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La misión de los artistas en la construcción de un país
En estos momentos vivimos una situación que se asemeja a una profunda excursión abismal. Somos testigos de un nuevo proceso, voyeuristas de las obras que los titiriteros dan función, probamos un nuevo chocolate y sentimos cómo poco a poco nos quitan de las manos lo que creíamos un país.
Muchos son los que aconsejan emigrar, huir, aprovechar las oportunidades de otras latitudes, acurrucarse a otro idioma, arrullar los sueños en otra geografía o, lo que sería para ellos, salvarse el pellejo.
Unos aceptan el consejo y se juegan la lotería del Extranjero, del mismo que habla Albert Camus en su novela homónima. Otros no se atreven a dejar la cuna, se atreven a algo más idealista y más profundo: reconstruir lo que clama a gritos roncos Venezuela, su orgullo, su mirada seductora que se esconde en tu apellido, en el número de mi cédula. Esta tierra revienta en llanto para regar la cosecha y necesita que los artistas sean un medio para transmitir su espíritu. Desde una perspectiva utópica las cosas quizá sean distintas, pero el deseo está muy cerca de la verdad y la verdad muy cerca del arte. Lo primario es proteger lo que tenemos, lo que somos, nuestro tiempo, nuestro espacio y para gritarlo está el lienzo, el pentagrama, el escenario, la hoja en blanco. En ese mundo trascendental no hay mordaza posible.
René Berger dice en su libro Arte y Comunicación: Supongamos que ahora la palabra recobre una carne, unos músculos, una sangre; supongamos que el concepto vuelva a sumergirse en la misma corriente del pensamiento, que la frase... Dejemos de suponer, puesto que la cosa existe y hasta tiene un nombre o varios, aunque los de poesía y arte suelan estar sujetos a equívoco. Los atrevidos con hambre de reconstruir a Venezuela deben tener una voz tan honda como para abarcar todas las áreas del desarrollo intelectual y entre ellos deben estar los artistas. Y habrá de ser un terremoto que se sentirá en los museos y en la salas de concierto. Se necesita, como expresa la cita, darle nombre y vida a lo que tenemos, darle fuerza a las intenciones de vislumbrar una situación estable en nuestra tierra mediante las formas artísticas y de ésta manera hacer historia.
Los sensibles al arte tienen cabida en este país y recae en ellos la responsabilidad de llevar al mañana la resistencia, de hacer ruido y acto de presencia. Los artistas le dan la bienvenida a los cansados de espíritu, a los que luchan a diario por tener más dignidad de vida. Son la voz del cambio.
Por eso, el óleo no debe apagarse ni la poesía callarse. Por eso, los que se quedan no pueden conformarse. Esta es una invitación al canto, a llevar la frente en alto, a proteger lo nuestro y defenderlo con todas las formas de expresión humanas. A preguntarnos lo mismo que Madonna en su canción American Life: ¿Acaso tengo que cambiar mis sueños?
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Atractivos de rostro cuadrado, costoso cabello sostenido por lentes oscuros de marca. Sobrados llevan camisas de lino o algodón, tonos terrestres manga larga dentro de sus autos compactos bien cuidados, ford explorers full-equipo, el ultimo celular en sus cinturas, sus viajes a Miami una vez al mes para sentirse mas bellos mas intocables mas exclusivos.
Usan pantalones cargo cuando van al almacen de Guarenas, transportan diez cajas pequeñas como si fuese una gran tarea logística.
Venden celulares y cuando uno les habla, miran siempre hacia los lados.
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