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La mariposa y el ombú






    En un bosque de los tantos,
    debajo de ingente azul,
    con su tronco embelesado,
    se anquilosaba un ombú.


    Un ombú que perpetuaba,
    indefinida, su espera,
    con un ancla de raíces
    lanzada sobre la tierra.


    Un ombú que prolongaba
    sus enramados caminos,
    para que el ave asentase
    la vivienda de sus nidos.


    Un ombú cuya nostalgia
    se remontaba a la ausente
    condición, liviana y libre,
    de ser pequeña simiente.


    Pues sabiendo que, del suelo,
    era enclavado cautivo,
    nunca mostraba, aunque enorme,
    contento por verse vivo.


    Nunca mostraba contento,
    si bosque ni monte vario
    conocía por sufrir
    condena de sedentario.


    Mas pasó una mariposa
    ingenua, por ser menor
    su vivencia entre los bosques,
    e inquieta se le acercó.


    Y sin saber de la pena
    que al árbol amedrentaba,
    irreverente y curiosa
    le preguntó con sus alas:
    "¿Me dirás, ombú, por qué
    la natura es tan injusta,
    que me hizo frágil a mí
    y a ti una planta robusta?


    ¿Me dirás, ombú, por Dios,
    pues juro que no lo entiendo,
    por qué fugaz me hizo a mí,
    mientras a ti sempiterno?


    ¿Por qué, pródiga, te dio
    natura a ti tantas ramas
    con hojas, mientras a mí
    tan sólo débiles alas?


    ¡Qué injusta que fue natura
    conmigo, puesto que tú
    cuentas con tantas ventajas
    por ser un árbol, ombú!


    ¡Qué bellaca fue natura,
    qué inicua, mala e injusta,
    que me hizo frágil a mí
    y a ti una planta robusta!"


    Mas el ombú plañidero,
    con su savia de tristeza,
    le respondió con sollozos
    de brisa entre la maleza:


    "Yo prolongo mi enramada
    cual un frondoso camino,
    para que puedan posarse
    los pájaros con sus nidos.


    Testigo soy de las crías
    que raudas al cielo huyen,
    mientras a mí, una parcela
    diminuta me recluye.


    Y siendo enorme, no muestro
    contento por verme vivo:
    Obsérvame, de este suelo,
    soy enclavado cautivo.


    Obsérvame, que yo nunca,
    ni bosque ni monte vario
    conoceré, si condena
    sufro de ser sedentario.


    Ve tú, mariposa blanca,
    que tienes vida de un día,
    a conocer lo que yo
    no pude en mi larga vida.


    No te quejes, pues natura
    me dio a mí en eternidad,
    lo que a ti, con ambas alas,
    te dio en posibilidad.


    Que si me dio a mí, natura,
    dureza sobre este suelo,
    a ti la fragilidad
    te dio, mas en amplio cielo.


    ¡Ve tú, dulce mariposa,
    que tienes vida de un día,
    a ver lo que yo, en un siglo,
    no pude ver todavía!"



    (del libro "Diálogos legendarios")



Ernesto Diego Buezas de la Torre nació en Buenos Aires, Argentina, el 31 de octubre de 1970. Cursó la licenciatura en Ciencia Política en la U.B.A, y actualmente se desempeña como profesor de dicha institución y docente de portugués. Publicó "Coro de Alimañas" (Editorial Corregidor, 1998), "Eclipses" (Edición del autor, 1999), ''Antimotivos" (Editorial JazzBird, 2000, en formato digital), Diálogos Legendarios" (Faro Editorial, 2000) y una plaqueta titulada "Sonetos Díscolos" (Editorial Nueva Generación, 1999). Obtuvo diversas distinciones en certámenes poéticos y asistió a varios talleres de poesía. Frecuenta al presente una serie de ciclos literarios. Participó en la antología de la "Casa de la Poesía" (Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad) y su obra fue difundida a través de medios radiales y televisivos, como así también en las revistas literarias "Papirolas", "La Guacha", "Imágenes e Ideas", "Nueva Avenida", "Zona Común", "La Voz del Bajo", "Vientos de Tinta y "Alas del Alma".

Página del autor: www.poemarios.com.ar

 

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