Mientras la magna espuma de Isla Negra...

por Burrex

El 16 de Julio de 1996 salimos en bus hacia la segunda ciudad de Chile, su principal puerto. Dos horas después estábamos en Valparaíso, dando una vuelta por su magnífica bahía en una de las lanchas que salen desde el Muelle Prat. Comimos Merluza Frita y Machas a la Parmesana después, acompañadas con cerveza Escudo en el Café Milán, Blanco 586, cerca de la Escuela Naval.

Una primera visita a Chile no está completa sin un paseo a Valparaíso. Este puerto de carácter esencialmente británico creció ganándole terreno a las montañas y ofrece un espectáculo impresionante desde cualquiera de sus 45 cerros. La Avenida Alemania circunda algunos de ellos y también hace las veces de mirador. Pero sin duda el elemento que termina de darle carácter a esta ciudad son los ascensores, 15 en total, que suben paralelos a las laderas de las montañas desde principios del siglo XX. El Ascensor Polanco es sin duda el más impresionante: el acceso es a través de un túnel de 150 metros de largo al final del cual se aborda el vehículo que asciende por el interior de la montaña. Otro medio de transporte que en Chile es único en Valparaíso son los Trolleys, autobuses eléctricos que recorren las principales calles de la ciudad. Al final de la tarde Tomamos uno para llegar a las afueras y abordar un bus hacia Viña del Mar.

Los cantos indígenas en el ambiente. Flautas. Un mar de gente
Por las calles de viña, en un paseo artesanal entre palos de agua y cabritas camine con ella acompañados por la sensación inocente de que el mundo era nuestro. Ocultándonos en esquinas, soportando el frío intenso del invierno chileno sentí de nuevo que jamás volvería a mi país.

Viña del mar es estrictamente una ciudad-resort, llena de extranjeros y chilenos ricos, fuimos solo para ver las plazas, los jardines de la Quinta Vergara (donde se hace el festival) y para quedarnos a dormir donde los amigos de C.

Fuimos a Reñaca al día siguiente, otra ciudad-resort que acostumbran a visitar los jóvenes en el verano y que impresionantemente le ha robado el espacio a la montaña con sus edificios en forma de terrazas. Allí caminé por primera vez por una anaranjada playa de un Pacífico helado y azul.


Mercado y La Sebastiana
Volvimos a Valpo para almorzar una Paila Marina, acompañada por un pipeño (vino de la casa) en un restaurante de cuatro mesas escondido en uno de los pisos superiores del mercado.
Luego fuimos a la casa de "El Poeta":

"Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos ojalá invisibles. No deben verse ni escucharse, original pero no incómoda, muy alada pero firme. Ni muy grande ni muy chica, lejos de todo, pero cerca de la movilización, independiente, pero con comercio cerca. Además, tiene que ser muy barata. ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?."

 -Pablo Neruda en una carta a su amiga, la escritora Sara Vial

Al final de una búsqueda que podría ser imposible en cualquier ciudad, Neruda encontró en el Cerro Florida de Valparaíso una casa abandonada por su constructor, Sebastián Collado, por absurda, peligrosa y poco funcional. Así nació "La Sebastiana" (Ferrari 692, Cerro Florida). Quizás la manera más pintoresca de ir es en taxi, en el 99% de los casos, el taxista seguro les dirá que alguien de su familia conocía a "El Poeta" (nadie dice su nombre, está entendido quien es el único poeta).

Seguramente cada persona tendrá su propia opinión acerca de "La Sebastiana" y la misma dificultada para describirla. Nunca había visto un hábitat tan surreal y atractivo: ojos de bueyes como ventanas en las escaleras, puertas de todas clases recogidas de aquí y allá, un parque de niños en el patio y un dormitorio de paredes de vidrio en el último piso que hace que verdaderamente esta sea una "casa sobre el aire".

Mientras la magna espuma de Isla Negra...
Volvimos a Santiago para pasar la noche y al día siguiente fuimos a Isla Negra, nos quedamos en una casa prestada, de camas con ventanales por cabeceras, cuya única vista era el mar. Almorzamos Locos Mayo (el Loco es un molusco casi en extinción, su carne es una delicia que solo puede ser probada en Chile sin que le saquen a uno los ojos) y Congrio Frito en "El Cielo", Isidoro Dubournais 4169.

Isla Negra es una comunidad vacacional o de retiro (según la edad) cuyo principal atractivo es la casa consentida de Pablo Neruda... y su tumba. La casa fue cercada después del golpe militar del 73 para evitar que se convirtiera en un sitio de peregrinación para los socialistas chilenos. Lograron exactamente lo contrario. Cada uno de los listones que forman la larga cerca de madera que rodea la casa está inscrito, toda la valla está llena de poemas y mensajes póstumos para Neruda, un memorial a miles de almas que, como la del poeta, murieron junto a la libertad chilena.

La Casa estaba cerrada a esa hora, así que fuimos de paseo al puerto de San Antonio, capital de esa provincia y el puerto principal de una gran producción industrial cuyo estandarte es la mina de "El Teniente", el depósito subterráneo de cobre más grande del mundo. Junto al mar cenamos Mariscal, un plato de mariscos variados: Almejas, Choritos, Cholgos, Jaibas y Machas, con cebolla.

