ese puente de la producción literaria como editor?
Ordaz: Sí, es complicado y más en nuestro país donde ni siquiera las mismas instituciones cuentan con el apoyo para sus ediciones, te estoy hablando de universidades, de instituciones públicas del estado, casi todo mi trabajo editorial lo he hecho a pulmón, todo por una faena, por una pasión.
Preguntas de respuestas muy cortas. ¿Cuál es el libro de los que tiene ya publicado que más le gusta?
Ordaz: De momento Kuma, y el que voy a escribir. (risas)
Una película...
Ordaz: Caramba, tantas películas... (pausa) La vida es bella, Las fresas de la amargura...
Pregunta comprometedora, puede no responderla, ¿Cumaná es Ramos Sucre cuando se habla de poesía?
Ordaz: No; sería más bien Andrés Eloy Blanco, aquí hay que hacer una pequeña diferencia, Ramos Sucre es hoy día bastante conocido en Venezuela y en buena parte del mundo hispano y del mundo literario del continente. En Cumaná tal vez se conozca más a Andrés Eloy Blanco, lo popular impera mucho ahí. Ramos Sucre no hizo una poesía localista, ni expresó el mundo de su entorno cumanés, aún cuando fue el más cumanés de los cumaneses porque a la hora de su muerte pidió que lo enterraran en su ciudad natal. En cambio, Andrés Eloy es popular no solamente en Cumaná, sino en Venezuela, porque en su momento su poesía se convirtió en símbolo del país; así como se creó la flor nacional: la Orquídea, el árbol nacional: el Araguaney y nuestro pájaro nacional: el Turpial, también teníamos nuestro poeta nacional que era Andrés Eloy Blanco. Era un poco aquella cuestión emblemática de un país que estaba construyéndose... de alguna manera, para los propósitos de la época, Andrés Eloy Blanco cumplió ese objetivo, no lo podemos negar.
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Ambiguo,
oscuro,
críptico,
que no se entienda,
escribe tu poema, Hermes.
Déjalo rodar entre la inculta plebe
Yo fundaré las claves para conocerlo;
seré el puente de tanta necedad;
tantos gatos buscándole cinco patas a un hombre;
tanta ambigua, oscura, críptica teoría
para decirnos algo de la indecible nada.
Transparente,
solar,
nido de pájaro,
escribe tu poema, Homero.
El tiempo se encargará de oscurecerlo.
RITUAL
La ciudad tiene sus ritos mágicos;
su tiempo inexplicable de bestiarios;
iluminadas sombras y látigos nocturnos
que azotan pertinaces
esta fugacidad: la carne
que deja rastros bajo los aleros,
en umbrales de puertas
que abren llaves creadas al paso.
La noche de agua
viene a fatigar los claustros
donde el rocío deja caer sus cálices,
húmedos besos en la oración del fuego.
La ciudad,
vuelve puerta, sí,
vuelve vulva del tiempo que nos cierra,
suspende los sentidos.
¡Vamos!
No quiero saber a dónde vamos.
No cabe en un libro la hoja del destino.
Nadie pasa esa página.
Mañana no es un día,
es una apuesta contra la razón.
Mañana es otro horizonte
donde lanza sus dados la utopía.
Mañana tiene dos mil años
la vieja democracia de los muertos.
Sísifo, Tántalo, Prometeo
fueron testigos de la podredumbre.
El día por venir tiene destinos diferentes:
Todo es presagio de los espejismos.
Hiede, se pudre el corazón, la patria
entre las rejas y los huesos del oculto pasado.
Saber a dónde vamos tiene algo de rito;
algo de anticipado funeral de las especies.
No vamos, corazón, nos vamos
en ese tren expreso del olvido.
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