En las afueras de Vielsalm conseguí a los restos de la compañía E, George Crandall estaba con ellos. No nos saludamos. Parecía ser el consenso general que en esos cuerpos que caminaban hacia la retaguardia no quedaban almas que saludar. Más adelante nos cruzamos con los de la 82º aerotransportada y me sorprendí gritándoles que se devolvieran, que eran demasiados alemanes, demasiada artillería. Me miraron con asco, con el desprecio de los valientes. Esos muchachos, mis mayores pero todavía niños, no hicieron caso, sólo nos pidieron municiones y ropa, pues aunque eran elite, estaban peor preparados que nosotros. Los habían lanzado al combate casi en calzoncillos.
Cerca de Mormont cruzamos un claro que había sido devastado por la artillería, alemana o nuestra. Al llegar a la línea del bosque, nos encontramos con un caballo que daba pequeños brincos. Cabizbajo, relinchaba con cierto desgano, agitando sus crines, su hermoso pelaje entre miel y nuez. Una de sus patas delanteras colgaba de apenas unos jirones de cuero. Sus ojos estaban inyectados pero tenía una mirada de desconcierto, como buscando una amenaza de la cual huir. Suficiente con el horror de los cuerpos como para tener que soportar también la impotencia de los animales domésticos. Ese caballo alguna vez hermoso, quizás acicalado con cariño por un oficial alemán, era incapaz de intuir que los hombres, todos, éramos culpables de su agonía.
En el momento en el que Crandall levantó su M1 contra la testuz del animal, seguía siendo invierno en las Ardenas. En el resto mundo, cientos de miles de parejas copulaban y otros tantos jóvenes derramaban su semilla como Onán; Paris seguía siendo una fiesta y seguramente en radio Berlín, la banda de Glenn Miller interpretaba In the Mood, acompañando a los cañones del Reich en un gesto festivo y morboso que decía Bienvenidos a la Alemania Nazi, pueden deambular por nuestros bosques, pero no llegarán vivos a las ciudades.
-Daniel Pratt
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Me miraste y te miré.
Todo se disolvió. Hasta el silencio.
Solamente me miraste y te miré.
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Tu pecho no quita la vista de mis ojos.
Es solo una sábana como marco como vértice lo que sobra.
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Año 5. N° 49
Agosto 2003
En este número:
Un día más a la manera del agua
creyéndonos los dueños. [poesía]
No es un trabajo fácil, como cualquiera podría creer. Horas de ensayo de coreografías [azares]
Caracas es una ciudad antagónica. La alegría que parece saltar de su fiesta cromática [descontento]
Bajo un tocado de misoginia especulada y crudo glamour de ultrasucio y calmo [escritos]
El sur que se divisa como nunca
Lanza sus misiles púrpuras sobre la melancolía [poesía]
después de sumergirnos en sus confines de luz, es posible descubrir otras posibilidades. Comprender que, en lo más íntimo, el Caribe es sutil, es móvil, de colores intensos y que, en cierto modo, el Caribe todavía espera por ser conquistado [tedios]
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