Esa noche bebimos pisco hasta la inconsciencia. Al día siguiente, La Casa.

"La casa ... No sé cuando me nació.. Era a media tarde, llegamos a caballo por aquellas soledades ... Don Eladio iba delante, vadeando el estero de Córdoba que se había crecido ...Por primera vez sentí como una punzada este olor a invierno marino, mezcla de boldo y arena salada, algas y cardos...Aquí, dijo don Eladio Sobrino (navegante) y allí nos quedamos. Luego la casa fue creciendo, como la gente, como los árboles."

-Pablo Neruda

Estaba terriblemente equivocado al pensar que La Sebastiana era la casa más mágica que visitaría en mi vida. La casa de Isla Negra, con su playa privada, sus múltiples pisos, su carácter indescifrable y caprichoso, sus decorados devueltos por el mar y sus miles de objetos la convierten en EL sitio de peregrinación para los amantes de Neruda y cualquier otra persona que tenga un vago interés por la relación del hombre con el mar.


Margarita Aguirre, su secretaria por muchos años, cuenta en su biografía del poeta:

"Neruda compró la casa de Isla Negra a un español socialista, viejo capitán de navío, retirado, que la construía para vivir con su familia. Como la casa estaba a medio hacer, el poeta pudo terminarla a su gusto; continuó la estrecha ala de cemento con un ancho living-room de piedra, en el cual abrió un enorme ventanal que causa el asombro de los arquitectos y entendidos: desde allí pueden verse la playa, el rompiente de olas, el vasto cielo y una larga extensión de costa que va hasta el puerto de San Antonio. Entre el living y el ala de los dormitorios y del comedor hay una alta torre. El piso inferior de la torre está relleno de conchas marinas y allí se encuentra el gran timón de un barco junto a un farol que iluminó alguna callejuela del puerto; en el segundo piso de la torre estuvo el dormitorio del poeta, dormitorio redondo con ventanas de mar, que da a un pasillo que luego se ensancha bajo el tejado y tiene la baranda sobre este segundo piso de la casa se sube por una escala de cordel, como la de los barcos. Junto a ella se encuentra La Medusa, enorme mascarón de proa, de madera pintada, que han roído y desteñido los años y la sal de los mares por donde abrió la ruta de su barco. En el extremo opuesto del living, y suspendida de la baranda del segundo piso, está la María Celeste, mascarón de proa más pequeño. La María Celeste es de lustrosa madera oscura; su rostro, de una dulce e imperiosa belleza. Al construir el living, se respetó una gran roca negra que ahora surge altiva y solitaria en su rincón, rodeada de cactus y de plantas que florecen en la tierra que la circunda. El resto del piso es de baldosa de greda roja. En una de las paredes hay una gran chimenea; frente al ventanal, una larga mesa de madera maciza, a la cual solía sentarse Neruda a escribir o a observar con su catalejo el vuelo de los pájaros.
Diseminados por la casa hay una colección de barcos en miniatura, casi todos ellos de gran valor. No faltan, desde luego, la colección de barquitos armados dentro de botellas, las marinas más diversas, de los más diversos pintores, el unicornio del narval y los colmillos de elefante con escrituras antiguas. Un inmenso globo terráqueo descansa en un rincón. Encima de la mesa hay una brújula china, un sistema planetario, piedras, pitos marineros, caracoles, libros sobre pájaros y plantas, narraciones de viajes y las poesías del conde del Villamediana.
Afuera hay un mástil con banderas marinas, y a su lado, un tercer mascarón de proa, junto al cual Neruda se ha fotografiado muchas veces..."



"En las arenas de Magallanes te recogimos cansada,
navegante, inmóvil
bajo la tempestad que tantas veces tu pecho dulce y doble
desafió dividiendo en sus pezones...

..." Para mí tú belleza guarda todo el perfume,
todo el ácido errante, toda su noche oscura.

Y en tu empinado pecho de lámpara o diosa,
torre turgente, inmóvil amor, vive la vida....

"A una estatua de proa", Canto General

Sentado sobre una piedra en la rompiente de la playa de Neruda, cielo nublado a diez grados centígrados, las olas en un canto eterno al poeta, pasé instantáneamente y sin razón de "no querer irme nunca" a "volver cuando sea el momento correcto". Volvimos a Santiago con la pesada sensación que da cuando un viaje y en esencia, una aventura, está a punto de acabarse.

Como un viaje de placer, éste cumplió con todos los requisitos. Definitivamente ser recibido por locales en un país como Chile le da a uno la oportunidad de disfrutar la mejor de las comidas y el mejor de los tratos, sin perder tiempo. Nos despedimos entre brazos con la promesa cumplida de vernos de nuevo. Abordé mi avión pensando que había encontrado el amor definitivo.

Años después todavía estoy digiriendo lo que pasó y lo que es mi vida "después de"... me atreví a viajar a ciegas porque sabia que no iba a tener una oportunidad como esa mas nunca en mi vida. Quería satisfacer mi curiosidad, sabia inconscientemente que la conocía desde hace mucho tiempo, viejos amigos a pesar de llevar tan poco tiempo conociéndonos. A pesar de todo lo que sucedió después y el fin de una ilusión, siempre recordaré nuestro primer encuentro en el aeropuerto: un abrazo de esos que detienen todos los relojes y duran una eternidad.



 

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