"La literatura latinoamericana ha sido relativamente parca al hablarnos de uno de los grandes temas de todos los tiempos: el mar"; afirma la contraportada del libro. No es necesaria una cultura de enciclopedia para recordar a Jorge Amado y todos los ritos asociados con Salvador de Bahía, donde sus personajes comen del mar, adoran al mar y se someten con resignación a su dominio que llega a la tiranía. No puede haber casualidad en que Santa María, la ciudad que creó Onetti para sus personajes, sea portuaria. Por eso, comienzan las dudas al tener este volumen en las manos, pero, valga la obviedad, no se lee un libro hasta haberlo leído.
"Leyendas del Mar Océano" es relativamente corto, abarca diez textos homogeneizados por el mar. Es un libro curioso y de varias caras: es universal cuando parece seguir el camino de la zoología fantástica (recordando a Borges); histórico, cuando enfrenta al mar a los primeros habitantes de Venezuela e íntimo al presentar bocetos que rescatan memorias, tradiciones y confidencias familiares del autor.
Los cambios de escenarios y personajes, que en un momento pueden ubicarnos ante monstruos en Noruega o Gran Bretaña y desglosarnos la verdadera naturaleza de las sirenas para luego trasladarnos a presenciar el desembarco de un Cristo de madera en La Vela de Coro, parecen no sentirse con el pasar de las páginas, se aceptan como parte de un pacto que parece confirmarse con esa denominación de "leyendas" que sirve de título. Además, contribuye a que las aguas se sientan tranquilas un ritmo pausado en el narrar, un lenguaje elegante sin exceso de ornamentos y, sobre todo, el esfuerzo porque curiosidades y recuerdos, cuajen en el molde con el cual se les presenta.
Descreo de los escritores que tratan de parecer espontáneos, aquellos que de tanto despojarse de adornos nos transmiten la angustia que les trae el proceso, nos dejan claro que no es su verdadera naturaleza sino un ejercicio de voluntad. Se leen estas leyendas y podríamos encontrar evidencia en contra, se pasa una página, se llega al siguiente párrafo, hay algún desnivel que nos hace creer que hemos encontrado la "falla" pero cuando se ha cerrado el libro, Santiago Montenegro consigue que le demos el beneficio de la duda.
Podríamos decir: es un libro incompleto. Imaginar que con un par de leyendas más o con una organización que dejara de un lado los recuerdos familiares juntos y en otro las descripciones casi mitológicas con sus iguales se cerraría el círculo. No es justo. Porque de este libro se podría decir que no tiene más ambiciones que mostrar los textos como son, pero la alcanza tan correctamente que no se puede despreciar dicho éxito.
Aparte, y les remito a la columna en la cual nos referimos a "Mientras escribo" de Stephen King, se trata de un libro escrito por un joven venezolano que no le importa "comerse los huevos fritos", y, entre quienes nos importa la literatura, ése gesto ya es atracción y vínculo suficiente.